Isaac J. Martín
Beirut, 17 oct (EFE).- En los 10.452 km2 de superficie que tiene el Líbano, uno de los países más pequeños del mundo, se abre un rompecabezas de 18 comunidades religiosas que intentan convivir en esa pequeña porción de tierra flanqueada por el mar Mediterráneo, donde el Estado ni está ni se le espera.
Desde cuotas sectarias en las instituciones públicas hasta leyes y acuerdos que se aplican diferente según credos, el Líbano se basa en un sistema en el que la religión es visible en prácticamente en cada esquina de cada barrio tanto de su capital, Beirut, como de sus principales ciudades del país.
En ese nudo de convivencia y segregación por distritos, hay que saber quién controla qué para saber por dónde entrar y cuándo entrar, lo que ha dado lugar también a la aparición de lealtades a sectas o líderes religiosos que se rigen por redes de clientelismo que sustituyen al Estado y que son los principales proveedores de servicios sociales.
Entre las 18 comunidades religiosas que son oficiales en el país, hay cinco grupos que son musulmanes. Chiíes, suníes, drusos, alauíes e ismailíes.
La comunidad cristiana es la que tiene más piezas en este rompecabezas. Son doce grupos, entre los que se encuentran los maronitas, griegos ortodoxos, griegos católicos, armenios católicos, armenios ortodoxos, siriacos ortodoxos, siriacos católicos, asirios, caldeos, coptos, protestantes evangélicos y católicos romanos.
Por último, entre las religiones reconocidas en el país también está el judaísmo. Todas ellas tienen el derecho a participar en la vida política y el Gobierno libanés, de acuerdo a la Constitución del país.
Asimismo, existen comunidades religiosas que no están reconocidas por el Estado, como los bahaíes, los budistas o varios grupos protestantes, entre otros.
Sin censo demográfico desde 1932, se estima que la población del país ronda los 6 millones de personas.
Discernir por credos es más complejo. Empresas independientes de encuestas -citadas por los informes de embajadas como la de Estados Unidos- han realizado un rastreo de cuál es el porcentaje estimado de población de cada grupo religioso en el Líbano.
Se calcula que el 69,3 % de la población es musulmana: 31,2 % suníes; 32,2 %, chiíes; y 5,5 % drusos; mientras que los otros dos grupos musulmanes representan el 0,6 %, según la empresa Statistics Lebanon, el referente para los sondeos.
Los cristianos son aproximadamente el 30,5 % de la población. Su grupo más numeroso es el de los maronitas, que están en plena comunión con el Papa de Roma, gozan de autogobierno y son el 52,5 % de los cristianos libaneses.
Le siguen los ortodoxos griegos, con un 25 %. El resto son grupos muy minoritarios, también vinculados a grupos étnicos o nacionales que han pervivido durante siglos en el país.
En el caso de la comunidad judía, el consejo que representa la religión en el país calcula que residen únicamente entre 70 y 100 judíos en el Líbano.
La política libanesa se basa en una estructura sectaria de reparto del poder, en el que los tres puestos clave se distribuyen de la siguiente manera: un presidente que tiene que ser cristiano maronita; un primer ministro que debe ser musulmán suní y un presidente del Parlamento musulmán chií.
Fue el Acuerdo de Taif, que puso fin a la guerra civil (1975-1990), el que ordenó la representación proporcional entre cristianos y musulmanes en las instituciones. Durante la guerra civil, todos estos grupos se enfrentaron unos con otros e incluso entre sí.
En la vida política, el grupo Hizbulá y su aliado Amal son los que dominan el espectro chií en el Parlamento y Nabih Berri, líder de Amal, es el presidente de la cámara.
A la cabeza del Gobierno interino está el magnate suní Najib Mikati, mientras que el puesto de presidente lleva vacante dos años y antes estuvo en manos del maronita Michel Aoun.
¿Y qué representa la influencia de la religión en el día a día de los libaneses? Una parte de ellos cree en el laicismo como respuesta al sistema confesionalista, que impide tomar decisiones sin un consenso prácticamente imposible de alcanzar.
Durante la actual guerra y bajo el asalto de Israel, las comunidades han llamado a mostrarse unidas como pueblo libanés y dejar a un lado la fe que profesen para evitar un estallido sectario que lleve a un conflicto civil, similar al que ocurrió hace cinco décadas en el país. EFE
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