Los Museos Vaticanos exhiben nuevamente en sus salas el Apolo del Belvedere, una escultura icónica de la belleza clásica, tras estar cinco años en un proceso de restauración que ha usado la tecnología más moderna y que han financiado con donaciones privadas provenientes de Estados Unidos. En total, las obras de restauración han costado unos 250.000 euros.
Según ha destacado el jefe del Laboratorio de Restauración de Materiales, Pétreos Guy Devreux, durante la presentación de la restauración, la estatua fue restaurada con éxito de las "fragilidades evidentes" que presentaba en la base y después fue objeto de otra intervención "que le devolvió su solidez". "Se introdujo una barra de fibra de carbono y acero en la base de mármol utilizando una técnica laboriosa a partir únicamente de los orificios y rebajes que existían previamente", ha destacado el experto, según reportan medios italianos.
Los técnicos de los Museos del Vaticano habían observado en 2019 un hundimiento en la estatua --que marcó el canon de belleza para los clásicos-- por lo que se retiró de las salas para proceder a su restauración. Un proceso en el que se le ha introducido una especie de "mástil de vela de la Copa América", en palabras de Guy Devreux, capaz de reducir el peso en unos 150 kilos y controlado gracias a una fibra óptica invisible.
Además se ha logrado recuperar la mano izquierda que le faltaba al Apolo de Belvedere en un descubrimiento que data de la década de 1950 en Nápoles. En un yacimiento arqueológico se recuperaron cientos de fragmentos de yeso de las ruinas del palacio imperial de Baia, al norte de Nápoles, que pertenecían a un taller que tenía los moldes exactos, tomados directamente de las obras maestras originales del arte griego del bronce de los siglos V y IV a.C. Entre estos fragmentos de yeso se reconoció también la mano original de la estatua.
De este modo, según ha explicado Guy Devreux, la restauración se convirtió en una oportunidad para devolver la mano "original" al dios del rayo al insertarle un molde exacto de escayola que se tomó de ese taller descubierto en Baia y que se le puso en el lugar donde antes se le había insertado una mano fruto de una restauración que se hizo de la mano perdida en el siglo XVI. Así, "el gesto de la estatua se ha vuelto más natural, porque la mano es más proporcionada y ligera", ha señalado el experto.
"Se trata de una inserción reversible, un experimento que tuvimos el valor de hacer y que ciertamente", ha señalado por su parte la directora de los Museos Vaticanos Barbara Jatta. Como ha detallado, la nueva "funciona mejor que la mano anterior", que fue fruto de la intervención de Giovannangelo Montorsoli que, como también escribe el historiador Vasari, rehizo el brazo izquierdo que le faltaba a la estatua, descubierta en Roma en 1489. "Vasari habla del Apolo, Winckelmann lo consagra, Miguel Ángel lo toma como modelo", ha explicado Jatta.
Finalmente, la conservadora del Departamento de Antigüedades Griegas y Romanas, Claudia Valeri, ha asegurado que gracias a la restauración, la escultura (que traduce la sublime imagen del Apolo homérico) permite "admirar de nuevo con encanto una de las obras maestras de la escultura antigua, gracias a los resultados de un diálogo científico permanente".