Jorge Dastis
Jerusalén, 16 oct (EFE).- Al caer la tarde del miércoles, cuando comienza oficialmente la festividad del Sucot, miles de judíos en Jerusalén entran en pequeñas cabañas de madera construidas durante los últimos días frente a su casa y celebrarán la alegría que caracteriza la conocida como Fiesta de los Tabernáculos.
En el barrio de Mea Shearim, el corazón del Jerusalén más ultraortodoxo, decenas de personas se afanaban horas antes en hacer los últimos preparativos: compran hojas de palma para poner sobre el techo de su cabaña o inspeccionan con lupa las cidras, unos frutos cítricos parecidos al limón que deben agitar en rezos especiales durante los siete días que dura la festividad.
La cidra debe ser hermosa y sin impurezas, por lo que los más practicantes la revisan con celo antes de comprarla.
Las calles están llenas de música y los niños corretean felices, anticipando la semana sin clases que se avecina.
El ambiente contrasta con la difícil situación que atraviesa Israel: enfrascado en una guerra en Gaza y Líbano que ha puesto a gran parte de la comunidad internacional en su contra, con casi 100 rehenes todavía en manos de Hamás, y siempre a un paso de la repetición electoral, con una inestable coalición de Gobierno que depende de ultranacionalistas y ultrarreligiosos para mantener el poder.
"El pueblo judío se tiene que juntar, porque lo que quieren al final es separarnos. Podemos estar un poco tristes por lo que está pasando, pero tenemos que juntarnos todos, unirnos como hermanos judíos y seguir adelante", asegura Iosef Sauer, un joven mexicano que llegó hace un año de Ciudad de México a Jerusalén para estudiar la Torá.
Su mensaje lo repiten judíos en todo Mea Shearim. Zalman, un joven de 21 años que vende las "cuatro especies" típicas de Sucot (la cidra, la palma, el mirto y el sauce) bajo una pequeña carpa, explica que la guerra hace a todos sentirse desamparados, por lo que es importante arroparse unos a otros en las cabañas (sucás), donde deben pasar el mayor tiempo posible durante los próximos siete días.
Sucot recuerda los cuarenta años que los judíos pasaron en el desierto tras librarse de la esclavitud en Egipto, un periplo en el que, según la Torá o Pentateuco, vivieron en cabañas.
Durante siete días, los más practicantes pasan todo el tiempo posible en la sucá, comiendo y cenando en familia, con amigos, o incluso durmiendo en el interior de la cabaña, que siempre se desmonta al acabar la semana.
José Rubén, judío chileno que lleva más de 40 años viviendo en Jerusalén, muestra a EFE el interior de su sucá. El espacio es pequeño, apenas cuatro paredes que rodean una mesa y seis sillas, pero la decoración es rica y el techo está lleno de luces y espumillón de colores.
"El mandamiento más difícil que hay en toda la Torá es estar siete días contento", explica, parafraseando al erudito (gaón) de Vilna, un sabio judío del siglo XVIII.
Para José, la guerra y la incertidumbre hacen difícil mantener la alegría, por lo que los judíos deben "esforzarse" para estar contentos y cumplir así con lo que les pidió Dios.
"Entramos en la festividad de Sucot con alegría mezclada con tristeza", escribió esta mañana en su cuenta de X el presidente israelí, Isaac Herzog, que quiso recordar a los rehenes en Gaza y a sus familias, que hoy celebrarán "con terrible dolor sin ellos".
Y es que las negociaciones para un alto el fuego que permita liberar al centenar de israelíes atrapados aún en el enclave se encuentran en un punto muerto, especialmente después de la invasión del sur de Líbano lanzada hace dos semanas por Israel, que ha movido el foco de la atención internacional al conflicto con Hizbulá.
Sauer, el estudiante mexicano, y sus amigos rezan por los rehenes, para que puedan volver cuanto antes junto a sus familias, y por los soldados israelíes combatiendo en Gaza y Líbano.
"Pedimos que Dios traiga la paz y ya se acabe esto, por toda la gente que está sufriendo y lo está pasando mal", añade el joven. EFE
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