Cien días de Starmer: caos, controversias e incógnitas sobre el proyecto laborista

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Judith Mora

Londres, 12 oct (EFE).- Tensiones internas, polémicas y una aparente falta de dirección política marcaron los primeros cien días, cumplidos este sábado, del Gobierno de Keir Starmer, que ganó por mayoría absoluta las elecciones del 4 de julio tras alcanzar el liderazgo del Partido Laborista en abril de 2020.

Aunque el Ejecutivo tomó medidas potencialmente transformadoras a largo plazo, como la creación de una gestora pública de renovables y la renacionalización del ferrocarril, lo que caló entre la prensa y la opinión pública fueron anuncios como la restricción de las subvenciones energéticas a los jubilados este año para cuadrar las finanzas públicas.

También socavó la popularidad del primer ministro, que se presentó en la campaña como eficiente e incorruptible, su torpeza al aceptar regalos de donantes y para poner orden en Downing Street, donde las diferencias entre facciones forzaron la dimisión de su jefa de gabinete, Sue Gray.

Starmer admitió este sábado que hubo "días y semanas turbulentos" desde que llegó al poder pero señaló que "gobernar es más duro pero mejor" que estar en la oposición, ya que "se pueden tomar decisiones para cambiar las cosas".

El antiguo fiscal del Estado defendió la labor de su Administración, cuya prioridad es "el crecimiento de la economía", y apuntó que su foco está ahora en la Cumbre internacional de inversión que presidirá el lunes en Londres, a la que asistirán empresas de todo el mundo.

La ausencia de detalles sobre cómo Starmer logrará su objetivo de "renovación nacional" llevó a los críticos a achacarle una "falta de visión política", dijo a EFE Jonathan Hopkin, académico en la London School of Economics (LSE).

Según este experto, el 'premier' podría dar la vuelta al comienzo difícil de su mandato concretando sus prioridades frente a "ideas abstractas" en el presupuesto del Estado el 30 de octubre, el primero de un Gobierno laborista en más de 14 años.

Hopkin cree que el líder eludió adelantar sus intenciones "para no espantar a los votantes más conservadores", dada su frágil base electoral, pues, aunque ganó 411 de 650 escaños parlamentarios en el singular sistema británico, solo obtuvo un 34 % del voto.

"El primer instinto de todo Gobierno laborista (que en el Reino Unido deben combatir prejuicios de temeridad financiera) es convencer a los mercados de que no son unos locos", y por ello "quieren enviar una señal muy clara de que van a ser austeros y no permitirán un excesivo endeudamiento", afirmó.

Debido a ese compromiso de Starmer y su ministra de Economía, Rachel Reeves, con la disciplina fiscal, el ala izquierda del laborismo, incluidos los sindicatos, temen que el presupuesto incluya recortes en ministerios clave.

Por otra parte, Reeves indicó en los últimos días que se plantea modificar las reglas de referencia sobre computación de la deuda para poder aumentar la inversión pública.

En opinión del politólogo John Curtice, el gran error de Starmer fue que no ofreció desde el principio "una narrativa sobre lo que ambicionaba para el país y cómo lo conseguiría", y "ese vacío lo llenó la prensa con historietas sobre los regalos y las intrigas internas".

Anand Menon, del centro de estudios UK in a Changing Europe, consideró que algunas de las críticas al dirigente por parte de la mayoritaria prensa conservadora "fueron injustas", si bien él "pecó de cierta ingenuidad sobre lo implacable que sería gobernar".

Menon no descartó que la comunicación del 'proyecto Starmer' mejore después de que sustituyera a la exfuncionaria Sue Gray por su jefe de campaña, Morgan McSweeney, un perfil más político.

Los analistas no aciertan a discernir si los pasos en falso del nuevo primer ministro se debieron a la inexperiencia o a la incompetencia en el liderazgo del Reino Unido.

"Es lento en la gestión de las crisis, no tiene una buena antena política", afirmó Curtice.

Hopkin observó que, aunque Starmer tiene 62 años y un historial brillante al frente de la Fiscalía del Estado, entró como diputado en 2015, y "ni él ni muchos de sus ministros tienen ninguna experiencia de Gobierno".

"Hubo un relevo generacional, ya casi no queda nadie de la época de los primeros ministros laboristas Tony Blair y Gordon Brown", que gobernaron entre 1997 y 2010, recordó.

El interrogante es si, con el tiempo, Keir Starmer será reconocido como un buen líder.

"Su personalidad es la que es. Es un poco austero, muy serio, pero también es inteligente y gestionó instituciones importantes", apuntó Hopkin.

Lo que parece que se le da menos bien "es la comunicación, y en el mundo de hoy los políticos tienen que estar muy pendientes de un sistema mediático muy cambiante", agregó.

Con escaso carisma y, de momento, pocos reflejos políticos, para validar su gestión "va a ser importante para él obtener resultados concretos, que sean indiscutibles", concluyó. EFE

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