Refugiados sirios desplazados en el Líbano, amenazados y solos en condiciones inhumanas

Refugiados sirios en Trípoli enfrentan condiciones inhumanas y discriminación, mientras claman por ayuda de la ONU tras ser despojados de refugio seguro y amenazados en el Líbano

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Noemí Jabois

Trípoli (Líbano), 11 oct (EFE).- Hakem y su familia duermen a la intemperie en el patio de un colegio después de verse abandonados en un campamento hostil "en medio de la nada", una odisea de amenazas y discriminación similar a la que relatan otros refugiados sirios desplazados por la violencia en el Líbano.

En medio de la peor oleada de desplazamientos en la historia del Líbano, muchos no libaneses han denunciado no ser aceptados en los albergues estatales. La discriminación afecta con especial fuerza a 1,5 millones de sirios residentes en el país, cuyas autoridades buscan desde hace tiempo su retorno a Siria.

Huyendo de los bombardeos israelíes, la familia de Hakem se refugió en una escuela de la ciudad septentrional de Trípoli, de donde afirman que el martes las fuerzas de seguridad libanesas les sacaron para trasladarles a otros supuestos albergues para desplazados.

Sin embargo, tanto ellos como otras nueve familias alojadas en el mismo colegio fueron abandonadas en "el medio de la nada", en la aldea de Tal el Bireh, en la frontera con Siria.

"Vinieron los dueños del terreno, nos atacaron, y nos dijeron que si nos quedábamos allí más de una hora nos masacrarían y que nos fuéramos de allí (...) Los niños empezaron a llorar, nos quedamos en la calle y volvimos aquí", explicó Hakem a EFE.

El grupo logró regresar al Colegio Femenino May de Trípoli por su propia cuenta, pero solo accedieron a dejarles entrar horas más tarde, a las 2 de la mañana. Aquí, todos los desplazados son sirios y cuentan que la administración les quiere fuera.

Hasta cinco familias comparten un aula y otras, como la de Hakem, acampan directamente en el patio: "Es mejor que estar en la calle", comenta el hombre.

Tiene nueve hijos, entre ellos un niño discapacitado de cuatro años y una chica embarazada. Otro de sus hijos tiene una enfermedad renal, agrega Hakem, pidiendo al pequeño que se levante la camiseta para mostrar una enorme cicatriz vertical en el abdomen.

Ahora necesita una costosa cirugía, pero su padre no tiene dinero, trabajo ni ayuda de nadie.

"¿No es un pecado dejar a estos niños durmiendo al frío o la mujer embarazada que está a punto de dar a luz? ¿Tiene que dar a luz aquí en el suelo entre la suciedad? ¡Es un pecado, te juro que es un pecado!", denuncia, desesperado.

Visiblemente frustrado, Hakem saca un documento que prueba que están registrados con la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) y llama a la organización a que les encuentre un techo digno. "Apelo a la ONU porque nadie más nos va a ayudar", dice.

Desde el comienzo de la intensa campaña de bombardeos israelíes contra el Líbano hace más de dos semanas, cerca de 400.000 personas han huido por tierra a Siria, pero regresar no es una opción para este padre.

"Si vuelvo van a tomar a mi hijo para el servicio militar, tiene 20 años. Perderé a mis hijos y ni siquiera tengo una casa allí", sentencia, mientras las ONG consideran que tras trece años de guerra, Siria todavía no presenta las condiciones necesarias para un retorno digno de los refugiados.

Otra refugiada siria relata a EFE cómo hace dos días ayudaron a estas diez familias a regresar desde la frontera, un tipo de incidente que también afectó a desplazados sirios de otras escuelas, unos 400 en total.

Pide el anonimato por razones de seguridad, pero lo que no esconde es su enfado mientras apela a cualquier organización con "sentido de la moral, dignidad y humanidad" a que les saque de esta situación.

Pocos días después de llegar al Colegio Femenino May, la administración empezó a cortarles el agua y la electricidad, dejándoles con solo dos váteres operativos para más de medio millar de desplazados, según su relato.

"No sabemos qué hacer. Desde que vinimos aquí hace 15 días, no nos hemos asentado, nuestras vidas no se han asentado, nuestro estado psicológico se ha deteriorado", dice.

A su lado, un adolescente de 17 años se une a la retahíla de quejas al borde del llanto, asegurando que hace unos días "todo el mundo empezó a vomitar a eso de la 1 de la mañana" después de consumir comida distribuida a los desplazados durante la cena.

"Cuando llegamos estábamos contentos, pero luego no se qué pasó que empezaron a hacernos 'bullying'", critica el chico.

Para Bashar Salim Khader, un voluntario de la Asociación Libanesa para la Juventud y el Desarrollo presente en las instalaciones, es obvio que los refugiados "se están ahogando" y hace falta una solución al "caos masivo" prevalente.

"Quieren sacar a la gente de aquí ¿hacia donde? Si no han encontrado una alternativa para ellos, entonces no pueden moverles y nosotros como Asociación para la Juventud y el Desarrollo nos oponemos a ello", zanjó. EFE

(foto) (vídeo)

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