Eduardo Davis
Brasilia, 9 oct (EFE).- Un refugiado "es una persona que ha sido despojada de su entorno y de todo lo que construyó a lo largo de su vida", condenada a lidiar con "la sensación de la pérdida" y con "la angustia", dijo a EFE la religiosa brasileña Rosita Milesi.
La hermana Rosita, como la conocen en Brasil, ha sido galardonada a sus 79 años con el Premio Nansen, otorgado anualmente desde 1954 por la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR), que recibirá en Ginebra el próximo 14 de octubre.
Se trata de la mayor distinción global al trabajo en favor de los refugiados y apátridas, que, según Rosita, son los "verdaderos reconocidos" con el premio.
"Muchos son separados de sus familias" y "buscan el camino de la supervivencia y la protección de otro país por lo que sufrieron o sufren sus hijos", apunta.
"Llegan con angustias, preocupaciones, sentimientos de pérdidas", forzados a dejar atrás "muchos elementos importantes de la vida", dijo a EFE en la sede del Instituto Migraciones y Derechos Humanos (IMDH), que fundó en Brasilia en 1999 y dirige desde entonces.
En esa época, esta religiosa descendiente de italianos y nacida en el sur de Brasil en 1945 tenía una década de trabajo humanitario, dedicado en principio a refugiados que llegaban de Angola.
"Eran unos mil, pero era un desafío grande para Brasil, donde prácticamente no se hablaba de refugiados", recuerda Rosita, quien manifiesta su propio dolor por el momento actual.
Según ACNUR, a fines de 2023 había 117,3 millones de personas desplazadas por la fuerza en el mundo, una realidad con reflejos en Brasil, que acoge a unas 500.000 personas con necesidad de protección, en su gran mayoría venezolanos.
En Brasil hay unas 144.000 personas reconocidas como refugiadas y otras 75.000 que esperan respuesta a peticiones de asilo.
Rosita se hace eco de la preocupación que impera en organismos de derechos humanos sobre un posible aumento de la migración venezolana tras las polémicas elecciones de julio pasado, que arrojaron un cuestionado triunfo del presidente Nicolás Maduro.
"Ya pasó el período electoral, la población comienza a hacer su evaluación y busca alternativas", comenta sin valorar la situación política de Venezuela pero sí sus consecuencias, que en años recientes generaron la mayor ola migratoria vista en América Latina.
"Salieron siete u ocho millones de personas" y la región fue "sorprendida", pues nunca ningún país está "realmente preparado" para recibir tales flujos migratorios, advierte la religiosa, sin dejar de reconocer el "enorme esfuerzo" regional para la acogida.
Los venezolanos también son mayoría entre las decenas de miles de personas que atraviesan el Darién, entre Colombia y Panamá, y que la hermana Rosita considera como un "Mediterráneo de selvas" en América Latina.
"Es altamente peligroso, no protegido, y una barrera enorme para quienes buscan protección", dice al lamentar que aún no se le haya podido poner freno a esa travesía.
La situación latinoamericana es solo un espejo de una realidad global y producto de "conflictos antiguos que no acaban nunca y conflictos nuevos que generan nuevos, grandes y dramáticos flujos de refugiados", dice citando al actual secretario general de la ONU y exalto comisionado de ACNUR Antonio Guterres.
Rosita valoró además que el premio Nansen, que ella recibirá en la categoría global, reconozca este año en sus versiones regionales a otras mujeres.
"Demuestra que hay una atención mayor por el aumento de la migración de mujeres", que en situación de refugio son "más vulnerables que los hombres", pues tienen más dificultades para conseguir empleo y asumen además el cuidado de sus familias, dijo.
El galardón de ACNUR, instituido en 1954, debe su nombre al explorador noruego y pionero en la lucha por los derechos de los refugiados Fridtjof Nansen (1861-1930).
Rosita se une a una lista de galardonados que incluye a la estadounidense Eleanor Roosevelt, ganadora del primer Nansen, a la excanciller alemana Angela Merkel y a organizaciones como Médicos sin Fronteras o la colombiana Mariposas de Alas Nuevas.
En la lista figura otro brasileño: el cardenal Paulo Evaristo Arns, quien fue arzobispo de São Paulo, falleció en 2016 y lo recibió en 1985. EFE
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