Cristina Ondó Nieto
Nairobi, 7 oct (EFE).- Un maillot multicolor, una caravana de bicicletas, doce mil kilómetros y diecisiete países entre Europa y África para alcanzar una meta, el barrio marginal de Kibera en Nairobi. Así es como la ONG española Karaban decidió hace un año comenzar un viaje solidario que ha llegado a su fin en Kenia.
“Ha sido una superación, un aprendizaje constante de la gente que nos hemos encontrado, de pedalear los días que tocaban, de preparar la ruta, de hacer difusión, de saltar, de empujar, empujar y empujar hasta llegar al objetivo”, asegura a EFE David Vilanova, el fotógrafo que decidió crear este proyecto junto a Elena Milá.
La aventura comenzó el 23 de septiembre de 2023 en Andorra, desde donde ambos recorrieron la costa mediterránea, Francia, Mónaco, Italia, Eslovenia, Croacia, Bosnia y Herzegovina, Montenegro, Albania y Grecia.
La ruta que continuaría el viaje en África iba a discurrir por Egipto para bajar por Sudán y Etiopía hasta Kenia, pero cambiaron de plan.
“Desde Atenas, la idea inicial era coger un barco a Egipto y desde allí, bajar a Kenia. Pero bueno, por cuestiones geopolíticas y por temas de seguridad, decidimos coger un avión hasta Ciudad del Cabo (Sudáfrica)”, cuenta a EFE Milá, que era maestra en una escuela en Barcelona (España) antes de adentrarse en este proyecto.
En aquel momento comenzó una nueva etapa en la que recorrieron sobre dos ruedas Sudáfrica, Namibia, Angola, Zambia, Malaui, Tanzania y Kenia.
Namibia fue el mayor reto para ambos, ya que, según Vilanova, llegaron a pedalear bajo una temperatura de 45 ºC.
“Fueron tres meses muy duros porque es un país con una densidad de población muy baja y es desértico, de manera que tienes 200 kilómetros por pistas de tierra y arena donde no hay nada”, explica la maestra.
En el último tramo, que comenzó en Tanzania, fueron acompañados por Hillary Mukabwa, un joven de Kibera, uno de los suburbios más grandes de África.
“Ha sido la primera vez que salgo del país. Estaba muy contento. También pensé en mí mismo. Pensé que había un objetivo por delante”, afirma Mukabwa, que se graduará en diseño público en diciembre en una universidad de Kenia.
También se unió al último tramo Joseph Asee, que nació en Dandora, otro asentamiento informal de Nairobi.
“Mi lugar favorito fue Amboseli. Estábamos caminando en bicicleta y vi a las jirafas y las cebras caminando al lado”, recuerda Asee, en referencia a ese parque nacional keniano.
Los dos jóvenes forman parte de la primera generación de niños que fueron acogidos por la ONG Kings and Queens of Kibera (Reyes y Reinas de Kibera), cuya misión es ofrecerles un hogar y darles acceso a la educación.
“Empezamos a involucrarnos en pagarles educación y pagarles casas. Eso fue hace diecisiete años. Desde entonces, han pasado cuatro generaciones por aquí”, dice a EFE el español Nico Ripoll, responsable de esta organización.
Asee, que quiere gestionar instalaciones deportivas y ayudar a los niños de estos barrios a desarrollar su talento en el deporte, destaca que el principal desafío del viaje fue la pérdida de orientación del dispositivo de localización para seguir la ruta.
“A veces Google Maps se perdía. A veces te llevaba a un lugar que pensabas que era correcto y deberías haber usado la otra ruta”, detalla.
Marc, hermano de David Vilanova, formó parte de la caravana en el último tramo y relata a EFE que pudieron estar expuestos al peligro de animales salvajes.
"Cuando cruzamos una parte desde Tanzania, que cruzamos muy cerca de un parque, ahí, quieras o no, eres muy vulnerable en tema de animales. Por suerte (...), no tuvimos ningún problema", recuerda.
Pese a los riesgos y desafíos, la caravana consiguió llegar este domingo a Kibera, donde fue recibida con aplausos de curiosos y los niños y niñas que se beneficiarán de la iniciativa, para la que los intrépidos ciclistas han conseguido recaudar 30.000 de los 50.000 euros que tenían como objetivo.
Esos fondos irán a la ONG Kings and Queens of Kibera, que podrá ampliar las estancias donde duermen estos niños y niñas.
El aprendizaje que se llevan de la experiencia de este proyecto, recalca Milá, es la cercanía de las personas que se cruzaron por el camino.
“Esperamos que todo este aprendizaje humano, todo lo que hemos recibido, podamos devolverlo de alguna manera una vez estemos de vuelta a casa”, concluye. EFE
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