Noemí Jabois
Masnaa (Líbano), 7 oct (EFE).- Mujeres con bebés a cuestas y padres con atados en la cabeza atraviesan como pueden el polvoriento cráter que dejó un reciente bombardeo israelí en el principal paso fronterizo entre el Líbano y Siria, adonde ya han huido unas 400.000 personas en tan solo dos semanas.
El ataque aéreo del pasado viernes impactó en tierra de nadie, a escasos metros del lado libanés del cruce de Masnaa y a varios kilómetros del lado sirio, imposibilitando el paso de vehículos de un país a otro en momentos en que decenas de miles de desplazados tratan de buscar refugio en Siria.
Ahora, los afectados salvan el gran boquete a pie y esperan alguno de los autobuses de la Media Luna Roja Árabe Siria que cada rato llegan desde el lado sirio del paso fronterizo para ayudarles a recorrer los 8 kilómetros de baldíos que les separan de un territorio más seguro.
Solo entre primera hora y la media mañana de este lunes, ya han salido una decena de autobuses. Nuevos grupos de desplazados se arremolinan a sus puertas a cada llegada, ansiosos por colocar en el maletero los pocos bártulos que han podido agarrar antes de salir huyendo.
Según datos de la ONU, alrededor del 70 % de los que han cruzado a Siria desde el inicio de la intensa campaña de bombardeos israelíes hace dos semanas son ciudadanos sirios, mientras que un 30 % son libaneses como Maryam (nombre ficticio).
Mientras aguarda rodeada de sus cuatro hijos pequeños a que llegue el próximo autobús de la Media Luna Roja, Maryam explica a EFE que ha perdido su casa en los suburbios beirutíes del Dahye, uno de los bastiones del grupo chií Hizbulá más golpeados por la violencia en el Líbano.
"Nos vimos obligados a venir para aquí. No hay seguridad, nuestras casas desaparecieron, se destruyeron", lamenta sentada en el polvoriento camino.
Técnicamente, ya ha dejado atrás el territorio libanés, donde en los últimos días ha sobrevivido en las calles junto a su familia, después de tener que dejarlo todo atrás a causa de los bombardeos y de no poder llevarse en su huida "nada" de lo que poseía.
"Gente de bien nos ayudó a llegar hasta aquí", explica la mujer.
Otros de los que van cruzando el cráter dejado por los misiles israelíes sí pudieron rescatar algunas pertenencias, pero se llevan su vida entera metida en una o dos bolsas de mano.
Muchos de ellos son refugiados sirios que habían huido de la guerra iniciada en Siria en 2011 y que ahora regresan a su país de origen antes de lo que les gustaría, huyendo esta vez de su nación de acogida.
Uno de los ciudadanos sirios que esperan para cruzar la frontera en Masnaa explica a EFE que es oriundo de la meridional Al Sueida y lamenta como allí "tres cuartos" de la población tuvieron que abandonar sus hogares debido a la expansión del grupo yihadista Estado Islámico (EI) a partir de 2014.
Trece años después del estallido de la guerra en el país árabe, unos 12 millones de sirios continúan desplazados internamente o en países de la región como el Líbano, donde se estima que había hasta ahora alrededor de 1,5 millones, el mayor número per cápita del mundo.
La comunidad humanitaria considera que todavía no se dan las condiciones adecuadas para el retorno de los refugiados a Siria, pero la campaña de bombardeos contra el Líbano ha dejado a muchos entre la espada y la pared.
"Para nosotros, todo pasó por sorpresa. El miedo a los bombardeos indiscriminados es el que hizo que nos desplacemos (...) Siempre que esté presente el enemigo brutal, no podemos tener estabilidad ni dormir seguros", relató el recién desplazado del cruce.
El hombre recuerda que, para muchos, la economía estaba también entre los motivos iniciales para hacer el camino inverso hacia el Líbano.
"La gente venía a (Líbano) a trabajar para dar de comer a sus hijos, también por el bloqueo sobre Siria", afirma, haciendo referencia a las sanciones internacionales que pesan sobre Damasco.
Ahora, a punto de cumplirse cinco años del inicio de una grave crisis económica en el Líbano, las oportunidades laborales y la supervivencia de los mercados se van mermando con cada bombardeo israelí. EFE
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