La participación en las elecciones presidenciales de Túnez que se celebran este domingo es del 14,16 por ciento hasta las 14.00 (hora en la España peninsular y Baleares), en línea con el desafecto popular de los últimos comicios en el país. Por poner un ejemplo, la participación total en las elecciones de 2019 fue del 48,9 por ciento en primera ronda, y del 55 por ciento en la segunda votación. El año pasado, solo un 11,66 por ciento de los nueve millones de electores acudieron a las urnas en las elecciones locales. El presidente de Túnez, Kais Saied, achacó la baja tasa de participación en las elecciones a los consejos locales al "rechazo" por parte de la población al funcionamiento del Parlamento anterior, cuyos poderes se arrogó el mandatario en 2021, una decisión calificada por sus críticos como un ejemplo de manual de deriva autoritaria. En su comparecencia ante los medios, el presidente de la Alta Autoridad Independiente para las Elecciones, Faruk Buaskar, ha añadido que la tasa de participación en las elecciones presidenciales en el extranjero, celebradas el viernes y el sábado, alcanzó el 10 por ciento. Saied, quien en los comicios de 2019 se impuso en la segunda vuelta con el 72,7 por ciento de los votos --frente al 27,3 recabado por el magnate Nabil Karui, quien permaneció encarcelado la mayor parte de la campaña electoral--, ha encabezado desde 2021 una campaña de creciente represión que ha limitado el espacio cívico, lo que pone en duda la representatividad de los comicios. El presidente se enfrenta a dos candidatos de poco peso: Zuhair Magzhaui, líder del Movimiento del Pueblo (Echaab) --que encabeza desde 2013 a raíz del asesinato del entonces jefe del partido, Mohamed Brahmi, uno de los principales referentes de la izquierda tunecina--, y Ayachi Zamel, líder del partido liberal Azimun, encarcelado durante la campaña electoral. El país, considerado como uno de los pocos ejemplos de éxito democrático tras el estallido de la 'Primavera Árabe', ha sufrido durante el último lustro un retroceso en derechos y libertades que ha sido achacado al presidente, lo que ha llevado a sus críticos a trazar paralelismos entre él y Zine el Abidine ben Alí, quien gobernó el país de 1987 a 2011, y cuyo largo mandato acabó precisamente con esta revolución.