Barnier navega entre la presión de la ultraderecha, el macronismo y la crisis financiera

Michel Barnier, nuevo primer ministro de Francia, propone un plan de recortes y subida de impuestos para reducir el déficit, mientras enfrenta la presión de la oposición y garantiza derechos sociales

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Luis Miguel Pascual

París, 1 oct (EFE).- El nuevo primer ministro francés, Michel Barnier, presentó este martes las líneas directrices de su programa de Gobierno, que persigue ante todo recuperar el control de las finanzas públicas y que, sin mayoría parlamentaria, navega entre la presión de la ultraderecha y del partido macronista.

Con la oposición cerrada de la izquierda, que le acogió con abucheos en la Asamblea Nacional a la que Barnier volvió tras tres lustros de ausencia dedicados a Bruselas, el nuevo jefe del Ejecutivo hizo guiños a Marine Le Pen y a Gabriel Attal, los dos únicos que parecen dispuestos a dar oxígeno a su Ejecutivo.

"Vivimos una situación de urgencia que exige que busquemos caminos conjuntos", señaló el primer ministro, procedente de la derecha tradicional, que cuenta con medio centenar de diputados en una Asamblea de 577, lo que le mantiene bajo la amenaza de una moción de censura permanente.

La izquierda la tiene anunciada para los próximos días y la extrema derecha no la descarta para más adelante, pero Barnier aseguró que "la verdadera espada de Damocles que pesa sobre el país es su deuda colosal" y un déficit que alcanzará el 6 % y la inseguridad creciente en las calles.

Agitando esos peligros, el jefe del Gobierno quiso buscar una causa común con la que reunir un número suficiente de apoyos parlamentarios entre la ultraderecha, el centro reformista de Macron y su propia familia política.

Les propuso un programa de recortes de gastos para afrontar ese agujero en las cuentas públicas y una subida de impuestos que solo afectará a las grandes empresas y los más ricos.

Con el presupuesto que presentará en un par de semanas, asumiendo que el déficit subirá este año al 6 % del producto interior bruto (PIB), buscará reducirlo al 5 % el año próximo y al 3 % de las reglas europeas en 2029.

Al tiempo, se comprometió a incrementar la presencia policial en las calles, a mejorar el control de las fronteras y la respuesta penal a la delincuencia, sobre todo para los menores, con una postura de firmeza que enlaza con las declaraciones de su ministro del Interior, el ultraconservador Bruno Retailleau.

Pero también tuvo gestos con el ala más social del "macronismo", a quien garantizó que no dará marcha atrás en cuestiones como el matrimonio homosexual, el derecho al aborto o a la gestación subrogada, pese a que buena parte de sus ministros fueron hostiles cuando se legislaron.

"No habrá ninguna tolerancia con el racismo y el antisemitismo, con la violencia contra las mujeres, con los ataques contra el laicismo o con cualquier discriminación. No cuestionaremos la ley del aborto, ni el matrimonio homosexual, ni la gestación subrogada", aseguró el primer ministro, que dijo que será garante del Estado de derecho, después de que Ratailleau señaló que "no es algo sagrado", lo que provocó una oleada de críticas.

Esos compromisos fueron los que más aplausos arrancaron del hemiciclo, en el que su discurso estuvo marcado por las protestas de la izquierda y la frialdad del resto de los grupos, con excepción del medio centenar de los de su partido.

Con un tono sereno, Barnier evitó las críticas a los diferentes grupos, reconoció que su Gobierno "no hará milagros" pero que no se quedará de brazos cruzados porque "los franceses no perdonarían el inmovilismo", y propuso medidas para aguantar dos años y medio, el tiempo que resta hasta las próximas presidenciales.

El primer ministro asumió parte del rumbo emprendido por los gobiernos macronistas que le han precedido, como la apuesta por la energía nuclear, pero prometió rectificar la reforma de las pensiones, y gobernar con un nuevo método: "escuchar, respetar y dialogar".

Marine Le Pen aseguró, en el turno de réplicas que no votará la moción de censura de la izquierda pero consideró poco concretos los compromisos de Barnier, a quien exigió resultados en el poder adquisitivo y el endurecimiento de la lucha contra la inmigración.

"Nuestra paciencia no será infinita. Sea valiente. Estaremos vigilantes con el respeto del interés de Francia y de los franceses", aseguró.

Attal tampoco le otorgó un cheque en blanco y alertó contra las subidas de impuestos que pueden afectar a la actividad económica. "Confiamos en usted, pero estaremos alerta", dijo el ex primer ministro.

Las mayores críticas llegaron de los diferentes partidos de la izquierda, que concurrieron juntos a las pasadas legislativas en las que obtuvieron el mayor grupo de diputados en la Asamblea Nacional (193 de 577), por lo que consideraron "antidemocrático" no estar en el Gobierno.

"Le deseamos que sea el primer ministro más breve de la historia de la Quinta República", le espetó la portavoz de La Francia Insumisa, Mathilde Panot, que confirmó que presentarán una moción de censura que obligue al presidente a entregarles el poder. EFE

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