Fermín Cabanillas
Sevilla, 27 sep (EFE).- Siempre que Farruquito, nacido Juan Manuel Fernández Montoya, sale a un escenario a bailar, da la impresión de que está improvisando, de que lo suyo no es el resultado de horas y horas de ensayos, de coreografías, de estudiar el ritmo del taconeo. Da la impresión de que nació bailando.
Y hoy lo ha vuelto a hacer sobre el escenario del Teatro de la Maestranza de Sevilla, al que el sevillano se había subido como parte del calendario de la Bienal, que enfila su recta final y hoy ha dado al público la segunda oportunidad para verle en vivo, tras actuar en el espectáculo de apertura producido por la propia Bienal.
Bajo el nombre de 'Recital de baile’ sobre ‘Una noche única’, Farruquito ha querido poner un punto y seguido a su carrera haciendo un homenaje a algo que forma parte del flamenco que le da la vida, como es el cante, llevando a su acompañamiento como artistas invitadas a las voces de Juana la del Pipa y Esperanza Fernández. Estaba anunciada también Remedios Amaya, pero, sin más explicación, se ha anunciado por megafonía antes del espectáculo que no comparecería.
Una jerezana y dos sevillanas le han dado la réplica con sus cuerdas vocales al movimiento de los tacones del bailaor, que también ha sido acompañado por Pepe de Pura, Ismael de la Rosa ‘Bola’ y Manuel de la Nina, y la guitarra de Manuel Valencia, otrosí autor de la música del espectáculo junto al propio bailaor.
Farruquito se ha encargado de casi todo, porque suya es la idea original y la coreografía, y ha elegido las percusiones de Paco Vega, el bajo de Julián Heredia y los vientos de Fran Roca para que nada faltase desde que se ha alzado el telón de su espectáculo.
Un planteamiento “sencillo”
Dice la sinopsis de la obra que lo que ha querido es realizar “un planteamiento formal sencillo, sin más pretensión que la de rendir tributo a la voz flamenca a través de su propio lenguaje”, pero la sencillez y Farruquito nunca se han llevado bien, y todo lo que ha mostrado en el escenario ha sido cuidado al milímetro y mostrado con la sencillez del flamenco de siempre y la modernidad del que busca su sitio en el siglo XXI.
Ha cuidado tanto los detalles que ha querido que su vestuario haya salido de las manos de José Tarriño, unas de las mejores agujas a las que alguien se puede encomendar, creador de colecciones como ‘Flashmenco’, en la que unió el baile clásico español y las influencias de otras músicas y vanguardias. José se ha encargado de enlazar para esta noche lo que Rosario Alcántara había diseñado inicialmente.
Todo calculado para que el arte no tuviese ningún resquicio para escaparse, y sonasen conforme a lo previsto fandangos, seguirillas, alegrías, bulerías o tangos.
La iluminación diseñada por Antonio Valiente, el sonido de Juan Luis Vela y Fali Pipio y la regiduríua de Jorge Limosnita han complementado la fotografía Ramón San Pablo, en cuyas obras se pueden ver aires de Henrier Cartier o Robert Capa. Pues eso, que Farruquito baila muy bien, para qué negarlo, pero casi mejor todavía sabe escoger a su equipo.
Ganas de verle bailar
Con todo, el público que ha llenado esta noche las 1.800 butacas del Teatro de la Maestranza ha disfrutado viéndole bailar, viendo todo lo que rodea a un artista que mantiene intacto su estilo desde que las primeras peñas le vieron mover los pies en sus inicios flamencos.
Volviendo al resumen oficial de la obra, se dice que es un espectáculo en el que poder mostrar “su verdad más desnuda, despojada de cualquier artificio, sin trampa ni cartón”. Sí, es Farruquito sin más ni más, el que el público quiere ver sobre todas las cosas. EFE