Redacción Ciencia, 27 sep (EFE).- En diciembre de 2020, la sonda espacial Hayabusa 2 trajo a la Tierra muestras del asteroide Ryugu y tras unos exámenes iniciales en Japón, esos diminutos granos negro azabache viajaron a centros de investigación de todo el mundo donde fueron medidos, pesados, analizados químicamente y expuestos a diversas radiaciones.
Uno de esos centros de investigación, el Max Planck Institute for Solar System Research (MPS), examina las proporciones de determinados isótopos metálicos en las muestras, unos análisis que pueden ayudar a comprender en qué parte del Sistema Solar se formó Ryugu.
Las conclusiones de sus últimos análisis se han publicado este viernes en la revista Science Advances.
Ryugu es un asteroide cercano a la Tierra: su órbita alrededor del Sol cruza la de la Tierra (sin riesgo de colisión) pero los científicos creen que no surgió en el Sistema Solar interior, sino que viajó hasta allí desde el cinturón de asteroides situado entre las órbitas de Marte y Júpiter.
Según las investigaciones de los últimos años, Ryugu encaja en la gran multitud de meteoritos ricos en carbono, las condritas carbonáceas. Y dentro de ese grupo Ryugu es algo poco común: una condritas CI o condritas de tipo Ivuna (hasta ahora sólo se han descubierto otros ocho de estos exóticos ejemplares).
Como su composición química es similar a la del Sol, se considera que se trata de material especialmente prístino que se formó en el borde más externo del Sistema Solar.
Pero sus últimos análisis ofrecen ahora una imagen diferente. Al investigar las proporciones de isótopos de níquel en cuatro muestras del asteroide Ryugu y seis muestras de condritas carbonáceas, el equipo ha confirmado la estrecha relación entre Ryugu y las condritas CI pero la idea de que proceda de un lugar en el borde del Sistema Solar ya no convence.
¿Qué ha ocurrido?. Hasta ahora, los investigadores habían entendido las condritas carbonosas como mezclas de tres ingredientes.
Pero el equipo sostiene que sus mediciones sólo pueden explicarse por un cuarto ingrediente: diminutos granos de hierro-níquel, que también deben haberse acumulado durante la formación de los asteroides.
"En la formación de Ryugu y las condritas CI, por un lado, y de los otros grupos de condritas carbonáceas, por otro, debieron intervenir procesos completamente diferentes", afirma Fridolin Spitzer, del MPS, primer autor del nuevo estudio.
Según los investigadores, las primeras condritas carbonáceas comenzaron a formarse unos dos millones de años después de la formación del Sistema Solar.
Atraídos por la fuerza gravitatoria del aún joven Sol, el polvo y los primeros cúmulos sólidos se abrieron camino desde el borde exterior del disco de gas y polvo hacia el interior del Sistema Solar, pero se encontraron con un obstáculo en el camino: el recién formado Júpiter.
Fuera de su órbita, los grumos más pesados y grandes se acumularon y se convirtieron en condritas carbonosas con sus numerosas inclusiones.
Dos millones de años después, se impuso otro proceso: bajo la influencia del Sol, el gas original se evaporó gradualmente fuera de la órbita de Júpiter dando lugar a la acumulación principalmente de polvo y granos de hierro-níquel, y eso dio lugar al nacimiento de las condritas CI.
"Los resultados nos sorprendieron mucho. Tuvimos que replanteárnoslo todo, no sólo con respecto a Ryugu, sino también con respecto a todo el grupo de condritas CI", reconoce Christoph Burkhard, del MPS.
Las condritas CI ya no aparecen como parientes lejanos y algo exóticos de las demás condritas carbonáceas del borde más externo del Sistema Solar, sino como hermanos más jóvenes que pueden haberse formado en la misma región, pero mediante un proceso diferente y más tardío. EFE