McCurry tras 50 años de fotografiar lugares, personas y miradas: "Todos somos iguales"

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Madrid, 26 sep (EFE).- Tras recorrer medio mundo fotografiando guerras, desastres, formas de vida y personas, el fotógrafo estadounidense Steve McCurry tiene una cosa clara: “Todos somos fundamentalmente iguales, no importa el lugar de dónde seamos ni la religión que profesemos, y nos mueven las mismas cosas”.

Hace 40 años, McCurry se dio a conocer a nivel mundial con la foto de una joven afgana de impactante mirada y enormes ojos verdes que miraba al mundo a la cara, con temor y desconfianza. Fue portada de la revista National Geographic y le propulsó a la fama.

Este jueves, McCurry ha estado en Madrid para presentar su último libro de fotos, ‘Capturando el alma’, en una edición exclusiva, numerada, limitada y firmada por el autor, concebido como un “homenaje a esa mirada penetrante de ojos verdes”, precisa la editorial Artika.

McCurry ha llevado a cabo la selección de cada una de las 40 instantáneas, en busca de sus trabajos más representativos, para crear un libro de artista único en el que reflexiona sobre su trayectoria y cada instante capturado por su cámara.

En conversación con EFE, ha recordado cómo al inicio de su carrera, con 27 años, logró introducirse en Afganistán y convivir con los muyahidines, entonces asediados por las tropas soviéticas, lo que le valió la Medalla de Oro Robert Capa y el reconocimiento profesional internacional.

Desde entonces, han sido cientos de viajes por todo el mundo fotografiando guerras, desastres naturales, costumbres ancestrales y modos de vida y personas de todo el mundo, pero especialmente de Asia y África.

Y de todo ello ha sacado una gran lección: “Da igual si viven en China, Afganistán o Estados Unidos: nuestras vidas son más o menos similares. Todos trabajamos, tenemos amistades, compartimos comidas (…), incluso las distintas religiones beben de la misma espiritualidad. Todos somos fundamentalmente iguales”.

Reconoce que, de las decenas de países recorridos, los que más le impactan son los de Asia, como la India, Pakistán, China y Bután, sitios a los que ha vuelto una y otra vez.

Como hizo con la niña de los ojos verdes, Sharbat Gula, una huérfana de 12 años en un campo de refugiados en la frontera de Pakistán y Afganistán en 1984, con la que se reunió en 2002, para encontrarse entonces una mujer adulta aún más triste y desconfiada que acabó huyendo a Italia y hoy está establecida en Alemania.

Y como volvió muchas veces a Afganistán, hasta el punto de que montó una ONG para apoyar a educación de los niños y niñas afganos, 'Imagine Asia', que aún hoy sigue en activo aunque ahora en “escuelas secretas”, en casa sparticulares, donde algunos valientes aún reúnen a niños y especialmente niñas para enseñarles lo más básico y lo más importante, leer y escribir.

“Pero lo hacemos en secreto, para no poner en riesgo la vida de los profesores, las niñas y sus familias”, subraya dolido de la “impensable vuelta atrás” de Afganistán. EFE

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