La violencia sexual es moneda de cambio en cárceles de Ecuador, alerta una organización

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Quito, 26 sep (EFE).- La ecuatoriana Heidy Mieles, quien forma parte de la organización Mujeres de Frente, que acompaña a mujeres privadas de libertad en el país andino, y que vela por el cumplimiento de sus derechos, alertó de que “la violencia sexual se ha vuelto una moneda de cambio en las cárceles”.

“La violencia sexual no es solo la satisfacción del vínculo sexual, sino que es una forma de conquistar un cuerpo. Realmente hay mujeres que aceptan intercambios sexuales porque ésta se puede volver una decisión entre la vida y la muerte”, aseguró Mieles en una entrevista con EFE en Quito, donde se ubica la sede de la organización.

La socióloga señaló que “este es un llamado a atender a lo que está sucediendo en las cárceles porque toda persona presa debería contar con unos mínimos para vivir, y no tener que ser una moneda de cambio”.

Y apuntó, además, que los agresores suelen ser los propios guías (guardias carcelarios), compañeros presos, policías o funcionarios públicos.

También incidió en que “la violencia sexual contra la mujeres se exacerba en momentos de 'guerra'”, en alusión a la declaración del "conflicto armado interno" declarado por el presidente de Ecuador, Daniel Noboa, desde inicios de año contra las bandas del crimen organizado, lo que conllevó la militarización de las prisiones.

Antes de que el Gobierno tomara esta medida, donde además se prohibió las visitas y que Mieles dijo rechazar, ésta recordó que también se dieron casos de “familiares que recibían violencia sexual en las visitas al momento del cacheo”.

 Violencias “innumerables” contra las presas

Estas y otras tantas violencias que sufren las mujeres presas en el país, así como la incansable lucha de esta organización para que se hagan cumplir los derechos humanos en estos recintos, se recogen ahora en el libro colectivo ‘Mujeres de Frente. Una historia de organización feminista popular y antirracista en Ecuador (2004-2024)’, de Kikuyo Editorial, donde se traza un recorrido por sus 20 años de historia.

En estas páginas, más de una decena de mujeres, entre ellas Mieles, analizan sus experiencias como parte del colectivo. Algunas de ellas han pasado por el penal, pero no todas. Sin embargo, en lo que todas coinciden es en el señalamiento de las vulneraciones de derechos que se cometen al interior de los centros penitenciarios.

En este sentido, Mieles apuntó que las violencias que se sufren en estas instalaciones son “innumerables” e “inenarrables”, y que además de un componente de género, también tienen una fuerte carga de “clase” y “raza”.

“El sistema carcelario genera una violencia racial a hombres jóvenes de territorios muy específicos del país, como Esmeraldas o Guayas, o de pueblos negros e indígenas”, agregó.

Ante este contexto, como bien se recoge en el libro, Mujeres de Frente lleva años acompañando a las presas en diferentes partes del país, cuidando de sus hijos e hijas en su guardería y capacitando a cientos de mujeres en empoderamiento político y feminista desde el interior de las cárceles.

Sin embargo, esta formación quedó paralizada con la declaratoria del conflicto armado interno.

 La reinserción de las presas

No obstante, la organización continúa con las capacitaciones en contabilidad y costura para aquellas mujeres que han salido de la cárcel, con el fin de que consigan ser autónomas a nivel económico, explicó Marta Collaguazo, también parte de Mujeres de Frente y una de las autoras del libro coral.

Collaguazo insistió en la urgencia de volver a tender vínculos sociales con las mujeres privadas de libertad por su bienestar y su salud mental.

Ellas necesitan "sentirse queridas, que todavía sirven para la sociedad, porque dentro les dicen que sólo valen para delinquir”, denunció.

Asimismo, expresó que la capacitación en el curso de política y feminismo ayuda a poner nombre a las violencias y a saber identificarlas.

Collaguazo, quien tiene dos sobrinos que han pasado por el establecimiento penal, confesó no creer en la justicia ante la alta impunidad frente a las vulneraciones de los derechos de las personas presas, pero concluyó que la esperanza está en el trabajo asociativo y en “hacer ver a las mujeres que son valiosas”.

Ane Amondarain

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