Tegucigalpa, 21 sep (EFE).- El hondureño Juan Ramón Irías, superviviente del huracán Fifí, que hace 50 años azotó con mayor fuerza la zona norte de Honduras, recordó este sábado los "hechos terribles" que vivió entonces, al caminar unos 24 kilómetros con el agua arriba de las rodillas.
"Después de 50 años que se están cumpliendo en este mes de septiembre guardamos aún en la memoria hechos terribles", dijo Irías a EFE en su casa, acompañado de su esposa, Reina Pineda, en el populoso barrio Céleo González, cercano a San Pedro Sula, norte.
Hacia el 19 de septiembre de 1974, Irías, trabajador social, salió a pie desde San Pedro Sula con su amigo Rosendo Cárcamo (recién fallecido), hacia la ciudad de El Progreso, en busca de sus padres, porque la población estaba amenazada por la descomunal inundación causada los días 17 y 18 por el Fifí, que hasta entonces era el huracán que más daño había dejado en Honduras en toda su historia.
Algunas fuentes oficiales registran que los muertos sumaron 10.000 y que las pérdidas a la infraestructura y producción agrícola fueron millonarias, en un país que entonces estaba poco desarrollado y su población era menos de la mitad de los diez millones de habitantes que tiene actualmente.
Irías recordó que sortearon muchos obstáculos, como cruzar colgados de cuerdas o cables tensados algunos puentes, cuyas cabeceras habían sido arrancadas por las embravecidas aguas, y momentos como cuando algunas personas, que "no aguantaban, caían y eran arrastradas".
Todo el Valle de Sula, uno de los más productivos de Honduras, parecía un mar por las copiosas precipitaciones durante dos días a causa del Fifí, causando el desbordamiento de caudalosos ríos como el Chamelecón y el Ulúa, entre otros, que desembocan en el Caribe.
Para llegar desde San Pedro Sula a El Progreso, pasando por el municipio de la Lima, había que caminar 27 kilómetros.
Irías y Cárcamo vieron a muchas personas muertas flotando, lo mismo que animales, árboles, vehículos y serpientes nadando, entre muchas otras cosas difíciles de olvidar.
Algunas personas de las centenares que caminaban solas o acompañadas fueron arrastradas y quedaron atrapadas en cercas de alambre de púas de potreros, donde varias murieron y otras sobrevivieron.
Después de unas ocho horas caminando lentamente, sin levantar los pies para no perder el equilibrio y el temor a ser arrastrados, y sus zapatos desechos, Irías y Cárcamo, y las demás personas en ruta, llegaron a un puente conocido como La Marimba, a tres kilómetros de El Progreso, que fue como una isla de salvación.
A primeras horas del día siguiente, socorristas con tractores y volquetes llegaron desde El Progreso a rescatar a todos los que estaban en La Marimba.
En El Progreso, según el relato de Irías, a su madre, Faustina Jiménez, campesina, la encontró en la plaza central, hasta donde fue llevada a la fuerza por socorristas, porque no quería salir de su casa, en una zona de alto riesgo.
"Esos episodios marcan unas heridas muy profundas", acotó Irías, quien 46 años después vivió otra situación similar a la del Fifí, causada por los huracanes Eta e Iota en el 2020, que en la primera quincena de noviembre azotaron a Honduras, dejando mucha destrucción en todo el país.
La casa de Irías y todas las del barrio Céleo González, quedaron inundadas de lodo y basura putrefacta, perdiendo además todas sus pertenencias.
Irías, junto a su esposa, y sus hijos Victoria del Carmen, Sucel Elizabeth, Julia Faustina y Carlos Ramón, han estado unidos en la tragedia causada por Eta e Iota, que dejaron alrededor de un centenar de muertos en Honduras, uno de los países del mundo más vulnerables a desastres naturales, situación que empeoró tras el paso demoledor del huracán Mitch, escala 5 Saffir-Simpson, en 1998, el más letal que ha sufrido el país.