Afganos para ganarle a Rusia: la aventura ucraniana del hombre que quiso matar a Trump

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Marcel Gascón

Kiev, 16 sep (EFE).- Reclutar para el Ejército ucraniano a miles de soldados afganos que se habían quedado sin trabajo tras la retirada de la OTAN de Afganistán fue durante muchos meses la obsesión de Ryan Routh, el ciudadano estadounidense de 58 años detenido por intentar matar supuestamente este domingo en Florida al expresidente de EEUU y aspirante republicano a la Casa Blanca Donald Trump.

Así lo dejó claro el propio Routh, que decía ser un contratista de obras residente en Hawai que lo había dejado todo al comienzo de la guerra para viajar a Kiev y apoyar a Ucrania y escribió a varios congresistas pidiendo apoyo para su idea, en una charla con EFE en marzo de 2023 en una cafetería de la capital ucraniana.

Además de intentar vender su plan a las autoridades ucranianas, que siempre se desmarcaron de los intentos de Routh de asociar su nombre de manera oficial a Ucrania, llegó a presentarse también como reclutador para el Ejército ucraniano, que también desautorizó su legitimidad para desempeñar tal papel.

Cargando dos pesados libros de contabilidad con miles de nombres y teléfonos de quienes supuestamente habían combatido con el Ejército del Gobierno afgano aliado de Occidente, Routh expuso en la charla durante una hora larga sus argumentos a favor de que las Fuerzas Armadas de Ucrania alistaran a todos estos combatientes con experiencia perseguidos ahora por los talibanes.

Por un lado, decía Routh, el reclutamiento masivo de afganos en su Ejército permitiría a Ucrania reducir la desventaja con Rusia en número de personal.

Al mismo tiempo, su admisión en las Fuerzas Armadas ucranianas ayudaría, según este contratista convertido en reclutador ‘freelance’ y no autorizado para el Ejército de Kiev, a salvar a miles de afganos que se habían jugado la vida defendiendo un Afganistán libre y alineado con Occidente.

Exiliados o escondidos del nuevo poder talibán dentro de Afganistán, explicaba Routh, los antiguos integrantes del Ejército regular afganos malvivían anhelando una oportunidad de volver a ponerse el uniforme y a empuñar el arma por una causa justa, como él mismo decía haber comprobado en conversaciones con muchos de ellos a través de los teléfonos que tenía apuntados en sus libros.

Routh aseguraba haber tratado sin éxito de convencer a las autoridades militares y civiles ucranianas para dar luz verde a este reclutamiento masivo. El contratista tachaba a los funcionarios y dirigentes ucranianos de arrogancia y paranoia por no abrazar y poner en práctica su idea.

También se quejaba de que no le hubieran permitido alistarse a él mismo al Ejército debido a que carecía de experiencia militar.

Para convencer a las autoridades ucranianas de la idoneidad de su plan, Routh había escrito numerosas peticiones pidiendo apoyo a congresistas estadounidenses. El contratista transformado en activista mostró copias en papel de algunas de esas cartas durante la charla.

Además de hacer lobby en favor de su plan, Routh se presentaba como reclutador de la Legión Internacional, creada por el Gobierno ucraniano para atraer a combatientes extranjeros interesados en combatir con Ucrania a cambio de dinero.

“Oficina de reclutamiento militar”, decía en español uno de los folios plastificados que Routh pegaba en aceras y farolas de lugares emblemáticos y concurridos de la capital ucraniana. El anuncio estaba también en inglés y alemán y ofrecía como forma de contacto de los interesados un correo electrónico, una página web que todavía funciona y el Facebook personal de Routh.

“3.000 dólares americanos al mes. ¡Necesitamos a miles de combatientes!”, se leía al final del folio.

Fuentes de la Legión Internacional negaron cualquier relación con Routh y advirtieron de que éste no trabajaba en su nombre ni en el de las autoridades ucranianas.

Uno de los carteles en los que se presentaba como reclutador estaba pegado en el bordillo que separa de la acera el jardín atestado de banderas de Ucrania que recuerda a todos los caídos en la plaza de la Independencia de Kiev, más conocida como el Maidán.

En otro folio pegado al lado, Routh pedía que le enviarán un correo con las historias personales de soldados caídos para hacer un libro en su recuerdo.

Durante el tiempo que estuvo en la capital ucraniana era habitual verlo caminar -vestido con vaqueros, botas camperas, chaqueta de cuero negra, camisa y corbata- por las calles del centro cargado con sus libros de contabilidad, probablemente de camino a reuniones para tratar de vender su idea sobre el reclutamiento masivo de afganos. EFE

mg/egw/lab

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