Los jóvenes iraníes ya no protestan en las calles, pero aún ansían libertades

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Teherán, 15 sep (EFE).- Hace mucho que no resuenan los gritos de “Mujer, vida libertad” en las calles de Irán, ni se queman velos en hogueras con mujeres bailando alrededor. Pero muchos jóvenes iraníes aún ansían las libertades que pedían tras la muerte de Mahsa Amini en septiembre de 2022, hace ahora dos años.

La muerte de la joven kurda de 22 años el 16 de septiembre de 2022 tras ser detenida por no llevar bien puesto el velo islámico desató unas protestas sin precedentes contra la República Islámica en las que mujeres y jóvenes iraníes pidieron más libertades.

La represión estatal que causó 500 muertos,  22.000 detenidos y sobre todo las 10 ejecuciones de manifestantes, dos de ellos en público, apagaron las protestas de una generación de iraníes que soñaron durante un instante con otro país.

Sin embargo, el descontento de buena parte de la población y en especial de los jóvenes permanece intacto, aunque ya no griten en las calles el “Mujer, vida libertad”, eslogan de las protestas.

“Siento que este no es mi país. El sistema político me hace sentir que no pertenezco a este lugar”, cuenta a EFE Amir, un joven de 26 años licenciado en Psicología.

Este teheraní considera que el trabajo de un gobierno debería ser crear las condiciones para que la población pueda prosperar y vivir con libertades, algo que no cree que suceda en Irán.

“A las autoridades les preocupa más que las mujeres se pongan el velo que nuestro porvenir”, opina.

El joven lamenta la falta de libertades sociales, de expresión y hasta a la hora de vestir o comer.

“Vivimos en una dictadura”, asegura y considera que aunque se celebren elecciones presidenciales el mandatario carece del poder suficiente para cambiar las cosas ya que el líder supremo de Irán, Ali Jameneí, tiene más poder.

“No puedo ni usar pantalones cortos porque es anti islámico a pesar del calor que hace en verano”, explica, consciente de que es aún más grave el caso del velo, que se convirtió en símbolo de opresión durante las protestas.

Amir nunca ha ejercido de psicólogo por falta de oportunidades y trabaja en una cafetería. Ahora busca migrar a un país occidental para continuar sus estudios en busca de oportunidades y libertades.

 

Un iraní que dejó su país a pesar de tener un trabajo bien remunerado en dólares con una empresa extranjera es Said, y lo hizo por su hija.

“Creo que esto es lo mejor que le puedo dar a mi hija: crecer en un país normal, democrático y libre”, explica este ingeniero civil, que decidió abandonar su país tras las protestas de 2022.

Said trata de prosperar en un país occidental, donde se enfrenta a las dificultades a las que suelen hacer frente los migrantes, como la falta de oportunidades y estar lejos de su familia y amigos, entre otros.

“No le veo futuro a mi país, por eso estoy aguantando todas las dificultades”, asegura.

“El día que los clérigos ya no manden en Irán y se establezca un sistema democrático regresaré a mi país”, explica.

Leila, empleada de una empresa de electrodomésticos de Teherán, no tiene planes de marcharse de su país, pero quiere libertades sociales, de expresión y sobre todo de género.

“Quiero que las mujeres sean valoradas igual que un hombre y tengan las mismas oportunidades”, explica esta mujer que protestó en las calles del país en 2022 tras la muerte de Amini, lo que consideró la “gota que colmó el vaso”.

En su opinión, muchos iraníes anhelan una democracia laica, donde la religión no tenga que ver en los asuntos importantes del país.

“La religión debe ser algo personal que no influya en la política o en temas sociales”, dice.

Y no cree que el nuevo presidente reformista, Masud Pezeshkian, quien prometió cierta apertura durante la campaña electoral, vaya a traer muchos cambios, ya que considera que el problema es el propio sistema.

“Sea quién sea el presidente, en este sistema es imposible hacer reformas o cambios que choquen contra los pilares de la República Islámica, como es el caso del velo”, asegura.

Jaime León

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