Fuerteventura, agosto de 1994: Recuerdos de las pateras que abrieron la 'Ruta Canaria'

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Las Salinas (España), 27 ago (EFE).- El 28 de agosto de 1994, los hermanos Juan y Pablo García, marineros de Las Salinas, en la isla española en el Atlántico de Fuerteventura, vieron cómo dos hombres saharauis se bajaban de una barca de pesca y echaban a andar sin rumbo y sin ser conscientes de que habían 'inaugurado' la Ruta Canaria.

Hacía años que los marroquíes se jugaban la vida intentando atravesar los 14 kilómetros del Estrecho de Gibraltar en embarcaciones precarias, pero serían Baijea y Bachir, dos jóvenes de 24 y 22 años, los que abrieron una nueva puerta a Europa cruzando los 96 kilómetros que separan Fuerteventura de África.

"Mis cuñados, Pablo y Juan, eran marineros. Fueron ellos quienes vieron llegar el barco, recuerdo que decían que ese tipo de barcos no era de la zona y que desembarcaron dos personas”, cuenta a EFE Aurora Hernández, propietaria del restaurante Los Caracolitos, cuya terraza también resguardó a inmigrantes que, de noche, llegaban ateridos de frío.

De aquel día de 1994 apenas tiene recuerdos, pero sí de las siguientes llegadas y de los primeros naufragios, según Las Salinas se convertía en uno de los principales desembarcaderos de pateras del archipiélago de Canarias.

En las primeras llegadas asegura que hubo "exaltación" entre los lugareños porque era "algo novedoso y, a la vez, terrible, pero con el tiempo lo hemos ido normalizando".

Su relato tiene episodios de naufragios y de cuerpos sin vida a la orilla del mar; historias como la de su cuñado, que vio un cadáver flotando mientras pescaba pulpos, o el que ella misma se encontró a escasos metros de su casa.

"Esa imagen no se me borra. Por mucho que te cuenten, vivir en primera persona y ver que los sueños de una persona acaban en un rincón como este es muy desagradable", se lamenta.

Treinta años después, ha entendido que los que viven a este lado del mundo son "muy afortunados. En cada persona que arriesga su vida y la de sus hijos hay una situación terrible, sólo están buscando una vida mejor".

Juan Francisco de Vera y José Ángel Suárez llevan cada uno de ellos más de 30 años como agentes de la Policía local de Antigua, y recuerdan cómo aquel 28 de agosto les llegó el aviso de que había un barco que no dejaba salir a faenar a los de la zona.

"Nos encontramos a dos personas andando por la carretera. Al pararlos, nos dijeron que eran saharauis y que querían asilo político, eso fue lo único que les pudimos entender", cuenta Juan Francisco. Después llamaron a la Guardia Civil y Policía Nacional, pero nadie sabía qué hacer, "porque en Canarias no había sucedido nada similar”, recuerda.

Juan Francisco y José Ángel jamás pensaron que aquellos dos jóvenes abrían un camino desde África que en febrero de 1995 volvían a recorrer cinco saharauis. Ese año llegaron 40 inmigrantes en pateras a la isla.

"Vivimos la época dura de las pateras", asegura Juan Francisco y añade su compañero que, durante un tiempo llegaban embarcaciones a diario: "Al final, estaba casi normalizado".

Entre los más duro para los agentes era encontrarse cadáveres en la orilla, que se recogían y "prácticamente se los llevaban a enterrar al cementerio porque los cuerpos estaban irreconocibles después de mucho tiempo en el mar".

Manuel Hernández Hierro era el representante del Gobierno español en Fuerteventura cuando empezaron a llegar las pateras. Recuerda la sorpresa que causó la llegada de dos personas que decían ser saharauis que venían huyendo del régimen de Marruecos.

"No le dimos más importancia porque no la asociamos con el fenómeno de la inmigración, lo vimos como un tema meramente político", cuenta a EFE.

A los dos jóvenes se les aplicó la Ley de Extranjería, medida que conllevaba su expulsión, pero como habían solicitado asilo político quedaron a la espera del trámite. En esos momentos "era muy difícil el tema del asilo político porque suponía desairar a Marruecos y reconocer que era un país de represión".

Explica: "El fenómeno de inmigración como tal no existía en nuestra conciencia hasta que empezaron a llegar subsaharianos de Senegal o de Mali. Entonces nos dimos cuenta de que era un fenómeno motivado por gente que lo estaba pasando muy mal y huían de sus países por motivos políticos, económicos...".

En 1995, el delegado del Gobierno en Canarias, Eligio Hernández, le comentó que el organismo de inteligencia español había detectado en el África subsahariana "a miles de personas que pretendían salir de esos países para buscar una vida mejor".

"Ahí nos dimos cuenta de que el fenómeno, de cara al futuro, iba a tener una trascendencia tremenda y así se demostró luego", comenta Hernández Delgado.

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