Taipéi, 27 ago (EFE).- El presidente de Taiwán, William Lai (Lai Ching-te), cumple este martes sus primeros cien días en el cargo sin señales de distensión por parte de China, que ha incrementado su actividad militar en torno a la isla y recrudecido el tono de sus amenazas contra los “secesionistas” taiwaneses.
Considerado como un “independentista” y un “alborotador” por Pekín, Lai sintetizó su postura respecto a China al tomar posesión el pasado 20 de mayo, cuando subrayó que la República de China (nombre oficial de Taiwán) y la República Popular China “no están subordinadas entre sí”.
“Espero que China afronte la realidad de la existencia de la República de China, respete las decisiones del pueblo de Taiwán y, de buena fe, elija el diálogo en lugar de la confrontación, el intercambio en lugar del aislamiento y, bajo los principios de igualdad y dignidad, participe en la cooperación con el gobierno legítimo elegido por el pueblo de Taiwán”, manifestó Lai durante su primera intervención pública como mandatario.
Esos llamados a la conciliación no fueron muy bien recibidos por Pekín, que respondió con el lanzamiento de unas maniobras militares a gran escala para “castigar” los “actos separatistas” de quienes buscan “la independencia de Taiwán”, un territorio gobernado de forma autónoma desde 1949 y considerado por China como una “provincia rebelde”.
“Todos los actos separatistas en pro de la ‘independencia de Taiwán’ serán recibidos con un golpe frontal por parte de los más de 1.400 millones de chinos”, aseveró el portavoz chino de Exteriores Wang Wenbin tras el despliegue de aquellos ejercicios, que también pretendían “advertir seriamente a las fuerzas externas por su injerencia y provocaciones”, en referencia al presunto apoyo de EE.UU. a la causa independentista.
En los últimos cien días, Lai ha tenido que lidiar con la presión constante del Ejército chino, que ha aumentado la intensidad de sus actividades en los espacios aéreos y marítimos cercanos a Taiwán.
Desde el 20 de mayo, el Ministerio de Defensa taiwanés ha detectado más de 1.700 aviones de guerra y más de 800 buques de la Armada china operando en los alrededores de su territorio, poniendo de manifiesto la necesidad de mejorar las capacidades defensivas de la isla.
“El mayor desafío es afrontar el fuerte ascenso de China, que está destruyendo el statu quo en el Estrecho de Taiwán y ve la anexión de Taiwán y la eliminación de la República de China como una causa nacional para el rejuvenecimiento de su pueblo”, aseguró Lai durante un desfile militar el pasado 16 de junio.
Así, el Gobierno taiwanés ha propuesto ampliar el presupuesto de Defensa hasta un “máximo histórico” de 647.000 millones de dólares taiwaneses (20.280 millones de dólares) en 2025, siempre y cuando obtenga el visto bueno del Parlamento, actualmente controlado por una oposición favorable a estrechar lazos con Pekín.
China no sólo ha recurrido a la presión militar para intimidar al nuevo Ejecutivo isleño: el gigante asiático publicó a mediados de junio un conjunto de directrices judiciales destinadas a castigar a los “separatistas” de Taiwán, entre las que se incluyen medidas como la pena de muerte y los juicios en ausencia para los acusados de “dividir el Estado”.
Por ese motivo, el Gobierno taiwanés elevó su alerta de viaje para China, Hong Kong y Macao a “nivel naranja”, el segundo más alto, al considerar que dichas regulaciones representaban una “grave amenaza para la seguridad personal” de los taiwaneses.
“China no tiene ningún derecho a sancionar al pueblo taiwanés por sus convicciones ni a perseguir a los ciudadanos taiwaneses más allá de sus fronteras”, denunció Lai, quien ha reiterado en numerosas ocasiones su disposición a recuperar el diálogo con Pekín, suspendido desde 2016.