La caída a cámara lenta de Fumio Kishida, el líder que rearmó a Japón

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Antonio Hermosín Gandul

Tokio, 14 ago (EFE).- Durante sus casi tres años en el poder Fumio Kishida ha emprendido un giro histórico de Japón en materia militar que incluye su acercamiento a la OTAN y se ha visto desgastado de forma lenta pero inexorable por las intrigas de su propio partido.

Kishida asumió el mando del conservador Partido Liberal Democrático (PLD) en septiembre de 2021, en un momento delicado para una formación que no terminaba de encontrar a un líder sólido en reemplazo del influyente Shinzo Abe tras su renuncia un año antes.

Abe, el primer ministro más duradero en el cargo de Japón, fue el principal valedor del que fuera su ministro de Exteriores, además de dejar un legado que este asumió en gran medida.

Kishida (Tokio, 1957) llegó al poder con un perfil dialogante y moderado y con afán conciliador hacia las vecinas China y Rusia -países con los que Tokio mantiene disputas territoriales-, pero pronto se vio obligado a adoptar una línea más dura y atlántica.

La invasión rusa de Ucrania, el acercamiento entre Moscú y Pekín y el aumento de las tensiones en Asia-Pacífico, sobre todo alrededor de Taiwán, empujaron a Kishida a acelerar la aprobación de un plan para potenciar las capacidades militares niponas que ya había esbozado Abe.

Este plan incluye elevar el gasto militar al nivel de países OTAN e intensificar la cooperación con este organismo, además de reforzar los tradicionales lazos con Estados Unidos y ampliarlos con Corea del Sur.

Otro gran sobresalto para el Ejecutivo de Kishida llegó en el verano de 2022, cuando Abe fue tiroteado durante un mitin electoral en plena calle. El exmandatario falleció poco después del ataque y dejó al país en estado de conmoción, y a su discípulo aventajado y a su partido sin su gran referente.

En abril de 2023 el propio Kishida fue objeto de otro intento de atentado fallido cometido durante un mitin por un individuo que también empleó un arma de fabricación doméstica, en este caso una bomba arrojada cerca del primer ministro y que estalló después de que este fuera evacuado a salvo.

En clave nacional, la de Kishida ha sido una trayectoria política lastrada por los sucesivos escándalos que sacudieron a su partido.

El citado asesinato de Abe hizo que salieran a la luz los vínculos del PLD con la controvertida organización religiosa de la Iglesia de la Unificación, también conocida como la 'Secta Moon'.

Ante la avalancha de descontento popular por los 'favores' entre esa organización y el partido, Kishida se vio obligado a lanzar una investigación interna y una limpieza de su partido y su Gabinete.

Durante 2023 el primer ministro logró mejorar sus índices de popularidad gracias a la presidencia nipona del G7 y a la cumbre de líderes celebrada en la simbólica ciudad de Hiroshima, donde tiene raíces el mandatario.

Pero a finales de ese mismo año estalló un nuevo caso comprometedor para su partido: los 'cobros en negro' de las facciones o subagrupaciones del PLD lideradas por sus barones, entre ellos el propio primer ministro.

Llovía sobre mojado para los japoneses, que afrontaban precios crecientes con salarios estancados y un constante runrún sobre subidas de impuestos.

A raíz de ello, el índice de aprobación popular de Kishida llegó a caer al 15 % y la nueva purga de su partido no sólo no bastó para aplacar el descontento ciudadano, sino que, además, dejó al mandatario en una débil posición dentro de su formación que culmina con su renuncia. EFE

ahg/mra/alf

(foto)

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