Pogacar, la ambición sin fin

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Luis Miguel Pascual

Niza (Francia), 21 jul (EFE).- Tadej Pogacar no concibe el deporte si no engloba una premisa: ganar. El esloveno, que acaba de ganar el tercer Tour de su carrera, encarna un ciclismo salvaje, una visión racial del deporte que desafía a los cálculos y rompe las estrategias.

Ganar está en su ADN hasta el punto de que su ambición le ha generado enemigos, como si el deporte no estuviera hecho para recompensar al mejor. Así lo practica este esloveno de 25 años, que se convirtió en el octavo ciclista capaz de encadenar las victorias en el Giro de Italia y en el Tour de Francia.

Dos carreras que ganó sin dejar migajas a sus rivales, asestando golpes en cada ocasión en que fue posible, llevando hasta su palmarés hasta la más mínimas de las recompensas.

Esa gesta, que nadie había logrado desde Marco Pantani en 1998, demuestra su sed insaciable por el éxito, el mismo que le ha llevado a inscribir su nombre en clásicas, en carreras de una semana y en todo reto que se le ponga por delante.

Porque frente a quienes sacrifican en el altar del Tour de Francia otras ambiciones, encarnados en la figura del danés Jonas Vingegaard, Pogacar no quiere renunciar a otros honores y no está dispuesto a que vencer en la carrera más importante del mundo repose en renuncias.

La ambición entró pronto en las venas del menor de cuatro hermanos de una familia formada por una profesora de francés y un diseñador industrial de muebles que vieron como el pequeño, el más tranquilo, siguió los pasos del mayor y dejó el balón de fútbol para subirse a una bicicleta.

Le costó entrar en el club local de Ljubiana en 2006, porque no había bicicletas de su talla, pero en un país en plena vorágine por encontrar talentos deportivos, no tardó en buscar un hueco a un niño que apuntaba maneras.

En 2008 disputó su primera carrera y derrotó a rivales de hasta dos años más, porque no había categoría de la suya, y no fue más que el primero de los hitos que fue poniendo a su carrera.

Ganar le colocó en el centro de la escena, en las libretas de todos los ojeadores que venían en su talento y su determinación la estructura de un gran campeón.

En el Ljubljana Gusto Xaurum que dirigía Marko Polnac, se convirtió en una auténtica estrella del ciclismo no profesional a base de victorias que fueron también forjando su carácter insaciable y en uno de los símbolos de la preparación deportiva eslovena, que blandía con orgullo a su nueva estrella.

En su biografía hay un hueco importante para el exciclista esloveno Andrej Hauptman, que desde sus once años se convirtió en su representante, pero también para el español Joxean Fernández Matxin, un director deportivo adepto de las carreras de aficionados que le tenía apuntado con letras grandes en su libreta.

Cuando su amigo Mauro Gianetti, con quien comparte un pasado escabroso en el Saunier Duval, le pidió que le acompañara en la aventura que iba a iniciar con los petrodólares de Emiratos Árabes Unidos (UAE), el técnico español no dudó en atraer al proyecto a ese joven esloveno de ambición sin límites, que venía de ganar el Tour del Porvenir entre otras muchas carreras.

Era el año 2019 y Pogacar descubría un nuevo entorno, el mundo profesional que a otros les causó una gran impresión pero en el que él enseguida se sintió como pez en el agua, porque atizaba todavía más su instinto ganador.

En su primera temporada se impuso en la Vuelta a California, el más joven en conseguir un triunfo profesional y el equipo le recompensó con su inscripción en la Vuelta a España como gregario del italiano Fabio Aru.

Pero el esloveno dejó claro ya que no sabe ser comparsa y acabó ganando tres etapas de montaña y tercero de la general, tras su compatriota Primoz Roglic y el español Alejando Valverde, dejando claro que no tenía tiempo que perder.

Al año siguiente volvió a desafiar a Roglic, pero esta vez en el Tour, donde el esloveno llegaba escoltado por el equipo más potente, pero al que logró arrebatar la victoria en el último escalón, una crono en La Planche des Belles Filles que le propulsó a la gloria.

Reincidió en 2021, esta vez manteniendo la presión de ser el favorito, dejando una imagen de solidez enorme, que no hacía presagiar que al año siguiente se dejaría escapar la ronda gala en la rivalidad que se perfilaba con el danés Jonas Vingegaard.

Tras perder el Tour en 2022 aseguró que tenía que aprender a combinar mejor la ambición con los objetivos deportivos, pero no dejó de acudir a sus carreras favoritas y a ganarlas.

En una de ellas, la Lieja-Bastona-Lieja, sufrió una caída que le mermó en el Tour, que acabó perdiendo contra Vingegaard.

Pero regresó este año con un reto doble, encadenar el Giro con el Tour, algo que solo está a la altura de los grandes, de los más inmensos.

Pogacar no se queda ahí. En esta temporada suma ya 21 victorias y ya puso el punto de mira en la siguiente: "Veo a Mathieu van der Poel muy guapo con el jersey arcoiris, lo quiero para mi". EFE

lmpg/arh

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