Pedro Pidal, diputado, montañero, cazador y... ¿el primer medallista español?

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Natalia Arriaga

Madrid, 16 jul (EFE).- La historia del olimpismo español es una víctima más de la caótica organización de los Juegos de París 1900. Debido a aquel desastre, las distintas fuentes no se ponen de acuerdo sobre cuál fue la primera medalla olímpica española; aunque, en eso sí coinciden, vino de París.

La Ciudad de la Luz inaugurará el próximo día 26 sus terceros Juegos, preparados durante siete años de forma minuciosa, muy lejos de lo que sucedió en aquella primera edición, en la que muchos deportistas no se enteraron de que habían sido olímpicos hasta años después.

Pedro Pidal y Bernaldo de Quirós (Gijón, 1870-1941), Marqués de Villaviciosa, es para el Comité Olímpico Español (COE) su primer medallista, al que acredita como ganador de la plata en la prueba de tiro al pichón. Pero no hay unanimidad sobre la consideración olímpica de esa competición.

Con medalla o sin ella, Pidal es un personaje fascinante. A su mano hay que atribuir la creación del Parque Nacional de la Montaña de Covadonga. Y a sus piernas, la primera cumbre en el Naranjo de Bulnes, en 1904, que logró acompañado del pastor Gregorio Pérez 'El Cainejo', quien subió descalzo.

El entonces diputado, de origen noble, muy aficionado al montañismo y a la caza, viajó en 1900 a París para visitar la Exposición Universal en calidad de vicepresidente de la empresa minerosiderúrgica Fábrica de Mieres. Ya que estaba allí, se inscribió en una prueba de tiro al pichón, una más de las 38 competiciones de tiro que se diluyeron, como las de otros deportes, a lo largo del programa de la Exposición y que se prolongaron durante cinco meses y medio.

Pidal quedó segundo, por detrás del australiano Mac Kintosh, con una marca de 21 pichones. Su premio fue una pipa, que no pudo disfrutar porque no era fumador.

Los eruditos han buceado durante años en el enjambre de competiciones coincidentes con la Exposición Universal de 1900 para analizar cuáles podían considerarse oficialmente olímpicas. La última revisión, validada por el COI, hizo una criba considerable y la prueba de tiro al pichón no pasó el corte.

Con ello, además, los anales olímpicos se libraron del sonrojo de incluir una competición en la que se mataba animales.

En definitiva, los archivos del COE admiten la medalla de plata de Pidal, pero los del COI no.

Lo que sucede es que gracias a esa misma revisión de pruebas se adjudicó la medalla de oro olímpica en cesta punta a José de Amézola y Francisco Villota, quienes el 14 de junio de 1900 la ganaron sin saberlo y sin haber disputado ningún partido porque sus únicos rivales, los franceses Maurice Durquetty y Etchegaray, se retiraron.

Esta competición que no lo fue sí pasó el visto bueno de los historiadores, aunque décadas después, por lo que los dos pelotaris españoles, alavés y cántabro, murieron sin saber que serían oficialmente considerados los primeros medallistas olímpicos españoles.

Pedro Pidal fue un amante del deporte y de la montaña hasta el final de sus días. Escribió más de veinte obras, desde tratados políticos hasta libros de escalada. Sus restos mortales descansan en uno de los parajes más hermosos de la geografía española, el Mirador de Ordiales en los Picos de Europa, hasta donde fueron trasladados en 1949 por otros compañeros, siguiendo el último deseo del marqués. EFE

nam/jpd

(fototeca)

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