Montecarlo, 5 jul (EFE).- Si J. M. W. Turner, el más famoso de los pintores ingleses, viviera hoy, estaría probablemente preocupado por la crisis climática. Esa es una de las tesis que apunta la muestra protagonista del verano cultural en Mónaco, dedicada a la experiencia de lo sublime en sus paisajes y a su huella en los artistas contemporáneos.
Ubicada en los 2.000 metros cuadrados del Forum Grimaldi de Montecarlo y realizada en colaboración con la Tate, la exposición "Turner, la herencia sublime" supone uno de los préstamos más amplios y exclusivos jamás realizados por esa institución británica, ya que entre sus 80 obras hay algunas en papel y acuarelas muy sensibles a la luz que rara vez se exponen incluso en sus propias galerías.
"Ha sido una bonita colaboración de casi tres años", indicó a EFE sobre la preparación del proyecto Catherine Alestchenkoff, directora de eventos culturales del Forum Grimaldi, durante la presentación a la prensa de la muestra, que abre al público este sábado y estará abierta hasta el 1 de septiembre.
Por ejemplo, hasta este espacio de exposiciones al pie del Mediterráneo ha viajado el "The Blue Rigi, Sunrise" que Joseph Mallord William Turner (Londres, 1775-1851) pintó con acuarelas en 1842 y que, por motivos de preservación, solo se puede exponer durante 16 meses cada diez años.
Esa vista de una montaña de los Alpes al amanecer es uno de los ejemplos de la presencia de lo sublime en la pintura de Turner: la impresión, al ver una obra de arte sobre la naturaleza, de estar experimentándola, aunque no se esté realmente en su presencia.
"En el siglo XVIII hubiera sido muy difícil para la mayor parte de la audiencia de Turner haber visito todas estas cosas en la vida real, así que las experimentaban a través del arte por primera vez", explicó a EFE Elizabeth Brooke, comisaria de la exposición.
La fascinación de Turner por la vastedad de la naturaleza se producía en el contexto de la revolución industrial en Gran Bretaña, un proceso en el que el pintor también estuvo muy interesado.
Es por eso que Brooke considera que el pintor de paisajes por excelencia, si viviera en 2024, estaría muy preocupado por el cambio climático, como lo están muchos artistas de nuestra época.
"Es algo que seguimos cuestionando", explica Brooke sobre la interacción del hombre y la naturaleza, aunque la forma de hacerlo, en plena crisis climática, haya cambiado.
La exposición no se limita al trabajo de Turner -organizado de manera cronológica y por temáticas como el mar, el cielo, las montañas o Venecia-, sino que además cuenta con obras de otros 15 artistas contemporáneos, como Mark Rothko, Peter Doig, Laure Prouvost, Katie Paterson o Howard Hodgkin.
Es en ese diálogo en el que la influencia a lo largo de los siglos del pintor británico sale a la luz, pero también desvela nuevas dimensiones en las telas y acuarelas del artista romántico.
El paralelismo es claro, por ejemplo, entre el sombrío paisaje marino 'Three Seascapes' (1827) y un cuadro de Rothko -que era admirador de Turner- sin título en negros y grises de 1969 o entre las representaciones de Venecia realizadas por Howard Hodgkin, muy diferentes a las vistas de Turner, pero aún así conectadas.
Por su parte, la obra 'The glacier melt series 1999/2019', una serie de treinta fotografías que muestran el derretimiento de un glaciar realizada por el danés Ólafur Elíasson, enlaza con 'The fall of an Avalanche in the Grisons', una avalancha -probablemente imaginaria- pintada por Turner en 1810.
De un lado, Turner revela la fuerza inconmensurable y a veces destructora de la naturaleza, y del otro Elíasson indaga en el efecto devastador de la humanidad en el medioambiente.
Estos posibles emparejamientos fueron, en realidad, la semilla de la idea de esta exposición, ya que Brooke es en realidad especialista en arte contemporáneo.
"Pero trabajando en la Tate durante cinco años, dado que es la mitad de nuestra colección, es imposible no volverse también una especialista en Turner", bromeó la comisaria.
Nerea González