Turquía y los éxitos agónicos: de la mano inocente de Franco Gemma a la parada de Günok

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Juan Manuel Sánchez

Berlín, 4 jul (EFE).- La selección de Turquía no ha sido históricamente una de las más exitosas del panorama futbolístico, pero los escasos logros que ha cosechado en sus cien años de existencia siempre han llegado de manera agónica: desde la mano inocente del niño italiano Franco Gemma, pasando por el gol de oro del Mundial de Corea, siguiendo por las inverosímiles remontadas en Austria y Suiza y acabando por la reciente y salvadora mano del meta Mert Günok.

Tras estrenarse en la alta competición en los Juegos Olímpicos de París 1924, el conjunto de la luna y la estrella tuvo que esperar treinta años para debutar en el Mundial. Y a él llegó de la forma más peculiar: Turquía había quedado encuadrada en un grupo de clasificación integrado únicamente por dos equipos, los propios otomanos y España.

En el partido de la primera vuelta, el combinado que entrenaba Luis Iribarren, que aún no podía contar con Ladislao Kubala ya que su nacionalización estaba todavía en proceso de tramitación, superó con facilidad por 4-1 a Turquía en el Santiago Bernabéu, entonces aún Nuevo Chamartín.

En el segundo choque, en el que se esperaba que España hiciera prevalecer su poderío para rematar la faena, los turcos dieron la campanada y ganaron por 1-0 en Estambul.

En una época en la que no se recurría a la diferencia de goles para resolver la igualdad de puntos, se decretó que ambas selecciones disputaran un encuentro de desempate en Roma, que finalizó de nuevo en tablas: 2-2.

Al término del choque, y para dilucidar cuál de los dos conjuntos acudiría a Suiza 54, la FIFA decidió que un niño italiano de 14 años allí presente, Franco Gemma, ejerciera de mano inocente para sacar, de una urna, la papeleta con el nombre de uno de los dos países.

Turquía fue la agraciada y se estrenó en el Mundial helvético unos meses después. Todo un éxito; aunque, posteriormente, cayeran en una primera ronda en la que la suerte, esta vez adversa, les deparó medirse a los que serían los dos finalistas del torneo: Alemania Occidental y Hungría.

La selección turca tendría que esperar casi medio siglo para retornar a una cita mundialista. Sería en la edición de Corea y Japón 2002, a la que también acudieron a última hora, tras superar a Austria en la repesca.

Sin embargo, el conjunto dirigido por Şenol Güneş y liderado por Hakan Şükür, del que se esperaba poco antes del arranque, se acabó convirtiendo en la absoluta revelación del torneo. Y, cómo no, lo hizo al límite.

Tras caer derrotada ante Brasil en la jornada inaugural y empatar con Costa Rica en la segunda, Turquía requería de una carambola en la última fecha para clasificarse a la fase final.

Necesitaba derrotar por goleada a la débil China y que la ‘Canarinha’ hiciera lo propio ante ‘Los Ticos’... y ambos resultados se dieron. Un 3-0 y un 5-2 que catapultaron a los otomanos a los octavos. Ahí se deshicieron de una de las anfitrionas, Japón, por un apretado 1-0 en Rifu.

En cuartos aguardaba Senegal en el Estadio Yanmar Nagai de Osaka, que también venía de protagonizar la sorpresa al eliminar a la vigente campeona, Francia, en la fase de grupos.

Un competido y polémico empate a cero dio paso a la prórroga, que entonces se jugaba con el formato de gol de oro. Ahí, a los cinco minutos, un balón centrado desde la derecha fue rematado por el entonces delantero del Beşiktaş İlhan Mansız de manera poco ortodoxa pero efectiva, clasificando a los otomanos para unas históricas semifinales.

En ellas esperaba de nuevo Brasil, que, con la maestría de Ronaldo, dejó fuera de la final a los de la luna y la estrella. Los turcos se repusieron a tiempo para, en el choque por el tercer y cuarto puesto, vencer a la otra anfitriona, Corea del Sur, en un entretenido 3-2 y quedarse con el bronce.

Pese al éxito de 2002, Turquía estaría seis años sin pasear su bandera en un gran torneo internacional, pero cuando volvió, en la Eurocopa de Austria y Suiza, lo hizo a lo grande. A lo que quedaba de aquel conjunto de Corea, con Rüştü, Nihat o Emre, se habían incorporado para la causa jóvenes como Şentürk y Arda Turan. Y la combinación tuvo premio.

Después de clasificarse también con muchos apuros para el tercer campeonato europeo de su historia, con sendas victorias apretadas ante Noruega y Bosnia en las dos últimas jornadas, Turquía regresaba a la alta competición. Y, de nuevo, le aguardaba un grupo muy duro y un mal inicio del que recuperarse.

Su estreno ante la Portugal de Cristiano Ronaldo, entonces la vigente subcampeona, se saldó con derrota por 2-0. El resultado dejaba sin margen de error a los de Fatih Terim en el segundo duelo, otra vez contra una anfitriona: Suiza. En el empapado césped de St. Jakob-Park, los helvéticos se adelantaron en el marcador, pero los tantos de Şentürk y Arda, el último, un golazo en el descuento, volvieron a darles vida a los turcos.

En la jornada final, ante la República Checa en el Estadio de Ginebra, otra vez se vivió un duelo a todo o nada. Los checos parecía que se lo llevarían cuando llegaron al tramo final del encuentro ganando 2-1, pero dos agónicos goles de Nihat en tres minutos clasificaron a los de rojo a la gloria de cuartos.

En ese cruce, disputado en el Ernst Happel deViena, Turquía se vio las caras con la emergente Croacia de Modric. El choque, dominado de principio a fin por los balcánicos, se fue a la prórroga al no abrirse el marcador.

Al término de la media hora adicional, se produjo la locura: un cabezazo de Klasnić en boca de gol en el 119 parecía que daba el pase a los ajedrezados, pero en el alargue, un balón colgado al área croata por Rüştü se resolvió con un zapatazo de Şentürk al fondo de la red.

En la tanda de penaltis, los fallos desde el punto fatídico de Modrić, Rakitić y Petrić decantaron la balanza para los otomanos, infalibles en el lanzamiento de los once metros para regresar a una semifinal.

En el penúltimo partido, sin embargo, la suerte les fue esquiva. Ante la Alemania de Ballack, Schweinsteiger o Klose, Turquía ofreció de nuevo su vertiente de equipo que resucita de la nada.

Los germanos se adelantaron en dos ocasiones y ambas fueron contestadas por los otomanos. Şentürk, con otro de sus goles milagrosos, estuvo a punto de conducir a la prórroga el encuentro disputado en Basilea, pero un tanto de Lahm, en el 90, tras un balón filtrado, despertó a los turcos de su sueño.

Ahora, precisamente en tierras alemanas, Turquía tiene la ocasión de volver a disputar una semifinal. Para ello deberá derrotar a los Países Bajos en Berlín, pero un detalle juega a favor del conjunto ahora entrenado por el italiano Vincenzo Montella y encabezado por los Çalhanoğlu, Demiral o Arda Güler: vuelven a plantarse en cuartos de final de manera agónica.

La milagrosa mano con que Günok desvió el cabezazo del austriaco Baumgartner en el descuento del duelo de octavos de final puede volver a señalar a los turcos el camino hacia una cita histórica que puede coronar así su centenario. EFE.

jms/id/jpd

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