Javier Domaica
Vitoria, 28 jun (EFE).- El fichaje de Pablo Laso por el Baskonia es el paradigma de que nada es imposible y de que todo es factible a pesar de lo inalcanzable que parezca. Por eso, los tres años que ha firmado el vitoriano para dirigir a la entidad de su ciudad, a su club, baja a la tierra cualquier opción que se plantee en el mundo del deporte, por muy remota que parezca.
Ni siquiera tras su salida del Real Madrid se podía plantear esta situación, pero muchas veces ocurren cosas y la vida da un giro por estar en el momento justo y en el lugar indicado.
Así ha ocurrido ahora. Baskonia ha tardado en encontrar inquilino para su banquillo tras coquetear con algunos pretendidos y pretendientes y gracias a esto los caminos de Pablo Laso y del equipo del Buesa Arena vuelven a juntarse después de 29 años.
Pablo se marchó de Vitoria al finalizar el curso 94-95 y en el arranque de la campaña 24-25 vuelve el señor Laso, ya como entrenador y como uno de los mayores formadores de Europa, el más laureado de los últimos 15 años y escribiendo con letras de oro una época única en el Real Madrid.
En ocasiones, los éxitos alejan de sus orígenes a los deportistas, pero en este caso siempre hubo un hilo.
Pablo ha estado ahí. Ahora vuelve con la medalla de Álava -máxima distinción de la Diputación Foral- en la solapa después de beber de las mejores fuentes y de hacerse a sí mismo.
Los que le conocen esta faceta de entrenador dicen que es muy metódico, capaz de conjugar egos y de administrar liderazgos en pequeñas dosis.
A nadie se le escapa que la llegada del vitoriano al banquillo baskonista abre puertas y ventanas a la hora de contratar jugadores y Baskonia necesita encajar su particular futuro. Ahora también el de Laso.
Con la vuelta del vitoriano se confirman las sospechas. Hay proyecto. Se sigue una línea que comenzó con renovaciones importantes como la de Markus Howard y Tadas Sedekerskis.
El botón de la ilusión se ha vuelto a pulsar con un fichaje tan mediático como interesante deportivamente. Algunos se lo imaginaron, otros no, pero es que lo que parece imposible solo tarda un poco más. EFE
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