El internado que lucha por el futuro de siete pueblos indígenas en la Amazonía de Perú

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San Lorenzo (Perú), 28 jun (EFE).- Camisas, pantalones y mochilas cuelgan de vigas de madera de una gran habitación llena de antiguas literas en las que duermen estudiantes de un particular centro educativo en pleno corazón de la Amazonía peruana. Esta residencia e instituto acoge a 248 adolescentes de siete etnias que buscan mejorar su futuro y, con él, el de sus pueblos.

El instituto de secundaria Yankuam Jintia ('Luz en el camino', en la lengua indígena achuar) se encuentra en San Lorenzo, capital del Datem del Marañón, y es una opción para adolescentes que no tienen centros educativos en sus pequeñas comunidades indígenas.

Cuenta con adolescentes de 12 a 18 años de las etnias shawi, condoshi, wampis, quechua, awajún, shapra y achuar, provenientes de 95 pueblos, por lo que la mezcla de lenguas y culturas se respira en las paredes llenas de murales.

Alberga realidades de todo tipo, desde adolescentes cuyas familias han decidido dar una mejor educación para sus hijos que la de su comunidad puede proporcionar, hasta los que son huérfanos o han sufrido maltrato y no tenían un hogar seguro.

"Siempre estamos haciendo turnos para que no estén solos. Estamos siempre aquí acompañándoles en todo momento, son pequeños que con 11 y 12 años vienen para el primer año. Son muy valientes al dejar la familia por venir a estudiar (...) Necesitan de nosotros el calor paternal como madre y papá", dice a EFE la directora del centro, Sandra Elizabeth Flores.

Explica a EFE en el patio que este lugar nació como un internado de varones a iniciativa de las misioneras del Sagrado Corazón de Jesús, quienes vieron hace 50 años el poco acceso que los jóvenes de estas zonas tenían a la educación.

"Se veía que nuestros jóvenes no se adaptaban mucho. Había un poquito de discriminación, porque no dominaban el castellano. Entonces venían tristes los estudiantes", cuenta la directora al añadir que por esta razón el internado pasó a ser también un colegio intercultural que respetara los diversos orígenes de los adolescentes.

Añade, orgullosa, que el centro también está abierto desde 2016 para chicas, que ahora son un poco más de la mitad del total.

"Hacemos un trabajo integral tratando que los chicos sean respetados, que se mantenga la lengua originaria y estamos trabajando con una cultura de paz", dice Flores.

La residencia tiene un área de chicas y otra de chicos, con varias habitaciones por grupos de edad, en la que algunos estudiantes tienen ordenados sus libros, material de higiene y lustrosos zapatos, mientras otros guardan sus zapatillas embarradas junto sus cepillos de dientes.

"La realidad en esta institución educativa, por una parte es divertida, compartimos culturas, creencias, experiencias entre todos y hacemos la unión como una familia, pero carecemos de algunas necesidades básicas ya que la institución no tiene los suficientes recursos", dice a EFE Jean, un joven wampi de 15 años, representante de los estudiantes y cuya comunidad originaria está a dos días en bote del instituto.

En las literas de madera, no hay colchones para algunos, y tampoco hay almohadas ni mosquiteras para todos.

"Como todos los jóvenes, también necesitamos divertirnos y queremos útiles como pelotas y polos para ir a representar al colegio cuando jugamos fútbol y estar presentables", comenta antes de añadir que quiere obtener una beca para estudiar Derecho.

La directora comparte su frustración al coincidir en que al centro le faltan recursos de todo tipo, pero que aún así cada año se quedan fuera adolescentes que quieren ingresar.

Para muchos, el objetivo es conseguir una de las becas que otorga el Gobierno a estudiantes de alto rendimiento y escasos recursos económicos para cursar una carrera universitaria, por lo que la rutina del instituto está enfocada en los estudios, que ocupan mañanas y tardes.

Pero Jean admite que en el centro no hay ningún ordenador, una necesidad que ha identificado un proyecto desarrollado por Unicef y Adra en el Datem del Marañón, que busca proteger a niños, adolescentes y su acceso a servicios sanitarios.

"Hemos trabajado con ellos el tema de comunicación, sus habilidades y estrategias para que puedan poder tener facilidad para desenvolverse, perder la timidez frente al público cuando se expresan o cuando quieren conversar", indica la coordinadora del proyecto, Lady Mondragón.

También, impulsaron la creación de 'spots' con mensajes alusivos al cuidado de la salud que estos han elaborado en los dialectos de sus pueblos originarios, algo que no suele ser común ya que suelen difundirse en español.

Agrega que, a través de esta iniciativa, han conocido la importancia de promover la salud en sus comunidades, donde luego los van a compartir, lo que también ayuda a dar voz a estos adolescentes que viven en una rica interculturalidad.

Un proyecto que dota de futuro a las comunidades de un presente y un futuro que emana de sus adolescentes.

Paula Bayarte

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