Koeman deshoja el tulipán y descubre el recuerdo lastimoso de Cruyff

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Juan Manuel Sánchez

Berlín, 25 jun (EFE).-Hace 50 años Alemania fue testigo de la presentación en sociedad de uno de los equipos más revolucionarios de la historia del fútbol. La selección de Países Bajos, la llamada 'Naranja Mecánica' -apelativo homenaje a la memorable película de Stanley Kubrick-, sembró los estadios del país germano, concretamente en su mitad occidental, con un juego mágico que cautivó a todos los aficionados de la mano del legendario Johan Cruyff.

Aquella escuadra no pudo rematar la faena y cayó en la final de la Copa del Mundo ante el cuadro anfitrión, liderado por el no menos mítico Franz Beckenbauer; pero su huella fue profunda y su firma, escrita con tinta indeleble, aún pervive.

Ahora, medio siglo después, en las mismas tierras teutonas, el conjunto que instruye uno de los que debería ser de los más aventajados discípulos del Flaco, Ronald Koeman, no implementa sobre el verde ni una fracción de aquel místico fútbol total de sus ancestros y lo único que emerge cuando deshoja el tulipán es el lastimoso recuerdo de Cruyff.

Esclavo de esa herencia, tan gloriosa como despiadada, de cuyos estragos ya sufrió en el banquillo del Barcelona, el técnico neerlandés capea el temporal con un combinado mucho menos dotado técnicamente que el del 74. Depay, Veerman o De Vrij no son Repp, Rensenbrink o Krool, pero tampoco debería ser la caricatura de equipo que por momentos se vio en el Estadio Olímpico de Berlín frente a una selección de Austria plagada de suplentes.

En un coliseo casi bañado de naranja, animado con los impetuosos gritos de "¡Nederlands, Nederlands!", los hombres de Koeman mostraron nuevamente la enorme diferencia que existe entre las expectativas generadas para hacer honor a un pasado ilustre y la cruda realidad de un presente incierto.

Los austriacos, espoleados por sus hinchas con un más variado repertorio de cánticos, una sincronía de botes, un original mosaico con la bandera del país y una pancarta con el lema "todo para nuestros colores y nuestro equipo", quisieron adueñarse de la escena desde el inicio, un principio fundamental de la religión 'cruyffista' a la que tanto traiciona esta 'Oranje'. Su primera penitencia a tal herejía culminaba a los 7 minutos, con Malen como cooperador necesario.

Ante ese panorama, fue Austria, merecida campeona de grupo, la que se tomó el capricho de honrar la historia de la 'Oranje', para sonrojo de los de Koeman, con tramos de rondo casi infinito, de los que hubiera firmado la mismísima Naranja Mecánica, acompasado por un clamoroso "olé" de la hinchada de la 'Burschen'. Malen la tuvo para redimirse, pero su balón se alejó de la portería como su equipo lo hace de su esencia.

Pérdidas, imprecisiones en los pases, fallos en la salida de balón, incapacidad para tirar desmarques... todo aquello que detestaba el genial 14 condensado en unos primeros y esperpénticos 45 minutos.

Tal era el desastre, que el técnico neerlandés no quiso esperar al descanso para sacar al campo a Xavi Simons, de lo poco digno de ver que tiene un conjunto cuya afición apoya intensamente, aunque tenga pocos motivos para ello.

En el descanso, los jugadores de Países Bajos fueron conscientes de la vergüenza perpetrada en la primera mitad y salieron dispuestos a redimir la tropelía. El tempranero empate de Gakpo, fruto de la primera gran jugada trenzada por los tulipanes, inflamó a la afición neerlandesa, cuando parte de ella aún no había regresado del entretiempo.

Fue un espejismo. Un balón servido minutos después por Grillitsch desde la izquierda, tras una gran combinación en campo contrario, fue enviado por Schmid al fondo de la red por Schmid de un certero cabezazo.

Los cambios del extécnico culé no revitalizaron al equipo. Volvieron las prisas, el desorden y el juego errático. Y ante esa tesitura optó por lo más primitivo. Weghorst al campo y balones al área para el gigante del Hoffenheim. De una de esas acciones nació la segunda igualdad en el marcador, aunque en este caso con el ariete haciendo el papel de asistente para que fusilara Depay.

No duró mucho su alegría. El otro '9' no quiso ser menos y Sabitzer, apenas cinco minutos después, aprovechó un balón filtrado al costado izquierdo para acribillar a Verbruggen por alto y volver a colocar a Países Bajos frente al espejo. Un espejo en el que solo se ven decrepitud y nostalgia de que lo que antaño se fue y ahora no se es.

Dijo Koeman en la previa del choque que disputar el torneo continental en el país donde conquistaron su último y único título, la Eurocopa del 88 con él en el campo, no suponía "una ventaja psicológica" sobre los rivales.

Después de este partido, al que ya llegaban clasificados, aunque finalmente lo harán como terceros, queda claro que es más bien un lastre que martiriza a los neerlandeses y del que deberán sobreponerse, sobre todo si quieren emular aquella conquista o reverdecer los laureles cultivados hace 50 años, tantas veces más condena que legado. EFE.

jms/jl

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