Un viaje en el tiempo: la música antigua revive en Bruselas

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Pau Mompó

Bruselas, 22 jun (EFE).- La música antigua es, como el coche de 'Regreso al futuro' en la película de Robert Zemeckis, el billete de ida a un viaje en el tiempo que permite transportarse desde las butacas de un moderno auditorio del siglo XXI a sillones barrocos dignos de Versalles.

La clasificación de este género es amplia, pero fundamentalmente se conoce como música antigua a la interpretación de piezas musicales del barroco, siglos XVII y XVIII, o anteriores, con instrumentos de dichas épocas o copias de estos para conseguir una interpretación lo más parecida a la composición original.

La violonchelista Phyllis Bartholomeus organiza cada mes un concierto de música antigua en el Barrio de Anderlecht (Bruselas) al que acuden decenas de personas. “El público es muy fiel, les encanta venir y traen amigos y conocidos. Hacen la publicidad por mí”, cuenta en una entrevista con EFE.

“Intentamos tocar las piezas musicales lo mejor posible según las tradiciones de la época, con el material, las articulaciones y la línea musical de dicho periodo. Hacemos investigación histórica para poder hacer una interpretación informada”, comenta Bartholomeus, quien descubrió la música antigua "por casualidad" cuando cursaba estudios de música moderna en el Conservatorio Real de Bruselas.

En esta ocasión en el concierto se interpretan obras de música antigua y contemporánea: piezas del húngaro Bela Bartok (1881-1945), del compositor francoitaliano Jean Pierre Guignon (1702-1774), del francés Jean Philippe Rameau (1683-1764) y del italiano Luciano Berio (1925-2003).

Para Bartholomeus y los violinistas de esta sesión, Joséphine Lanord y Gabriele Mazzon, la música antigua apareció en sus vidas como una pasión que les llevó a querer especializarse en esta materia.

“Es un viaje en el tiempo, soy una apasionada del siglo XVIII, siento que esta música me habla más que la música más tardía. Cuando toco tengo la impresión de poder contar mi historia y transmitir mis emociones al público”, confiesa Bartholomeus.

En este concierto Lanord y Mazzon tañen dos violines del siglo XVIII con cuerdas de tripa en lugar de cuerdas de metal, el arco también tiene sus particularidades puesto que el del barroco está curvado a la inversa en comparación al arco que acompaña a los violines clásicos.

Durante la interpretación las caras de los dos violinistas muestran una fusión total con el instrumento y la pieza que ejecutan. Mazzon confiesa después del concierto que mientras toca se imagina mentalmente una historia para tener menos miedo de los pasajes técnicos más difíciles.

“Todas las veces que toco una pieza trato de desarrollar una historia, consulto los compositores y la tradición de esa obra y voy desarrollando la historia que creo que los compositores quisieron contar”, explica Mazzon, que vino hace siete años desde Pádua (Italia) a Bruselas para estudiar en el Conservatorio Real de la capital belga.

Este concierto mensual, que se celebra en el auditorio Muziekademie de Anderletch desde hace nueve años, ha despertado el interés en el público y se ha convertido en un clásico para muchos vecinos bruselenses.

“El público tiene mucha curiosidad y sed de aprender. Al final del concierto siempre vienen a plantearme muchas cuestiones a las que intento responder de la manera más correcta posible”, comenta Bartholomeus.

La idea de organizar estos conciertos surgió tras la adquisición por parte de la academia de música de Anderlecht de la copia de un clavecín Taskin, una joya musical facturada por uno de los fabricantes de clavecines más prestigiosos de Bélgica.

El padre de Phyllis, Luc Bartholomeus, pensó que sería una buena idea realizar conciertos con el Taskin, por lo que empezaron a colaborar con el Conservatorio Real de Bruselas para que sus estudiantes fuesen los que tocasen en los conciertos que organizan desde Muziekademie cada tercer jueves del mes.EFE

pma/cat/amg

(foto)

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