La Zona Aficionados de Berlín vibra con Alemania tras un día cerrada por intensas lluvias

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Juan Manuel Sánchez

Berlín, 19 jun (EFE).- La afición alemana que llenó la Zona Aficionados de Berlín pudo vibrar con el partido de la selección germana ante Hungría y disfrutó del recinto, tras haber estado clausurado durante el martes a causa de las intensas lluvias que azotaron la capital del país centroeuropeo.

En la gigantesca pantalla que acompaña a la emblemática Puerta de Brandenburgo, miles de hinchas se congregaron para gozar con el triunfo de la 'Mannschaft', que propulsa al combinado dirigido por Julian Nagelsmann hacia los octavos de final.

Desde más de una hora antes del inicio del choque, miles de germanos se agolpaban en el acceso lateral al recinto, contiguo al Reichstag, para poder presenciar el duelo. Varios de ellos continuaban esperando su turno para entrar cuando ya había sonado el pitido inicial.

Bajo el encapotado cielo de Berlín, con las densas nubes como testigos de excepción y leves lloviznas a lo largo del día, los lugareños y turistas presentes quedaron encandilados con el despliegue local.

La hinchada teutona desafió al desapacible tiempo, de tregua en comparación con el aguacero descargado en la jornada anterior. Los cánticos de apoyo, celebración y enardecimiento acompañaron la contienda ante los magiares. El MHP Arena de Stuttgart, sede del choque, no era el único lugar del país donde se percibía el entusiasmo.

A más de 600 kilómetros, enfundados con camisetas, banderas, gorras o las famosa vuvucelas -la extravagante y ruidosa trompeta que se popularizó en el Mundial de Sudáfrica-, todo con los colores de la 'Nationalelf', los intrépidos aficionados berlineses se desgañitaban en apoyo a su equipo en el embarrado suelo, producto de la lluvia.

El grito de guerra era el "¡¡Deutschland, Deutschland!!". Sus corazones se fundían en uno solo y sus voces se elevaban para enviar aliento y superar la sideral distancia que separa Stuttgart de la capital germana.

El frescor de la humedad de la tierra mojada se diluía en el cargado ambiente de la Zona Aficionados. Los 18 grados que marcaba el termómetro se quedaban cortos ante el calor que desprendían los enfervorecidos que abarrotaban el aledaño de la Puerta de Brandenburgo.

Los decibelios subieron cuando el presentador del acto, frente a la encendida muchedumbre que se amontonaba sobre las vallas de seguridad que protegía el escenario de la pantalla, enumeró el once titular de la 'Mannschaft'. Su voz se desvanecía ante los atronadores gritos teutones reproduciendo el nombre de sus héroes. Las mayores ovaciones se las llevaron Toni Kroos y Jamal Musiala.

Tras un contenido murmullo mientras sonaba el himno magiar, se pasó a un estruendoso despertar cuando atronaron los acordes del 'Das Deutschlandlied', el himno nacional de Alemania, cantado a capela por la aglomeración de espectadores.

Con lo que sí que no tuvieron piedad los alemanes fue con el once de Hungría. Cada jugador del combinado entrenado por Marco Rossi que era nombrado iba seguido por un pulgar bajado, cual César en el coliseo, de la afición; anticipo de lo que iba a suceder.

Del sobresalto inicial por la clara ocasión marrada por los húngaros a los 18 segundos de partido, se pasó al éxtasis total, encabezado por la estrella del Bayern.

El gol de Musiala se tradujo en un terremoto que sacudió la icónica Calle del 17 de Junio, cuyas vibraciones se extendían desde las macizas areniscas del imperial monolito que preside la Plaza de París, hasta los robustos y delicados mármol y granito de la simbólica Columna de la Victoria, que hizo honor a su nombre.

La sensación de superioridad de Alemania sobre Hungría era tal que se trasladó a la congregación, con gestos casi de desidia sobre el duelo, esperando ya el siguiente frente a suiza

Si Berlín ya estaba ilusionada tras la apabullante victoria ante Escocia en el estreno de la Eurocopa del pasado viernes en Múnich, el segundo triunfo consecutivo ante Hungría ha terminado por desatar la euforia.

Aunque aún faltan hasta cinco partidos para completar el gran sueño, más de uno ya espera impaciente a que el combinado de Nagelsmann desfile por las calles de Berlín camino del campo que da forma al anexo de la Zona Aficionados frente al Reichstag: el Estadio Olímpico.

Significaría que estarían clasificados para la final de un título que la hinchada germana lleva 28 años sin ver levantar a los suyos, desde que Jürgen Klisnmann elevara al cielo de Wembley el trofeo Henry Delaunay. Qué mejor manera de romper el maleficio que en casa... aunque sea bajo la lluvia. EFE

(foto)(vídeo)

jms/ism

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