Johannesburgo, 19 jun (EFE).- Cyril Ramaphosa fue investido este miércoles como presidente de Sudáfrica para un segundo mandato de cinco años en una solemne ceremonia, después de que su partido, el histórico Congreso Nacional Africano (CNA), perdiera la mayoría absoluta por primera vez en las elecciones del pasado 29 de mayo.
"Yo, Matamela Cyril Ramaphosa, juro que seré fiel a la República de Sudáfrica y obedeceré, observaré y mantendré la Constitución y todas las otras leyes de la República", declaró Ramaphosa, al jurar el cargo ante el jefe del Poder Judicial sudafricano, el magistrado Raymond Zondo.
"Prometo solemne y sinceramente que promoveré siempre todo lo que haga avanzar a la República y me opondré a todo lo que pueda dañarla, (y) protegeré y promoveré los derechos de todos los sudafricanos", añadió el mandatario.
Con este acto en los Union Buildings, la sede del Gobierno sudafricano en Pretoria, empezó una nueva fase en la historia del país marcada por un Gobierno de unidad nacional sin precedentes cuya composición no ha sido todavía revelada por Ramaphosa.
Tras el juramento , al que acudieron ciudadanos de todo el país y para el cual se reunieron, según medios locales, unos 3.000 representantes y delegados en el anfiteatro de los Union Buildings, las Fuerzas de Defensa Nacionales de Sudáfrica (SADF) realizaron un saludo de 21 salvas de cañón, acompañado de un vuelo del Ejército del Aire.
La ceremonia contó con la asistencia de 18 jefes de Estado y de Gobierno, además de exmandatarios, delegaciones de numerosos países y jefes tradicionales sudafricanos, según detallaron este martes las autoridades.
Algunos de los líderes presentes fueron los presidentes de Nigeria, Bola Tinubu; la República Democrática del Congo (RDC), Felix Tshisekedi; Angola, João Lourenço; Zimbabue, Emmerson Mnangagwa; Mozambique, Filipe Nyusi; Tanzania, Samia Suluhu Hassan; y la República del Congo (Congo-Brazaville), Denis Sassou-Nguesso, así como el rey de Esuatini (antigua Suazilandia), Mswati III.
También enviaron representantes de alto nivel Namibia, Lesoto, Uganda, Burundi, Sudán del Sur y Egipto, además de China y Cuba, con su vicepresidente, Salvador Mesa.
Asimismo, acudieron representantes de organizaciones como la Unión Africana (UA), la ONU y la Comunidad para el Desarrollo de África Meridional (SADC, por sus siglas en inglés), además de Palestina, cuya causa ha contado históricamente con el apoyo de Sudáfrica.
La jornada, que empezó con un programa de actos culturales protagonizados por artistas locales, es la culminación de un proceso marcado por la incertidumbre, después del reciente descalabro electoral del CNA, en el poder desde la instauración de la democracia y el fin del régimen racista del 'apartheid' en 1994.
En las elecciones del 29 de mayo, las séptimas generales del país, la histórica formación logró el 40,18 % de los votos, que se traducen en 159 de los 400 escaños de la Asamblea Nacional (Cámara baja del Parlamento), una victoria insuficiente que la obligó por primera vez a acercarse a otros partidos para poder gobernar.
Ese acercamiento se palpó el pasado viernes en una maratoniana primera sesión de la Asamblea Nacional tras los comicios, en la que Ramaphosa, de 71 años, resultó elegido por 283 votos.
Horas antes de esa elección, John Steenhuisen, líder de la Alianza Democrática (AD, centroderecha liberal), hasta ahora primera fuerza de la oposición, anunció haber llegado a un acuerdo con el CNA para formar un "Gobierno de unidad nacional (GUN)".
Según confirmó este lunes el CNA, otras tres fuerzas políticas han aceptado unirse también a la alianza gubernamental: el Partido de la Libertad Inkatha (IFP, conservador y nacionalista de la etnia zulú), GOOD (socialdemócrata) y Alianza Patriótica (AP, extrema derecha).
Tras desempeñar un importante papel en las negociaciones que permitieron desmantelar el 'apartheid', ser un líder sindicalista y prosperar en el sector privado, Ramaphosa llegó en 2018 a la Presidencia con la promesa de cambio para acabar con la corrupción que empañó el mandato de su antecesor, Jacob Zuma (2009-2018).
Sin embargo, su popularidad decreció por la persistencia de problemas como el elevado desempleo (32,9 %), la criminalidad, la crisis energética con constantes apagones y la extrema desigualdad que todavía pesa sobre la población negra.