Mohammadi, la activista a la que la República Islámica de Irán no logra silenciar

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Jaime León

Teherán, 18 jun (EFE).- A la encarcelada activista iraní Narges Mohammadi no la callan. Ni las condenas a prisión y latigazos ni las cárceles más oscuras de la República Islámica logran silenciar a una premio Nobel de la Paz que no ceja en sus críticas contra las injusticias del Irán de los ayatolás.

Desde el interior de la temida prisión de Evin, Mohammadi ha denunciado en los últimos meses que las autoridades han convertido las calles de Irán en "un campo de batalla contra las mujeres" por la imposición del velo islámico y calificó como ilegitimas las elecciones parlamentarias de marzo.

Esas críticas le han costado este martes una nueva sentencia a otro año en la prisión "por propaganda contra el sistema", en la sexta condena emitida desde 2021 por tribunales revolucionarios contra la activista, que suma desde entonces condenas a 13 años y tres meses de prisión, 154 latigazos y cuatro meses de limpieza de las calles.

El juicio ha durado 10 días y al mismo no asistió la activista, que exigió vistas públicas con la presencia de "periodistas independientes, activistas por los derechos de las mujeres, defensores de los derechos humanos", algo que no sucedió.

En los últimos meses denunció la nueva campaña para reimponer el uso del velo, prenda que muchas iraníes han dejado de usar desde la muerte de Mahsa Amini en 2022 tras ser detenida por no llevar bien puesto el velo islámico.

Además, narró la agresión que sufrió la joven Dina Qalibaf, quien fue arrestada a mediados de abril por la denominada policía de la moral por no llevar puesto el velo islámico, y se encuentra ahora encarcelada.

Al mismo tiempo, llamó al boicot de las elecciones parlamentarias del marzo de 2024, en las que se registró la participación más baja (41 %) de los 45 años de la Revolución Islámica.

Calificó el boicot como "una obligación moral para los iraníes que aman la libertad y buscan la justicia".

La activista nació en la norteña ciudad de Zanjan en 1972 en el seno de una familia de clase media, hija de un cocinero y agricultor.

Estudió Física y trabajó como ingeniera, pero enfocó su carrera al periodismo y pronto comenzó a colaborar con grupos de la sociedad civil para trabajar por los derechos de las mujeres y las minorías.

Esas inquietudes políticas la llevaron a unirse al Centro de Defensores de los Derechos Humanos, grupo fundado por la abogada iraní Shirin Ebadi, Nobel de la Paz en 2003, y centrado en la abolición de la pena de muerte.

Su activismo le ha costado 13 detenciones y cinco condenas por un total de más de 30 años de prisión y 154 latigazos.

Su marido, Taghi Rahmani, ha pasado 14 años entre rejas, también por su activismo, y vive exiliado en París, con sus hijos gemelos, que no ven a su madre desde hace años.

Su valentía ha valido a Mohammadi numerosos reconocimientos, como el Premio al Coraje de Reporteros Sin Fronteras de 2022 o el premio de la Unesco Guillermo Cano a la Libertad de Prensa el año pasado.

Y sobre todo el Premio Nobel en 2023 "por su lucha contra la opresión de las mujeres en Irán y su lucha para promover los derechos humanos y la libertad para todos".

El comité noruego declaró que el premio "también reconoce a los cientos de miles de personas que se han manifestado contra las políticas de discriminación y opresión del régimen teocrático contra las mujeres".

El Nobel reconoce así también a los miles de personas que se echaron a las calles iraníes para pedir más libertades tras la muerte Amini, que desató unas protestas sin precedentes contra la República Islámica.

Las protestas se apagaron tras una represión estatal que causó 500 muertos, miles detenidos y en las que fueron ejecutadas nueve personas. EFE

ash-jlr/jac

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