Guiza (Egipto), 12 jun (EFE).- "En Egipto al pan le llamamos vida", asegura a EFE Mohamed, un panadero de 63 años que, desde los 12, provee de hogazas a uno de los puestos subsidiados de la gobernación de Guiza, en la periferia de El Cairo, donde el precio de cada pita se ha incrementado un 300 % desde la última semana.
El 'aish baladi' ("pan del país", pero literalmente en árabe "vida del país") es el "corazón de la familia egipcia", según Mohamed; un alimento sencillo a base de agua, trigo y sal, así como un termómetro del estatus social de un país con un 30 % de la población por debajo del umbral de la pobreza, según datos de Naciones Unidas, y que ha vivido tres devaluaciones consecutivas de su moneda en los últimos años.
Actualmente, según datos del gabinete del gobierno, 71 de los 106 millones de egipcios tienen acceso al mercado subvencionado, establecimientos del gobierno donde aquellos que poseen una tarjeta de racionamiento pueden comprar productos básicos a un precio mucho menor que en el mercado libre.
El pasado 29 de mayo, el primer ministro egipcio, Mustafa Madbuly, anunció una reducción en las subvenciones a este producto, cuyo precio permanecía estable desde 1989, y su precio pasó de 5 céntimos de libra egipcia (0,0015 de euros) a 20 céntimos (0,006 de euros), una medida que afecta directamente a los hogares con rentas más bajas.
El Gobierno responde así a las exigencias del Fondo Monetario Internacional (FMI), quien a principios de este año extendió y amplió a 8.000 millones de dólares un préstamo al país de los faraones, acuciado por la deuda externa, la falta de divisas y la falta de inversión externa.
A cambio del crédito, el país debería liberalizar su moneda y reducir el gasto público, además de abrir su economía privatizando empresas públicas.
"Antes, un paquete de 20 pitas costaba una libra egipcia, y ahora se paga a cuatro", explicó, en declaraciones a EFE, la encargada del puesto, una caseta de metal pintada de azul donde poco a poco se aglomeran mujeres y niños para recoger su ración diaria.
A los pocos minutos llega la esperada camioneta y comienzan a llenarse las baldas del quiosco, mientras la señoras sacan su tarjetas verdes, que les dan derecho a comprar "cinco pitas por cada miembro de la familia y día", explicó la funcionaria, quien prefiere no hacer público su nombre.
Pero el pan no es la única víctima de la inflación en Egipto.
En una esquina cercana a la panadería, unos jóvenes reclaman a gritos su pedido en el Al Shabrawy, una conocida cadena de comida egipcia y que también ha sufrido el desplome de la moneda, la escalada de la inflación y el fin de las subvenciones.
El año pasado, el bocadillo de habas, uno de los platos más emblemáticos del país, "pasó de 7 libras a 9" y, tras la última devaluación de marzo, "se estabilizó en 8 libras por pieza", explica a EFE el dueño del establecimiento, quien subraya que el pan "no es el único producto que le obliga a subir el precio".
La carne, el elemento principal del shawarma que ofrece Al Shabrawy, se ha convertido en un lujo para muchos, que ya no pueden permitirse pagar 60 libras egipcias por un rollito de pollo o ternera especiado.
El calor del mediodía comienza ahuyentar a los compradores de la plaza mientras Mohamed, quien heredó el puesto de su padre y ha visto pasar todos los cambios políticos del país, asegura con resignación que "la gente está cansada", pero mantiene la férrea convicción de que conseguirán, como siempre, salir adelante.
Helena Pelicano y Shady Roshdy