El primer ministro de India, Narendra Modi, revalida oficialmente este domingo su cargo al frente del país en circunstancias notables por partida doble: será la primera vez en 60 años que un jefe de Gobierno indio cumpla tres mandatos, y la primera que Modi tiene que hacerlo en coalición desde su llegada al poder tras unas elecciones que, por encima de todo, han mellado su estatus simbólico como autoproclamado guía nacional del país como bastión del mundo hindú, algo impensable cuando arrasó en su llegada al poder hace una década. Nada ejemplifica mejor lo ocurrido como la derrota de Modi en su propio bastión, el estado septentrional de Uttar Pradesh, donde su nacionalista Partido Popular Indio (Bharatiya Janata o BJP) ha acabado relegado como segunda fuerza política, detrás del opositor Partido Socialista, tras perder 29 escaños en relación a los comicios de 2019. Uttar Pradesh fue el escenario en enero del explosivo inicio de campaña de Modi, la inauguración de un templo dedicado a la deidad hindú Ram sobre las ruinas de una mezquita del siglo XVI. Para sus críticos, la ceremonia representó la culminación de la campaña de marginación que el primer ministro ha liderado contra la población musulmana y otras minorías vulnerables del país desde que llegó al poder. Modi esperaba acallar las voces que le acusaban de incapacidad a la hora de paliar la grave crisis económica que asolaba a las comunidades rurales de su estado --y, por extensión, al resto del país--, muchas de ellas formadas por la apestada casta de los dalit, quienes decidieron responder con su voto al objetivo de campaña del primer ministro: ganar 400 de los 543 escaños en juego de la Lok Sabha, la cámara baja del Parlamento Indio. Su partido se ha quedado en 240 escaños y la coalición que abandera, la Alianza Nacional Democrática, ha conseguido 293. Por ponerlo en contexto, en 2019, solo el BJP consiguió 303 asientos. La receptora de todo este descontento ha sido la alianza opositora INDIA que encabeza Rahul Gandhi, líder del Congreso Nacional Indio y heredero de la gran dinastía política de la que lleva el apellido. Gandhi, que hace poco más de un año era poco menos que un cadáver político -- incluso estaba apartado del Parlamento por un caso de difamación hasta que el Supremo decidió aplazar su condena -- ha visto cómo su campaña, centrada en acusar a Modi de representar una amenaza para la secular Constitución del país, ha redundado en un éxito extraordinario reflejado en 237 escaños. Así las cosas, lo primero que hizo Gandhi tras conocer los resultados fue comparecer ante miles de simpatizantes con la Constitución india en la mano y presentarse así como el freno a las ambiciones de Modi para transformar la secular Carta Magna del país en una expresión de sus ambiciones ultranacionalistas. El primer ministro siempre ha rechazado que su objetivo final sea alterar el texto constitucional, pero sus críticos solo han tenido que recordar lo que sucedió en el estado de Jammu y Cachemira poco después de su segunda victoria electoral en 2019, cuando despojó a este territorio de mayoría musulmana de su estatus como región semiautónoma. El estado se compone ahora de dos zonas, Ladaj y Jammu-Cachemira, ambos bajo responsabilidad directa del Gobierno central, en la primera vez en la historia de la India que se tiene constancia de la degradación de un estado a territorio bajo administración federal. EL FUTURO Modi ha prometido que los resultados de estas elecciones no van a alterar su gran objetivo, sentar las bases para convertir a India en una nación plenamente desarrollada para 2047, el centenario de la independencia de Reino Unido, pero de momento ha perdido los dos tercios del Parlamento necesarios para hacer reformas constitucionales de envergadura. Para el resto de temas, tendrá que sentarse a hablar con sus dos principales socios de la alianza. Se trata del regionalista Telugu Desam (representante de la comunidad etnolinguistica telugu, que hablan casi 100 millones de personas) y del populista secular Janata Dal que lidera Nitish Kumar, ministro jefe del estado de Bihar y un superviviente político nato que en su día jugueteó con la idea de convertirse en líder de la oposición contra Modi. Los 28 escaños obtenidos entre ambos ponen al BJP en una situación muy delicada porque la retirada de su apoyo le deja efectivamente en minoría. De momento, fuentes de la cadena NDTV aseguran que el Telugu Desam ha pedido a Modi el puesto de la Presidencia de la Lok Sabha para garantizar su apoyo, algo que el BJP ha rechazado para ofrecer en su lugar el cargo de vicepresidente. Este roce es el prolegómeno de lo que espera a Modi y a su partido, enfrascados en un plan de reforma económica particularmente centrado en el ámbito de la agricultura debido las multitudinarias protestas de 2021, cuando cientos de miles de granjeros salieron a las carreteras del país con la intención de bloquear la capital para exigir precios garantizados de los cultivos. Además, hay que recordar que aliados del BJP han cuestionado abiertamente algunas políticas del partido de Modi, como su polémico plan de reclutamiento militar e incluso apoyan un censo para contar efectivamente a los ciudadanos de castas inferiores del país, una iniciativa que el BJP no ha favorecido. A la espera de su discurso inaugural del domingo, Modi ha avanzado que, ocurra lo que ocurra, su tercer mandato será uno de "grandes decisiones" y ha avisado de que una de sus principales prioridades será la lucha contra la corrupción, un fenómeno "descaradamente glorificado en este país". Además, fuentes de su partido han declarado a NDTV que considera prácticamente innegociables los ministerios de Economía, Interior, Defensa y Exteriores, pilares básicos de su visión a futuro que espera continuar una vez "quede confirmado finalmente como un entendimiento con los aliados del partido", según describió la portavoz del BJP, Shazia Ilmi, quien reconoció no obstante que los próximos días iban a ser un periodo de "transición suave".