Jerusalén, 31 may (EFE).- El reconocimiento del Estado palestino por varios países europeos, el último fallo de la Corte Internacional de Justicia (CIJ), la petición de una orden de detención por crímenes de guerra o las constantes reprimendas de EE.UU. no amedrentan al primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, centrado en su supervivencia política, y para quien la presión internacional puede ser un balón de oxígeno dentro de Israel.
Durante la guerra en Gaza, Netanyahu ha cruzado todas las líneas rojas impuestas por la Administración estadounidense, su principal socio; ha hecho oídos sordos al reconocimiento de Palestina como Estado de momento por España, Irlanda y Noruega -más países europeos pueden sumarse pronto-; e incluso atacó Rafah minutos después de que la CIJ ordenara frenar la ofensiva en esa ciudad del sur de la Franja de Gaza por riesgo de genocidio.
"A Netanyahu solo le preocupa qué pasa dentro de su propio Gobierno, la política interna. Los israelíes somos rehenes del ala más dura del Ejecutivo, la única presión que siente es el riesgo de que caiga su Gobierno, pero no la presión internacional", indicó a EFE Guy Ben-Poirat, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Ben-Gurion.
Ajeno al resto del mundo, Netanyahu solo mira de reojo a EE.UU. pero tampoco se pliega a sus demandas. El mandatario estadounidense, Joe Biden, advirtió sobre los riesgos de una operación militar en Rafah e incluso amenazó con cortar sus envíos de armamento ofensivo.
Pese a todo, a finales de abril el Congreso de EE.UU. aprobó un paquete de ayuda militar para Israel de 26.000 millones de dólares y dos semanas después las tropas israelíes entraban en Rafah. Esta misma semana Israel ha atacado repetidamente campos de desplazados en "barrios seguros" de la ciudad, con decenas de muertos civiles.
Netanyahu ha demostrado que la presión externa no le quita el sueño, ni siquiera ante la posibilidad de que la Corte Penal Internacional de La Haya le imponga una orden de arresto internacional, anuncio que sirvió no solo para que EE.UU. reafirmara de nuevo su "apoyo incondicional", sino para que incluso oponentes políticos como Benny Gantz o el líder de la oposición, Yair Lapid, criticaran al tribunal.
De hecho, esa presión internacional le está ayudando de puertas adentro. "La opinión pública israelí vive en estado de miedo desde el 7 de octubre y percibe la presión internacional como una amenaza, alimenta más ese miedo. Netanyahu lo sabe y lo está explotando para su supervivencia política", indicó Ben-Poirat.
"Cuando esa presión viene de diferentes direcciones pero no es coordinada, dentro de Israel puede provocar el efecto contrario y atrincherar a la gente en torno a la figura de Netanyahu, incluso si no están de acuerdo con él, ante lo que perciben como amenazas externas", explicó.
Las encuestas apoyan esta tesis. Por primera vez en un año el mandatario ha recuperado el liderazgo en los sondeos. Uno publicado ayer por Canal 12 otorga al primer ministro un respaldo del 36 %, adelantando a Benny Gantz (30 %), cuya popularidad se disparó con la guerra y en diciembre llegó a aglutinar un 45 % de apoyo frente al 27 % del primer ministro.
Si mañana hubiera elecciones, la formación de Gantz, Unidad Nacional (centro-derecha), aún ganaría en escaños al Likud de Netanyahu, con 25 y 21 respectivamente, pero se estrecha el margen respecto a diciembre, cuando les llegaron a separar 19 diputados.
La remontada del mandatario israelí coincide con el ultimátum de Gantz, que ha amenazado con abandonar el Gobierno de emergencia -al que se sumó desde la oposición tras los ataques de Hamás- si para el 8 de junio no presenta un plan de posguerra para Gaza, además de reclamar un adelanto electoral para octubre.
"La presión desde dentro y fuera del país hacia el Gobierno israelí solo endurece las posiciones de Hamás. No estoy dispuesto a rendirme ni a retirarme", subrayó Netanyahu esta semana.
Para Ignacio Álvarez-Ossorio, catedrático de Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad Complutense de Madrid y coautor del libro "Gaza, crónica de una Nakba anunciada", la actitud indiferente de Netanyahu respecto a la presión internacional "es una pose", y opina que no puede salir indemne ante los "duros varapalos de las últimas semanas en tribunales y foros internacionales inéditos en 76 años de historia del Estado de Israel".
"Confirma que Israel está cada vez más aislado internacionalmente. Ha perdido aliados, reducidos básicamente a EE.UU. y algún país europeo", señala.
Para Álvarez-Ossorio, la guerra en Gaza también confirma el declive de EE.UU. en Oriente Medio, "al hacer Biden del apoyo incondicional a Israel una seña distintiva de su Administración". "Ambos países se han quedado solos en casi todas las votaciones en la Asamblea General de la ONU sobre la ofensiva israelí en Gaza", apuntó.
Sara Gómez Armas