Río de Janeiro, 28 may (EFE).- La deforestación en Brasil disminuyó un 11,6 % en 2023, la primera caída de los últimos cinco años, gracias al descenso de la tala en la Amazonía y pese al aumento registrado en el Cerrado, según un estudio divulgado este martes por la plataforma científica MapBiomas.
Se trata de la primera vez que el Cerrado, el ecosistema de sabana tropical que alberga Brasil, supera a la Amazonía brasileña en la tasa de devastación nacional desde que la ONG inició los estudios de deforestación en el país en 2019.
De los 18.296 kilómetros cuadrados de vegetación destruida el año pasado en Brasil, el 61 % correspondió al Cerrado, mientras que la Amazonía abarcó un 25 % del total.
Según el Informe Anual de Deforestación de Mapbiomas, la devastación en el Cerrado aumentó un 67,7 % frente a 2022.
En cambio, en el mismo comparativo, la deforestación en la más extensa selva tropical del planeta cayó un 62 %.
Otros biomas brasileños que vieron reducir la tala el año pasado frente a 2022 fueron el Pantanal (-59,2 %), el Bosque Atlántico (-59 %) y la Pampa (-50 %), mientras que en la semiárida zona de la Caatinga la devastación creció un 43,3 %.
La caída de la devastación en Brasil coincide con la llegada de Luiz Inácio Lula da Silva al poder y su política para endurecer los controles contra la deforestación, un crimen ambiental que creció a ritmos alarmantes durante el Gobierno del ultraderechista Jair Bolsonaro (2019-2022), especialmente en la Amazonía brasileña.
El estudio señala que en los territorios indígenas fue destruido un 27 % menos de vegetación que en 2022, mientras que en las reservas ambientales la caída fue del 53 %.
Pese a la mejoría, la situación empeoró en varias áreas protegidas que se levantan en el Cerrado, como es el caso del Territorio Indígena Porquinhos dos Canela-Apãnjekra y el pueblo quilombola (de descendientes de africanos esclavizados) Barra do Aroeira.
Más del 93 % del área deforestada en Brasil tuvo por lo menos un indicio de ilegalidad y solo un 4 % no tiene sospecha alguna de irregularidades, según la ONG.
Para el caso del Cerrado, solo el 9,2 % de los terrenos destruidos no tiene indicios de ilegalidad.
"El aumento de la deforestación en el Cerrado parece ser el resultado de la percepción de que se puede hacer de todo en el bioma", explicó a EFE Ane Alencar, coordinadora de MapBiomas Cerrado.
Según la experta, solo por el hecho de que hay menos reservas legales en ese bioma no significa que toda la deforestación es permitida y, en este sentido, es necesario contar claramente con el número de áreas donde la tala sería ilegal para un control efectivo.
Los datos de Mapbiomas señalan que del total de áreas deforestadas desde 2019 solo el 41,7 % tuvo autorización o acciones de fiscalización por parte del Estado, pero el 58,3 % restante aún no ha sido auditado.