"Sin duda ya ha muerto gente": desminar Gaza, una carrera contrarreloj que tomará décadas

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Jerusalén, 22 may (EFE).- Antes de la guerra, el Servicio de Acción contra las Minas de la ONU (UNMAS) llevaba un registro de todas las muertes de gazatíes en accidentes con munición sin estallar, un peligro relativamente común tras la cantidad de bombardeos sufridos por el enclave a través de los años.

Desde el 7 de octubre ha sido imposible actualizar la lista. Con todo, el director para Palestina de esta agencia de desminado de la ONU, Charles 'Mungo' Birch, considera que "sin duda" ya ha muerto gente en el territorio por explosivos sin detonar, y que el riesgo será mayor a medida que los palestinos regresen a sus hogares destrozados.

"Sospechamos que habrá un número significativo de accidentes, en particular a medida que la gente regrese al norte", asegura el experto, aunque aclara que todavía no cuenta con datos fiables al respecto.

Una respuesta similar a la de Greg Crowther, director de programas de MAG (Mines Advisory Group), una organización que se dedica a encontrar y destruir minas, municiones y bombas sin explotar en todo el mundo.

Crowther explica que todavía no tiene "pruebas directas" de ningún caso en Gaza desde que comenzó la guerra, pero que "teniendo en cuenta la escala del conflicto es probable que haya habido muertes de este tipo".

Las autoridades gazatíes estiman que sobre el devastado enclave palestino han caído más de 77.000 toneladas de explosivos. La ONU suele utilizar una regla básica para calcular qué parte queda sin explotar, y la estimación más común es que alrededor del 10 % de las bombas que caen lo hacen sin detonar.

Esto equivaldría a unas 7.700 toneladas de material explosivo que aguardan enterradas bajo las casas y las carreteras o escondidas entre los miles y miles de escombros que se acumulan por toda la Franja de Gaza.

Es imposible de momento verificar estas cifras y los organismos internacionales todavía no quieren arriesgarse a dar estimaciones. Lo que sí está claro es que los esfuerzos para limpiar el enclave de munición sin explotar serán inmensos, y podrían durar décadas.

"Va a llevar décadas librar a Gaza de la amenaza explosiva", asegura Birch. El experto apunta a la cantidad de escombros que permanecen desperdigados por el enclave, y destaca la estimación de la ONU de que si cien camiones trabajasen todos los días retirándolos, tardarían 14 años en limpiar completamente la Franja.

Crowther, por su parte, sospecha que el principal problema a la hora de acometer las labores de desminado, una vez sea posible operar en el enclave, será la financiación.

"El hecho de que en el conflicto haya habido intensas ofensivas por aire y por tierra significa que la contaminación seguramente incluya una gran variedad de explosivos, mientras que la escala de la destrucción y la cantidad de munición requerirán grandes recursos -dinero y experiencia", asegura.

UNMAS apenas cuenta con un presupuesto de 5 millones de dólares, según Birch, mientras que para comenzar a limpiar y reconstruir el enclave durante los próximos 18 meses necesitaría 40 millones más.

Todo esto presupone un futuro en que se permite a los equipos de desminado, bien sea de la ONU o de otros organismos internacionales, acceder al enclave y llevar herramientas y equipos, muchos de los cuales permanecen en este momento vetados por las autoridades israelíes.

Birch asegura que UNMAS se encuentra negociando con el Ejército de Israel para tratar de enviar algunas de las herramientas que necesita a Gaza, pero las autoridades se resisten ya que parte de este material puede ser utilizado también para fabricar armamento.

Complicando todavía más las cosas, la agencia de desminado de la ONU apenas cuenta con cinco agentes sobre el terreno en Gaza, además de un director de seguridad. Cuando pueden, los agentes acompañan a algunas de las misiones humanitarias hacia el norte para otear la carretera y apartar cualquier rastro sospechoso en el camino.

Pero de momento el principal trabajo del grupo es informar a la población de los peligros que afrontan al volver a sus hogares, algo cada vez más complicado por los problemas para cargar dispositivos electrónicos o conectarse a internet.

"Nos estamos centrando en la distribución de materiales educativos sobre los riesgos de la munición sin explotar, panfletos, carteles para refugios, pegatinas para tiendas, etcétera", explica Birch.

Además, UNMAS colabora con grupos como MAG o la ONG Humanity & Inclusion, que sí cuentan con educadores dentro de la Franja, para informar a residentes sobre cómo identificar amenazas explosivas y cómo reaccionar durante un bombardeo.

Jorge Dastis

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