Gelsenkirchen (Alemania), 19 may (EFE).- La Veltins Arena de Gelsenkirchen (oeste de Alemania) será uno de los estadios en los que jugará España durante la Eurocopa y es un lugar que tiene una historia española debido al paso de Raúl por el Schalke y también por los enfrentamientos de ese histórico club alemán con equipos españoles.
Además, es una de las edificaciones icónicas de una región que ha atravesado un proceso de transformación económica y ecológica que lo hace representativo de muchos cambios que se han vivido en Alemania en las últimas décadas.
El túnel que atraviesan los jugadores desde las catacumbas para saltar el campo -el túnel que tantas veces atravesó Raúl- simula un pasadizo de una mina de carbón.
"Se construyó así para que los jugadores recuerden de donde venimos y que todos tienen que ayudarse como se ayudaban entre ellos los mineros", dice Heinz Kenrup, un socio del Schalke que ayuda cada fin de semana a controlar las entradas en las puertas del estadio y que hace de guía para grupos de visitantes en la Veltins Arena.
A espaldas del túnel hay una pequeña capilla. "Fue un deseo de los socios", explica Kenrup. "Allí se celebran bodas y bautizos. Entierros no. Aunque el Schalke también tiene un cementerio no muy lejos del estadio".
La Veltins Arena, su nombre original fue Arena auf Schalke, se inauguró en agosto de 2001 y, desde entonces, es el escenario de los partidos en casa del Schalke -que todavía en segunda división vende 62.000 entradas cada fin de semana-, y una de las sedes del Mundial 2006.
Como escenario de conciertos tiene una capacidad para 80.000 espectadores. La grada puede retirarse y una de las tribunas puede desplazarse varios metros para ampliar el escenario.
La modernidad de la construcción del estadio fue algo que llamó la atención desde el comienzo y que de alguna manera simbolizaba también una transformación que estaba viviendo la región entre los río Emscher y Lippe donde se inició y también se puso fin a la explotación de carbón en la cuenca del Ruhr.
En una gira, organizada por asociaciones empresariales de la región, la segunda parada es el lugar donde antes estaba la mina Ewald, cerrada en 2000.
En la mina Ewald actualmente hay un parque y un mirador en lo alto de una colina desde donde se pueden ver kilómetros de bosques y edificios que antes pertenecían a la mina y en la que ahora se trabaja en la producción hidrógeno verde.
Al lado de la transformación energética y la apuesta por el hidrógeno verde una de las notas características de la región -que en otro tiempo se asociaba a la contaminación del aire y de los ríos- es la recuperación de la naturaleza.
Eso se ve con claridad en las orillas del Emscher, un río que en otro tiempo fue prácticamente una cloaca. El río ha sido limpiado y renaturalizado. De poco más de cien especies que vivían en su ribera se ha pasado a cerca de 2.000 especies, según el presidente de la Cooperativa del Emscher, Uli Paetzel.
En los prados alrededor del río hay apicultura y el ascenso de las temperaturas permiten también la viticultura.
La recuperación de la naturaleza no sólo se ve en las riberas del Emscher, sino también en otros lugares e incluso en un parque químico cercano.
"Ustedes están en medio de un lugar de producción industrial y no huelen nada", señala Alexandra Boy, directora de Comunicaciones del parque químico del consorcio Evonik en Marl.
La región, que a finales del siglo pasado y a comienzos de éste vivió momentos críticos, mira ahora hacia el futuro.
"Hay ciclos", dice el empresario Lars Baumgürtel que lidera una iniciativa de varias empresas de la región para lograr la neutralidad climática.
"El Stuttgart volvió a ascender hace 6 años y ahora clasificó a la Liga de Campeones. Si ascendemos la próxima temporada, entonces...", explica.
Los otros empresarios sonríen al pensar en volver a la época en la que el Schalke no estaba en la segunda Bundesliga, sino cerca de la élite europea.
Rodrigo Zuleta