Ginebra, 16 may (EFE).- Los desterrados y apátridas de Nicaragua sufren tortura psicológica, pues la persecución en su contra transciende fronteras y sus vidas no están a salvo, afirma en una entrevista con EFE Lesther Alemán, quien fue una figura central del movimiento estudiantil que exigió en 2018 la salida de Daniel Ortega y su cúpula.
Alemán, ahora de 26 años, es uno de los 222 presos políticos a los que Ortega expulsó del país y arrebató la nacionalidad.
A pesar de que su fervor democrático le costó la libertad, torturas y luego el destierro -así como el de sus padres-, sigue denunciando por donde va que su país se ha convertido "en una dictadura dinástica, entre régimen norcoreano y talibanezco tropical".
Esta vez lo ha hecho por invitación de los organizadores de la Cumbre anual de Derechos Humanos que se ha celebrado en Ginebra, al margen de la cual ha explicado a EFE que estén donde estén, los exiliados nicaragüenses padecen tortura psicológica, pues "no existen" legalmente y han perdido sus derechos, incluso en los países de recepción.
Alemán es licenciado en comunicaciones con mención cum laude (la máxima calificación) y desea retomar los estudios y seguir un máster, pero Nicaragua le niega su documentación oficial y las universidades a las que ha acudido -en ocasiones invitado para hablar de la situación de su país- le han indicado que no pueden recibirlo porque no puede cumplir con las formalidades requeridas.
"Además de sostenerme económicamente, porque hay que comer, persigo mi sueño, que es estudiar, pero tengo limitaciones. Mis títulos no están acreditados por la Cancillería de Nicaragua. Para ellos yo no existo", explica.
"A los adultos mayores (desterrados) en edad de pensión se les niega este derecho, pero tampoco pueden ir y decirle al gobierno del país en el que están, pero en el que nunca han trabajado, que necesitan una pensión para mantenerse. Estamos bajo una tortura psicológica que no conoce tiempo ni espacio", explica.
A esto se suma la amenaza física constante en la que viven los expulsados por el Gobierno de Ortega, como lo demostró el caso del opositor Joao Maldonado, víctima de dos atentados en Costa Rica, donde se encontraba refugiado.
Aleman critica a la comunidad internacional por ser "timorata" frente a Ortega, pero lamenta sobre todo la "falta de solidaridad" de los gobiernos centroamericanos porque, con excepción de Costa Rica, todos han callado frente a las violaciones de los derechos humanos en Nicaragua "para que mañana nadie se entrometa en lo que puedan hacer".
Condena en particular las actitudes de los gobiernos de El Salvador (con la justificación de que no se puede violar el principio de no injerencia en los asuntos de otros países) y de Honduras, por "haberse mostrado servil" ante Ortega.
El joven activista anota también que las cifras del supuesto crecimiento económico de Nicaragua están basadas únicamente en las remesas, una parte de las cuales son enviadas por los propios desterrados que han dejado familia en el país.
La crisis política, social y económica en Nicaragua ha llevado a cerca de un millón de personas a salir del país en los últimos seis años.
Según Aleman, otra fuente de ingresos para Ortega es "la trata de personas", ya que "ha convertido Nicaragua en un puerto seguro para migrantes irregulares a Estados Unidos, así que este es su mayor negocio junto con el envío de remesas".
Isabel Saco