(Bloomberg) -- Cuando el grupo de ejecutivos mineros llegó al majestuoso Palacio de las Garzas en Ciudad de Panamá, fueron conducidos directamente a la oficina privada del presidente.
Corría diciembre de 2016, antes de las protestas contra la actividad minera que sumirían al país en el caos. Los ejecutivos de First Quantum Minerals Ltd fueron recibidos como viejos amigos. Después de todo, estaban construyendo el proyecto más importante en el país desde la inauguración del Canal de Panamá un siglo antes.
Pero mientras conversaban sobre el avance de la mina Cobre Panamá, el presidente les hizo una advertencia.
Les dijo que First Quantum había tenido suerte al conseguir un acuerdo tan favorable en Panamá. Tarde o temprano, tendrían que negociar nuevos términos y pagar más impuestos. Lo que no dijo en ese momento era que sería mejor hacerlo antes, bajo un Gobierno favorable a las empresas como el suyo, que apostar a los vaivenes de la política panameña.
Había mucho en juego. La mina estaba destinada a ser la pieza central de la economía de Panamá. Generaría entre el 4% y el 5% de su producto interno bruto y daría empleo a uno de cada 50 trabajadores en el país. Para First Quantum, que había obtenido grandes préstamos para construir la mina en la densa selva panameña, no había otra opción que el éxito.
Philip Pascall se mantuvo impasible. El intrépido ejecutivo nacido en Zimbabue había construido First Quantum desde cero por medio de apuestas audaces. Rápidamente desvió la conversación a otros temas.
Esa decisión sería eventualmente desastrosa. Hoy, la mina de US$10.000 millones permanece inactiva tras olas de protestas que sacudieron el país, motivadas por la firma de un nuevo acuerdo tributario en octubre. Las acciones de First Quantum se han desplomado a la mitad de su valor desde entonces y los depredadores acechan.
Este relato de cómo se vino abajo la inversión de First Quantum se basa en entrevistas con más de una docena de personas involucradas por más de una década en el proyecto.
En parte es una señal de la arrogancia de First Quantum. Sus ejecutivos intentaron construir la mina rápidamente y mantener los costos bajos, a pesar de disputas tributarias y legales. Pascall desestimó las advertencias no solo del Gobierno de Panamá sino también de sus propios asesores de que el acuerdo tributario colocaba a su empresa en una posición vulnerable.
Pero también es una historia que resuena mucho más allá de las oficinas de First Quantum y de Panamá y nos muestra el dilema de tratar de dejar atrás los combustibles fósiles. Mientras Gobiernos presionan para asegurar las materias primas para construir vehículos eléctricos, paneles solares y cables de alto voltaje necesarios para la transición energética, pocos de sus ciudadanos quieren las minas necesarias para producirlos.
El destino de Cobre Panamá es una de las preguntas centrales que se hacen los mineros, operadores y administradores de fondos de cobertura reunidos esta semana en Santiago de Chile para el evento anual de la industria del cobre Cesco Week.
“Si yo fuera una empresa minera de cobre con miras a América Latina, ¿querría hacer una inversión a 50 años en uno de estos países riesgosos?”, dijo Gracelin Baskaran, directora de investigación y miembro sénior del Programa de Seguridad Energética y Cambio Climático del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales.
“Si el sector es reacio al riesgo, no invierten. Y si no invierten, no tenemos lo que necesitamos para la transición energética”.
Líder carismático
Proyectos osados como Cobre Panamá habían sido un sello distintivo de First Quantum. Con sede en Canadá, la empresa fue fundada en 1996 por Philip Pascall y su hermano Matt.
Philip, quien falleció el año pasado, era un líder inteligente y carismático que forjó estrechos vínculos con políticos y logró acuerdos beneficiosos para la empresa. Su metro 96 de altura lo hacía fácil de distinguir entre sus empleados, y era conocido en First Quantum como un jefe accesible que podía pasar horas charlando con cualquiera.
Los hermanos desarrollaron minas de cobre en países como Zambia y la República Democrática del Congo, países donde pocos rivales se aventuraban. Construir una mina a veces puede tomar décadas, pero los Pascall se habían ganado la reputación de completar sus proyectos antes de lo previsto.
En una inusual entrevista en 2013, Philip Pascall describió el espíritu de su empresa a The Australian: “Nos atrevemos donde otros no lo hacen, probamos cosas nuevas, aprendemos de nuestras experiencias y nos hemos ganado la reputación de cumplir no solo con el presupuesto, pero antes de lo previsto en una industria propensa a sobrepasar ambos”.
Su audacia fue recompensada en la década de 2000, cuando el crecimiento en China impulsó el precio del cobre. A principios de la década de 2010, First Quantum ya era un éxito. Con dinero para gastar y ambiciones crecientes, Philip puso su mirada en un depósito en Panamá, un país hasta entonces poco tocado por la industria minera.
La empresa lanzó una oferta de US$5.500 millones por el propietario del depósito, Inmet Mining Corp. La toma de control se volvió hostil después luego que ésta rechazara la oferta de First Quantum.
Fue una gran apuesta. First Quantum, que declinó comentar para este reportaje, acumuló una enorme carga de deuda para financiar la construcción, y por poco evitó un incumplimiento de los términos de sus préstamos. Al aventurarse en jurisdicciones más inciertas, muchas mineras buscan reducir su riesgo asociándose con otras empresas. Pero no Pascall. Redobló su apuesta al comprar la participación de la coreana LS-Nikko Copper Co. Ltd. en el proyecto por US$635 millones. Elevó así su propiedad total al 90%.
El resultado final fue un complejo minero valorado en US$10.000 millones más grande que la ciudad de San Francisco, en medio de la selva tropical. Sería capaz de producir más de 350.000 toneladas de cobre al año, suficiente para construir unos cinco millones de vehículos eléctricos. Era un caso raro: una nueva e importante mina en una industria donde los depósitos más grandes se están agotando.
Y el momento parecía el correcto. La industrialización de China había sido el motor de la demanda de cobre, pero ahora aparecía uno nuevo: la transición energética. Los vehículos eléctricos, las estaciones de carga y los cables de alto voltaje necesarios para electrificar el transporte mundial requerirán mucho cobre. Ejecutivos mineros hablaban de la brecha entre el cobre necesario para alcanzar las cero emisiones, y el suministro de las minas existentes en el mundo. Decían que el mundo necesitaría docenas de nuevas minas de cobre.
Primer mineral
El éxito de First Quantum tuvo mucho que ver con su líder, Philip Pascall, y la relación que forjó con Juan Carlos Varela, presidente de Panamá de 2014 a 2019. Los dos cenaban juntos y, en ocasiones, Philip le regaló vino del viñedo de su hermano en Ciudad del Cabo.
Varela estaba ansioso porque se construyera Cobre Panamá. En su oficina tenía un trozo del primer mineral extraído de la mina. La noche antes de su apertura en 2019, cenó sushi y brindó por la finalización del proyecto con ejecutivos de First Quantum en un resort de lujo en la costa sur de Panamá.
La luna de miel no duraría. Antes de que Varela dejara el cargo en 2019, Cobre Panamá enfrentaba un escrutinio cada vez mayor. Los impuestos que el proyecto pagaría habían quedado consagrados en un contrato de 1997, cuando el cobre estaba en mínimos históricos y mucho antes de que se calculara el valor completo del depósito. Este contrato, que First Quantum heredó de los propietarios anteriores de la concesión, exigía el pago de una regalía del 2% de las ventas de mineral, un buen negocio para un productor de metales.
Pascall había ignorado las advertencias de Varela. En años previos a la apertura de Cobre Panamá, tanto Varela como un antiguo juez de la Corte Suprema —y miembro de la junta en la subsidiaria local de la mina— habían presionado a Pascall para que firmara un contrato que satisficiera las mayores demandas impositivas del país. Conocedores dijeron que First Quantum nunca accedió a las exigencias de Varela, pero Varela tampoco insistió en el asunto. En lugar de eso, permitió que First Quantum mantuviera el contrato anterior más indulgente.
El tema tributario se volvió difícil de ignorar una vez que abrió la mina. En 2019, el primer año completo de operación de Cobre Panamá, las regalías a Panamá fueron una sexta parte de lo que First Quantum pagó a Zambia por su mina Kansanshi (en ese período, la tasa impositiva de Zambia era notablemente alta para las empresas mineras extranjeras).
Las disparidades provocaron la indignación de un nuevo Gobierno. Varela fue reemplazado por Laurentino Cortizo, de centroizquierda, y su Administración rápidamente anunció medidas para el pago de más impuestos.
Cortizo no mantuvo relaciones amistosas con First Quantum. Panamá atravesaba una recesión por la pandemia de covid, el desempleo y la inflación se habían disparado y los buques portacontendedores permanecían inactivos en el Canal de Panamá. Necesitaba llenar las arcas del Gobierno, y First Quantum, el mayor inversionista del país, se convirtió en un blanco fácil.
El Gobierno presionó para obtener regalías significativamente más altas, así como un impuesto mínimo anual fijo de US$375 millones. Cuando la empresa se resistió, Panamá amenazó con cerrar la mina por completo.
“Fueron negociaciones difíciles”, dijo Robert Harding, presidente de First Quantum. “Estábamos tratando de proteger nuestros intereses y ellos intentaban proteger los suyos”.
Tras largas demoras y enfrentamientos y más de cuatro años de negociaciones, el Gobierno y la empresa llegaron a un acuerdo tentativo en marzo del año pasado. First Quantum aceptó la mayoría de las demandas de Panamá a cambio de una extensión de 20 años del contrato de operación.
Crece la hostilidad
Parecía que la crisis se había evitado. Pasaron algunos meses de relativa calma y la mina seguía produciendo enormes cantidades de cobre.
Sin embargo, el descontento en Panamá crecía por la inflación, el desempleo y la corrupción, además del resentimiento por el impacto ambiental y la contribución a la economía de Cobre Panamá. Con las elecciones nacionales a la vuelta de la esquina, la mina se convirtió en la causa de todos los males del país.
En octubre, el Congreso de Panamá aprobó el nuevo contrato con First Quantum. Debería haber sido una simple formalidad, pero inmediatamente comenzaron protestas que paralizaron gran parte del país.
Uno de los principales impulsores de las protestas fue el Sindicato Único Nacional de Trabajadores de la Industria de la Construcción y Similares, o Suntracs, el cual ya tiene un largo historial de enfrentamientos con empresas en Panamá. El grupo había intentado participar en la construcción de la mina, y miembros de Suntracs, al menos en tres oportunidades entre 2015 y 2018, habían agredido a empleados. Ahora Suntracs jugaba un papel clave en nuevas manifestaciones.
En todo el país ocurrían protestas y bloqueos de carreteras. Barcos, algunos de ellos operados por Suntracs, bloquearon durante semanas el acceso al puerto costero de Cobre Panamá, impidiendo que los barcos de First Quantum y sus proveedores atracaran.
Para entonces, First Quantum había perdido todo contacto con el proceso de toma de decisiones del Gobierno, según empleados que hablaron con Bloomberg News. La estrecha relación que Philip había tenido con Varela no existía entre Cortizo y el hijo de Philip, Tristan. Éste había reemplazado a su padre como director ejecutivo después de supervisar la construcción de Cobre Panamá como gerente general del proyecto.
Cuando Cortizo convocó para octubre un referéndum nacional sobre la operación de la mina (una propuesta que buscaba calmar a los manifestantes), Tristan Pascall y los otros altos ejecutivos de First Quantum no recibieron aviso previo. Desde su oficina en Londres, el ejecutivo trató de controlar los daños. Realizó una breve visita a Panamá a fines de noviembre, luego que Cortizo llamara a cerrar la mina. Pero su destino estaba sellado. La mina produjo su última tonelada de cobre en noviembre y desde entonces permanece inactiva.
Moraleja de la historia
Para la industria minera, el caso de First Quantum en Panamá se ha convertido en una advertencia.
“Es solo un recordatorio de que es muy importante que exista confianza mutua y que lo que estamos haciendo redunda en interés de todos los electores”, dijo Jacob Stausholm, director ejecutivo de Rio Tinto, cuyo predecesor renunció a su cargo luego de que la empresa dañara irreparablemente un antiguo sitio de patrimonio indígena en Australia. “No se puede correr el riesgo de hacer la vista gorda ante ese lado del negocio”.
En Panamá, First Quantum se ha embarcado en una campaña mediática antes de las elecciones presidenciales de mayo. Espera obtener suficiente apoyo para persuadir al próximo Gobierno de que permita reabrir la mina. La compañía dice que está gastando entre US$15 millones y US$20 millones al mes para preservar el sitio y se ha comprometido a reforestar más de 11.000 hectáreas de selva tropical de Panamá, el doble del área afectada por la mina.
Sin embargo, algunos analistas prevén que el cierre podría durar un año o más, y la gran interrogante es quien podría ser el próximo dueño de la mina. El proyecto ha atraído interés de empresas como Barrick Gold Corp., un rival mucho más grande y que cuenta con un historial de acuerdos en jurisdicciones desafiantes.
El cierre de Cobre Panamá ha contribuido a la actual escasez global de mineral de cobre. Esto ha atraído inversionistas al mercado de materias primas y ha impulsado los precios del metal a su mayor nivel en casi dos años. La mina representaba aproximadamente el 1,5% del suministro mundial de cobre.
El cierre de Cobre Panamá también ha servido como advertencia de que la oferta de cobre puede no ser suficiente para satisfacer la transición energética. La Agencia Internacional de Energía prevé que, para 2030, las minas en producción o actualmente en construcción solo cubrirán la mitad de la demanda mundial de metales para baterías como el litio y el cobalto. Las minas de cobre podrán cubrir el 80% de la demanda mundial en ese mismo período.
“Es un ejemplo más del clima geopolítico dentro del cual existen hoy las operaciones mineras de cobre y otros productos básicos”, dijo Andrew Kireta Jr., presidente y director ejecutivo de la Asociación de Desarrollo del Cobre, un grupo industrial con sede en Estados Unidos.
“Si seguimos con la visión de seguir operando como siempre, estas limitaciones de suministro y otras afectarán la capacidad de EE.UU. de satisfacer la demanda cada vez mayor de cobre para construir infraestructura de energía limpia y la transición a vehículos eléctricos”.
Nota Original: A $10 Billion Copper Mine Is Now Sitting Idle in the Jungle
--Con la colaboración de James Attwood y Michael McDonald.
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