Naciones Unidas, 3 abr (EFE).- La petición de Palestina para convertirse en el Estado número 194 de Naciones Unidas podría seguir los pasos relativamente rápidos de otros Estados que se han incorporado a la ONU a lo largo del siglo XXI, pero en su caso se enfrenta al probable veto de Estados Unidos en el Consejo de Seguridad.
El Estado más reciente en tomar asiento en la ONU como miembro de pleno derecho fue Sudán del Sur, que en 2011 se separó de Sudán tras un acuerdo amistoso. Su incorporación a la ONU se hizo por aclamación el 14 de julio de ese año, solo una semana después de su declaración de independencia.
En 2006, Montenegro, otro Estado surgido del desmembramiento de la antigua Yugoslavia, se separó tras un referéndum popular del último resto que quedaba de aquella federación y proclamó su independencia de Serbia. El referéndum tuvo lugar el 3 de junio y el 28 de ese mismo mes el estado fue admitido en la ONU.
Y 2002 fue un año muy especial porque la ONU acogió a dos miembros: Suiza lo hizo en septiembre, poniendo así fin a una anomalía que hacía que acogiera a numerosos organismos internacionales pero no se sentara en la ONU en aras de un principio de neutralidad inscrito en su ADN.
Mucho más traumático fue el caos de Timor Leste, que también fue admitido en septiembre de 2002. El nuevo país asiático, excolonia portuguesa, vivió 24 años de ocupación y resistencia contra Indonesia y luego casi tres años de administración tutelada de la ONU, pero su entrada en Naciones Unidas fue aprobada por unanimidad de la Asamblea.
En 2011, Palestina presentó por vez primera su petición formal para entrar en Naciones Unidas, pero el procedimiento encalló en su primera etapa: no consiguió el apoyo de 9 de los 15 miembros del Consejo de Seguridad (es decir, la mayoría cualificada), por lo que esa petición no llegó a la Asamblea General, segunda etapa del proceso.
Palestina tuvo que conformarse con adquirir el estatus de "estado observador", una anomalía que en Naciones Unidas solo tiene el Vaticano, que ni siquiera es considerado un país con atributos propios.
Palestina obtuvo en la Asamblea General 138 votos a favor de su nuevo estatus de observador, mientras que 9 votaron en contra (entre ellos Israel, EE.UU. y Canadá) y 41 se abstuvieron.
Es previsible que Palestina no lo tenga tan fácil como lo tuvieron Sudán del Sur, Montenegro o Suiza, y todos los observadores dan por hecho que Washington utilizará la herramienta del veto en el Consejo de Seguridad que es la instancia donde empieza y termina el proceso de incorporación.
Según la carta de la ONU, la petición de un nuevo Estado pasa obligatoriamente por las siguientes etapas: se formula ante el Consejo de Seguridad, que nombra a un comité ad hoc para estudiarla formado por los quince miembros, y si el comité la aprueba, el Consejo valora entonces si se trata de "un estado amante de la paz" (artículo 60), en cuyo caso envía el tema a la Asamblea General.
En la Asamblea, se necesitan los votos de dos tercios de los Estados miembros para continuar adelante, y si así sucede, la decisión final regresa al Consejo de Seguridad.
Estados Unidos, como miembro permanente del Consejo de Seguridad, tiene derecho a vetar el proceso en cualquier momento -en 2011 amenazó con hacerlo, pero no lo necesitó-, y pocos dudan de que también en esta ocasión lo utilice.
Si así sucede, el sueño de Palestina se habrá quedado en el camino.
Pero algo ha cambiado desde 2011: ahora, cada vez que un miembro permanente usa el derecho de veto, la cuestión llega a la Asamblea General, donde ese país debe explicar su postura y someterse a una votación no vinculante.
En la actual coyuntura, Estados Unidos volverá a quedar en evidencia frente a una amplísima mayoría de Estados que previsiblemente apoyarán la membresía palestina.
Javier Otazu