Saná, 25 mar (EFE).- Los nueve años de guerra entre la coalición militar liderada por Arabia Saudí y los rebeldes hutíes del Yemen han quedado este año opacados por la tensión militar en el mar Rojo y las repercusiones de la guerra en Gaza, el conflicto que ha abierto un nuevo frente bélico en el castigado país árabe.
Tras la toma por parte de los hutíes de amplias zonas del noroeste del Yemen en 2014, la coalición militar internacional capitaneada por Arabia Saudí intervino en marzo de 2015 en el país árabe en favor del Gobierno internacionalmente reconocido, que fue expulsado por los insurgentes de la capital, Saná.
Las autoridades saudíes estimaron que la derrota de los rebeldes, respaldados por Irán, llevaría tan solo unas semanas. Pero nueve años de guerra después, los más de 25.000 bombardeos de la coalición han provocado la muerte de casi 9.000 civiles, heridas a más de 10.000 y el desplazamiento de millones de yemeníes, según cifras del Yemen Data Project.
Sin embargo, hace dos años los hutíes y el Gobierno reconocido internacionalmente acordaron una tregua que expiró seis meses después pero se ha mantenido en gran parte hasta día de hoy, mientras que Arabia Saudí se ha reconvertido en un polémico mediador del conflicto.
El aniversario de la intervención saudí era antaño conmemorado por los hutíes, que celebran con orgullo su resistencia a la embestida de una alianza de países árabes infinitamente más ricos y poderosos que no ha logrado detener los avances de los insurgentes, que han forzado a que Arabia Saudí abogara por el fin de una guerra que no pudo ganar.
Pero este año las manifestaciones, los ejercicios militares y las campañas en los medios de comunicación van dirigidas a mostrar su apoyo a los palestinos, también mediante sus ataques contra la navegación comercial en el mar Rojo y la confrontación con Estados Unidos y el Reino Unido, que lideran una alianza para hacer frente a los rebeldes y proteger la estratégica vía marítima.
Sultán al Rahabi, un estudiante universitario de 24 años, asegura a EFE que la coalición liderada por Riad "no ha tenido éxito y no ha conseguido ningún objetivo porque el pueblo yemení está unido", al tiempo que señala que la guerra en su país ya parece cosa del pasado.
“Debido a la agresión contra Gaza y nuestros hermanos en Palestina, ya no deseamos la vida; queremos morir juntos o sobrevivir juntos", añade al Rahabi, que indica que "la causa de los palestinos ha eclipsado lo que está sucediendo en Yemen" y prometió "no abandonar a sus hermanos de Gaza".
Rabea Ezzaddin, partidario de los hutíes, sostiene que "los yemeníes entienden que la agresión (de Arabia Saudí) de los últimos nueve años es en realidad una agresión saudita-estadounidense-británica-emiratí con cobertura estadounidense".
Afirmó también que Estados Unidos "ha revelado ahora el verdadero rostro de la coalición" con sus ataques contra objetivos hutíes, aunque asegura que el pueblo yemení "está preparado para enfrentarse contra los enemigos de Dios, los judíos y los cristianos”.
"A pesar del paso del tiempo, del bloqueo del espacio aéreo y marítimo, y de los bombardeos contra ciudades, infraestructuras y fuerzas militares, (la ofensiva saudita) no ha tenido ningún impacto significativo", asegura a EFE Muqbil al Khabti, un vecino de Saná de 33 años que apunta que la campaña de Riad en el Yemen ha "fracasado estrepitosamente".
Asimismo, atribuye el fracaso de la coalición a "la resiliencia del pueblo yemení, que supera todos los desafíos", mientras que Mansur al Othrobi, otro partidario de los rebeldes, considera que la intervención de Riad dejó "una fuente de dolor y heridas" difíciles de olvidar.
Y es que nueve años después del inicio de las operaciones militares de la coalición, el Yemen había empezado a remontar su catastrófica situación humanitaria, marcada por el desplazamiento de más de 4,5 millones de personas, más de 18,2 millones en necesidad de algún tipo de asistencia y unos 2,4 millones de niños en riesgo de hambruna.
Pero las aventuras de los hutíes en el mar Rojo preocupan a otra parte más silenciosa de la población, como a Abu Shakir, un vecino de Saná de 34 años que pide no ser identificado con su nombre real por temor a represalias.
Jaled Abdalá