Dakar, 24 mar (EFE).- La calma y los mensajes de concordia de los principales candidatos marcaron este domingo en Senegal los comicios para elegir al sucesor del presidente saliente, Macky Sall, en una jornada que se desarrolla sin incidentes relevantes.
Más de siete millones de electores estaban llamados a las urnas en 6.341 colegios electorales que abrieron a las 08.00 hora local (misma GMT), cuando se apreciaba una amplia participación del electorado en la capital, Dakar, y otros puntos del país.
Sall acudió a votar a su ciudad natal, Fatick, a unos 150 kilómetros al sureste de Dakar, donde se felicitó porque los senegaleses puedan ejercer su derecho democrático de forma “pacífica”, pues el país tiene “un sistema electoral experimentado”.
“Esta noche los colegios electorales hablarán y reflejarán la elección de los senegaleses. Esperamos que esta elección sea la mejor”, aseguró el presidente saliente, que ha cumplido los dos mandatos permitidos por la Constitución desde su llegada al poder en 2012 y cuyo sucesor se elegirá entre 19 candidatos.
El candidato del oficialismo, Amadou Ba, ex primer ministro de 62 años, que fue elegido por la coalición gobernante Benno Bokk Yaakaar (“Unidos por la Esperanza”, en lengua wolof) para continuar el legado de Sall, apeló a la “calma” y se mostró confiado de conseguir la victoria en primera ronda.
“Quiero mandar un mensaje de paz. Todos (los candidatos) somos hijos de este país. Lo importante es que los senegaleses puedan regresar desde mañana con tranquilidad a sus ocupaciones”, destacó Ba, quien votó en la capital.
El desarrollo económico de Senegal desde la llegada de Sall al poder, especialmente en infraestructuras y energía, con una perspectiva de crecimiento del 10,6 % para este año, según el Fondo Monetario Internacional, ha sido el principal argumento esgrimido por Ba durante la campaña, pese al elevado desempleo que afecta, sobre todo, a los jóvenes.
Su máximo rival, el opositor Bassirou Diomaye Faye, inspector fiscal de 43 años que representa a la coalición de su mismo nombre, depositó su sufragio en Ndiaganiao (oeste), en la región de Thiès.
“Las elecciones son el encuentro de un hombre con su pueblo. Que el ganador sea felicitado por los derrotados y que la vida continúe para que podamos encontrar la paz”, pidió Faye, quien se presenta a estos comicios en lugar del principal líder opositor, Ousmane Sonko, cuya candidatura fue rechazada por el Consejo Constitucional, máxima autoridad electoral del país.
Faye exige una renovación institucional, con la supresión del cargo de primer ministro y la creación de una Vicepresidencia, así como la salida de Senegal del franco CFA, una polémica moneda regional creada en 1945 por Francia (exmetrópoli), y la renegociación de acuerdos de extracción de hidrocarburos.
Los colegios electorales tienen previsto cerrar a las 18.00, hora local.
Tras el escrutinio de los votos, la Comisión Electoral Nacional Autónoma (CENA) proclamará los resultados provisionales, a más tardar el 1 de abril, y los tendrá que validar el Consejo Constitucional.
Para ganar en la primera vuelta, un candidato debe obtener más del 50 % de los votos.
Si ningún aspirante logra mayoría absoluta, se realizará una segunda ronda entre los dos líderes con mayor número de sufragios.
Pese a la polémica que ha rodeado las presidenciales, previstas inicialmente este 25 de febrero, la jornada electoral se celebra sin incidentes de gravedad, aseguró a EFE Jaly Badiane, de la organización “Senegal Vote”, encargada de monitorear las votaciones.
El pasado 3 de febrero, el presidente Sall anunció el aplazamiento de los comicios por la presunta doble nacionalidad de una candidata, algo que la Constitución no permite a los aspirantes presidenciales.
Para el mandatario, ese descubrimiento reveló un “presunto caso de corrupción de jueces” que cuestionó el proceso de selección.
La modificación de la fecha electoral desencadenó el rechazo de la oposición y fuertes protestas en las calles, reprimidas con dureza por las fuerzas de seguridad y en las que murieron al menos cuatro personas.
Esa crisis minó la fama de Senegal como una de las democracias más estable de África occidental.