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París, 21 mar (EFECOM).- El Senado francés se pronunció este jueves contra el acuerdo entre la Unión Europea (UE) y Canadá, gracias a una alianza de la oposición al Gobierno del presidente Emmanuel Macron, lo que potencialmente abre el camino a su anulación tras siete años de aplicación provisional.
Tras un debate por una iniciativa de los comunistas -que fue apoyada por la mayoría de la oposición conservadora en la cámara alta-, 211 senadores se pronunciaron a favor del rechazo a la ratificación del acuerdo conocido por sus siglas CETA, cuya tramitación queda ahora en manos de la Asamblea Nacional, mientras que otros 44 la respaldaron.
Aunque esto no pone en peligro inmediato la aplicación del CETA, que Canadá y la UE firmaron en 2016 y que entró en vigor al año siguiente, sí que deja en una gran dificultad al Ejecutivo francés, que ahora tiene que conseguir revertir ese voto en la Asamblea Nacional, donde no cuenta con mayoría absoluta.
La Asamblea Nacional francesa ratificó el tratado en 2019, pero la relación de fuerzas se modificó en las elecciones legislativas de 2022 y está por ver si una mayoría de diputados estarían dispuestos a hacerlo de nuevo en el clima actual, en el que el ambiente político es mucho menos propicio a los acuerdos de libre comercio.
El Partido Comunista Francés (PCF) mostró su voluntad de llevar la cuestión a la Asamblea Nacional el 30 de junio, es decir unos pocos días antes de las elecciones europeas del 9 de junio, aunque eso dependerá en último término del Gobierno.
"Hoy es un día muy malo para nuestra economía, para nuestras empresas, para los agricultores", que han perdido la "protección" que ofrecía el CETA, ha advertido el ministro de Comercio Exterior, Franck Riester, quien ha lamentado que el voto del Senado complica ahora mucho las cosas.
Riester, que ha denunciado una maniobra política "con graves consecuencias para el país", abrió el debate insistiendo en que el CETA "es un excelente acuerdo desde todos los puntos de vista" que, al contrario de los "argumentos falsos" que había escuchado, "es positivo también para el sector agrícola, para los viticultores, para los productores de queso".
Se refería así al principal ángulo de ataque de los que han denunciado este acuerdo, el riesgo de una competencia desleal de los agricultores y, sobre todo de los ganaderos canadienses, con el argumento de que no están sometidos a las mismas reglas sanitarias y medioambientales que sus homólogos europeos.
Frente a la peculiar asociación en la cámara alta de los conservadores de Los Republicanos (LR), que tienen allí mayoría, con todos los grupos de izquierda y también con la extrema derecha, el ministro del Comercio Exterior trató de refutar, sin éxito, ese argumento.
Insistió en que el CETA incluye "cláusulas espejo" que precisamente impiden la entrada en Europa de productos canadienses que incumplan las reglas sanitarias europeas, en especial la carne de animales engordados con hormonas, a diferencia del todavía más polémico acuerdo UE-Mercosur, "al que nos oponemos y nos seguiremos oponiendo".
Riester hizo hincapié en que, en los siete años que lleva en vigor, no se ha materializado ninguna de las amenazas que anuncian sus adversarios, y que las importaciones de carne canadiense en Francia representan cantidades inferiores al 0,1 % del consumo, y que el excedente agrícola y agroalimentario con ese país se ha triplicado.
En caso de que el CETA se sometiera a voto en la Asamblea Nacional y de que fuera también rechazado allí, en principio el Gobierno francés -a menos que tratara de organizar otro escrutinio- tendría que notificar su fracaso para ratificarlo al Consejo Europeo, y eso acarrearía su suspensión en el conjunto de la UE.
Una forma de evitarlo sería que Francia renunciara a comunicarlo, como ya ha hecho Chipre, donde también fracasó el proceso de ratificación que sí que han concluido 17 de los 27 países miembros. EFECOM
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