Tegucigalpa, 13 mar (EFE).- El Bar 'Tito Aguacate', el más popular de Tegucigalpa, le ha servido al historiador Rolando Sierra para presentar su libro más reciente, dedicado al maestro y promotor cultural hondureño Juan Domingo Torres, fallecido en 2010.
"La idea de este libro fue rescatar a una de las figuras que considero más importantes dentro del campo de la cultura, las artes y, sobre todo, de la gestión de la palabra en Honduras, como lo fue Juan Domingo Torres, que nació en 1954 y murió en el año 2010", dijo Sierra a EFE.
Sierra escogió 'Tito Aguacate' para presentar su ensayo, "Juan Domingo Torres Memoria y gestión de la palabra", porque en ese bar, que en febrero cumplió 79 años, Torres "se convirtió también en un gestor de la palabra".
El bar sigue siendo punto de encuentro para sabrosas tertulias de escritores, músicos, pintores, historiadores, poetas, escultores, periodistas, albañiles, médicos, uno que otro abogado de barrio bajo, teatristas y pintores de brocha gorda que cobran por metro cuadrado, entre otros clientes, muchos disfrutando de un frío 'calambre', el trago de la casa, a base de ginebra, vino tinto y limón, recomendado para aliviar resacas o comenzar una reunión de bohemios.
"Muchas veces en este lugar todos los que estábamos simplemente nos callábamos y escuchábamos todas estas narraciones y chistes que Juan Domingo contaba. Era capaz de narrar todo, si viajaba al interior, a otro país o sus encuentros familiares, venía a contarnos aquí en 'Tito Aguacate', que siempre era su plaza", señaló Sierra.
Torres, profesional de las ciencias sociales, estudió en la otrora Escuela Superior del Profesorado y la Universidad Pedagógica Nacional Francisco Morazán, de Tegucigalpa.
Desde 1979, hasta el año de su muerte, 2010, se desempeñó como docente de Historia del Arte; Estética y Crítica Artística de la Escuela Nacional de Bellas Artes. Además, fue uno de los principales críticos y curadores de arte que ha tenido el país.
Al respecto, Sierra recordó que "no había presentación de arte sin la presencia de Juan Domingo Torres", quien era un hombre cuyas narraciones fueron orales, no escritas, aunque en materia de arte y sus tendencias en Honduras sí escribió varios artículos y ensayos.
"Nadie que lo haya conocido puede negar la estrecha relación que tuvo su vida con el mundo de la cultura y de las artes, así como sus inquebrantables posturas humanas e ideológicas, pero sobre todo su gran capacidad de narrar, de contar, de transmitir oralmente experiencias propias o de la misma historia hondureña, con especial sentido del humor, como todo un gestor de la palabra", señala Sierra en su ensayo.
A Torres le preocupaba la poca importancia que muchos hondureños le dan a la memoria, y decía que uno de los principales problemas del país era justamente el olvido, no tener memoria del pasado.
Para Torres era muy importante generar la memoria desde la perspectiva de la oralidad, de la gestión de la palabra, lo que le convirtió en un narrador de oficio y narrador natural, recordando el pasado de Honduras y sus regiones.
Con la muerte de Torres, en opinión de Sierra se impone un desafío para la sociedad hondureña actual: "¿quién va a seguir contando, quién va a seguir narrando estas historias?".
"Es un desafío para la sociedad hondureña actual, de nosotros de este momento, de cómo o qué tenemos que narrar de nuestro presente para que seamos recordados en el futuro. Esto es la continuidad que considero hay que darle a la obra de Juan Domingo Torres", recalcó Sierra.
Germán Reyes