Japón conmemora los 13 años del desastre de 2011 con el seísmo de Noto aún presente

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Tokio, 11 mar (EFE).- Japón recordó este lunes a las más de 20.000 víctimas que dejaron el terremoto de magnitud 9,1 y el devastador tsunami que lo sucedió, cuando se cumplen 13 años del desastre natural que desencadenó además la crisis nuclear de Fukushima, cuyas consecuencias aún están vigentes.

Los actos de homenaje a los fallecidos tuvieron lugar hoy en diferentes puntos del país, desde Tokio hasta localidades de Tohoku (noreste), las más castigadas por el desastre natural, donde se observó un minuto de silencio a las 14:46 GMT (8:46 GMT), la hora exacta a la que tuvo lugar el seísmo.

El aniversario llega poco más de dos meses después de otra catástrofe natural que azotó la península de Noto, en el centro del país, un terremoto de magnitud 7,6 seguido de un tsunami de hasta 5 metros que dejó 241 muertos y más de 1.400 heridos, además de amplios daños materiales.

El desastre del 11 de marzo de 2011 dejó por su parte 22.222 muertos o desaparecidos, según las últimas cifras oficiales, además de las consecuencias del accidente nuclear de la planta de Fukushima Daiichi, el peor de la historia desde el de Chernóbil (Ucrania, 1986), con las que aún lidia Japón.

Unas 30.000 personas no han podido regresar a sus hogares por haber quedado estos situados dentro de las zonas más contaminadas por los residuos que emanaron de la planta durante la crisis nuclear.

Aunque la mayor parte de las áreas que fueron precintadas en su día debido a la contaminación han sido limpiadas y declaradas seguras para sus habitantes, 13 años después sigue habiendo 309 kilómetros cuadrados catalogados como "zonas de difícil retorno".

El primer ministro nipón, Fumio Kishida, asistió este lunes a una de las ceremonias en recuerdo a las víctimas en la ciudad de Fukushima, donde afirmó que el Gobierno "sigue comprometido con la reconstrucción del accidente a largo plazo".

Kishida también destacó que "las experiencias y conocimientos obtenidos en Fukushima" han permitido mejorar la respuesta para posteriores catástrofes, como fue el caso de Noto, y reafirmó su voluntad de "crear un país fuerte frente a los desastres".

Japón, asimismo, afronta el complejo proceso de desmantelamiento de las instalaciones nucleares accidentadas, una tarea con enormes desafíos técnicos que se prolongará varias décadas.

En el marco de este proceso, la operadora de la central, Tokyo Electric Power (TEPCO), comenzó el pasado agosto a verter al Pacífico más de 1,32 millones de toneladas de agua contaminada de radioisótopos, tras ser procesada para retirarle la mayoría de esos materiales altamente radiactivos y diluida en agua marina.

El Ejecutivo nipón, la operadora de la planta y el regulador nuclear japonés se decantaron por el vertido al océano como la mejor vía para solucionar el problema del almacenamiento limitado para el líquido dentro de las instalaciones nucleares, y tras descartar otras alternativas por su complejidad técnica o su mayor coste.

La descarga al océano ha generado críticas de países vecinos, sobre todo de China, aunque está siendo supervisada por el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), que considera que el plan nipón se ajusta a los estándares de seguridad del sector.

El OIEA ha enviado varias misiones sobre el terreno para analizar el proceder de TEPCO, y esta misma semana un grupo de expertos de este organismo, liderado por su director general, Rafael Grossi, visitará la central dentro de esa estrategia de supervisión.

María Carcaboso Abrié

Tokio, 11 mar (EFE).- Tokio ha aprendido de lecciones pasadas y, trece años después del accidente nuclear de Fukushima, se ha blindado ante terremotos, inundaciones, y erupciones volcánicas con un urbanismo resiliente, cuerpos de rescate altamente preparados y tecnologías punteras.

El terremoto y el tsunami del 11 de marzo de 2011, que desencadenaron en desastre nuclear, y catástrofes previas que se cobraron millares de vidas como el Gran terremoto de Kanto de 2013, el Terremoto de Kobe de 1995 o el del pasado enero en Noto han marcado la carrera de la capital nipona por diseñar estrategias de respuesta.

Hay una probabilidad del 70 % de que un sismo de magnitud 7 o mayor sacuda Tokio en las próximas tres décadas, ante lo que el gobierno metropolitano ha desarrollado un plan que persigue alcanzar una ciudad totalmente resiliente para 2040.

Con una inversión de 17 billones de yenes (unos 104.934 millones de euros) para el proyecto, que arrancó en 2022, la gran urbe nipona se prepara para evitar tragedias humanas causadas por terremotos, erupciones volcánicas, inundaciones derivadas de tsunamis o marejadas ciclónicas, enfermedades infecciosas e interrupciones de energía y comunicaciones.

La disposición y el diseño de los edificios en la ciudad están pensados para frenar el avance de incendios, frecuentes después de temblores intensos, y también se ha incrementado la resistencia de las construcciones desde un 73,6 % en 1995 a un 92 % en 2019, según datos aportados por el gobierno metropolitano de Tokio.

Las carreteras principales, amplias en su mayoría, permitirían mantener una normalidad relativa en la circulación de vehículos en caso de alteraciones del tráfico por un desastre.

El cuerpo de bomberos de Tokio –Tokyo Fire Department– está preparado especialmente para responder al escenario posterior a desastres con tecnologías que incluyen drones, detectores de bioseñales o camiones que eliminan sustancias radioactivas de superficies y personas.

También cuentan con robots para recoger información en las zonas afectadas y están ideando un prototipo similar a un perro para ahorrar así el estrés y los riesgos a los animales.

Asimismo, existe un centro de simulación para educar a la población sobre cómo responder ante catástrofes, que fue visitado por 67.000 personas en 2023.

Quienes aprenden en las instalaciones de los bomberos pueden utilizar gafas de realidad virtual que reproducen el escenario tras un terremoto, o subirse a una plataforma que simula una cocina y que tiembla a distintas intensidades.

La costa de Tokio está protegida con 54 kilómetros de muros de hormigón de entre 3,5 y 7 metros, 15 compuertas en sus canales controlables en remoto y sistemas de drenaje equipados con turbinas capaces de bombear en segundos la cantidad de agua equivalente a una piscina de 30 metros.

Esto protege a la bahía de la ciudad, con islas artificiales repletas de rascacielos, ante tsunamis y marejadas ciclónicas –inundaciones costeras asociadas a un sistema atmosférico de baja presión– causadas por tifones.

Se cree que los tsunamis alcanzan alturas mucho mayores que las marejadas ciclónicas, explicaron a los medios funcionarios del puerto, pero en la bahía de Tokio, por sus características, sería potencialmente más peligroso lo segundo.

Si un tsunami azotara Tokio, las estimaciones apuntan a que no superaría los 2,6 metros, por lo que los muros podrían pararlo. Se planea además elevar los bloques de hormigón ante la amenaza de que el calentamiento global haga subir el nivel del mar 0,6 metros.

Inaugurado el año pasado, el complejo Azabudai Hills, que incluye viviendas, restaurantes, museos, tiendas, oficinas y espacios verdes, fue construido para soportar temblores y poder acoger a evacuados en caso de desastre.

Está formado por tres rascacielos principales conectados entre sí por otras edificaciones más bajas. Una de las torres, la JP Mori Tower, de 330 metros de altura, cuenta con mecanismos avanzados para controlar temblores; los más punteros, amortiguadores viscosos y de aceite que controlan y atenúan temblores.

Desarrollados por la empresa japonesa Oiles Corporation y capaces de controlar vibraciones horizontales, un total de 300 de estos resortes configuran el interior de las paredes de la JP Mori Tower, que cuenta además con otros 1.500 artilugios con funciones similares.

Las 8,1 hectáreas de Azabudai Hills enlazan dos estaciones de metro sin necesidad de salir a la superficie. El pasillo que las conecta serviría para alojar hasta 3.600 personas en caso de que un desastre natural les impidiera volver a sus casas.

El complejo ya almacena provisiones con las que podrían alimentarse esas 3.600 personas durante tres días, y kits de emergencia que incluyen agua, pañales, productos de higiene femenina, colchones hinchables o mantas, entre otros.

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