Madrid, 8 mar (EFE).- Grabar auroras boreales desde la atmósfera, a unos 30 kilómetros de altitud y desde un globo, para desentrañar algunas de las incógnitas que todavía existen sobre la formación y el funcionamiento de este fenómeno; ése es el objetivo de una expedición científica y documental que arranca el próximo lunes en el lago helado de Inari (Finlandia).
Cuatro expertos españoles, científicos y expedicionarios, tratarán durante dos semanas en el Círculo Polar Ártico de captar y documentar una nueva perspectiva de las autoras boreales, uno de los fenómenos atmosféricos más desconocidos y fascinantes, y de recuperar después el material, algo que se frustró en una expedición similar en el año 2017.
Entre los integrantes de la expedición figura el físico Javier Cacho, que ha desarrollado su labor investigadora en el Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial (INTA) y que formó parte, hace más de treinta años, de la primera expedición científica española a la Antártida, donde ha regresado en numerosas ocasiones.
Junto a Cacho forman parte de la expedición "Into the Aurora II" Fernando Ortuño, especialista en vuelo de globos atmosféricos y en el transporte de cargas útiles a la atmósfera, y varios especialistas en fotografía e imagen cinematográfica y documental, han informado los responsables de la misión, que cuenta con el patrocinio de varias empresas y con el respaldo de numerosas sociedades científicas.
El Sol, situado a 150 millones de kilómetros, emite numerosas partículas (viento solar) que viajan a velocidades de entre 200 y 1.000 kilómetros por segundo, y cuando llegan a la Tierra chocan con su campo magnético, que actúa como un escudo e impide que lleguen a la atmósfera terrestre.
Las auroras se forman cuando esas partículas alcanzan la atmósfera, chocan con las moléculas de oxígeno y nitrógeno, excitan los átomos y hacen que estos ganen un electrón, por lo que devuelven la energía adquirida en forma de luz.
Tienen formas, estructuras y colores muy diversos que además cambian rápidamente con el tiempo, pueden durar desde unos pocos minutos hasta varias horas y son perceptibles por el ojo humano fundamentalmente por las noches.
La misión tratará de captar y documentar este fenómeno por encima de las nubes, a unos 30 kilómetros de altitud, para evitar la contaminación lumínica y la humedad y los aerosoles de las primeras capas de la atmósfera terrestre, y sería según los organizadores la primera vez que se lograría.
Recuperar y analizar el material que pudieran grabar contribuiría a entender mejor la formación y el funcionamiento de las autoras boreales, y para conseguirlo han reforzado los recursos humanos y tecnológicos con respecto a la frustrada misión de 2017, y suman además la previsión de que este año van a aumentar las auroras.
Grabar desde la atmósfera ofrece varias ventajas; la primera que se sitúa por encima de la troposfera, donde se concentran la mayoría de las nubes, por lo que se podrían obtener imágenes mucho más claras y precisas, pero también que al estar más cerca de la ionosfera se podrían obtener mediciones más precisas de las partículas cargadas y de los campos eléctricos asociados con las auroras.
Para lograrlo, los integrantes de la expedición lanzarán un globo a la estratosfera que transportará todos los dispositivos e instrumentos, y a medida que ascienda se irá dilatando hasta explotar tras alcanzar cierta altitud, pero cuenta con localizadores de seguimiento que trasladarán a Tierra la posición exacta desde el lanzamiento hasta el aterrizaje.
El año ha sido elegido, ha informado la organización, porque el Sol va a registrar un máximo de actividad (en un ciclo que se prolonga durante 11 años) y el mes de marzo por estar cerca del equinoccio, un tiempo en el que debido a la posición del eje de giro del planeta se produce una mayor penetración de viento solar en la magnetosfera terrestre.
Y se eligió el lago Inari -el segundo más extenso de Finlandia- porque permanece helado desde noviembre hasta junio, por ser una zona de baja densidad de población y escasa contaminación lumínica, y porque la superficie del lago se postula como uno de los mejores lugares para el aterrizaje del experimento y la recuperación del material.