Tokio, 14 feb (EFE).- El yen rebasó este miércoles la barrera de las 150 unidades por dólar en el mercado de divisas por primera vez desde el noviembre pasado, mientras que el Ejecutivo nipón dijo que estos movimientos bruscos "no son buenos".
"Las rápidas fluctuaciones en los tipos de cambio no son buenas para la economía", dijo hoy el viceministro japonés de Finanzas, Masato Kanda, quien añadió que algunos de estos movimientos "son claramente especulativos", según declaraciones recogidas por la agencia de noticias Jiji.
Los comentarios de Kanda, principal responsable en materia de divisas, se produjeron después de que el yen rebasara la barrera psicológica de las 150 unidades en horas previas.
Durante la primera hora de las negociaciones en la Bolsa de Tokio, el yen se movía entre las 150,54 y las 150,77 unidades por dólar.
Aunque no quiso hacer comentarios al respecto, Kanda señaló que el Ejecutivo japonés "monitorizará el mercado de divisas de forma cercana y tomará las medidas que sean necesarias".
Esta nueva depreciación del yen, que viene registrando desde 2022 un progresivo abaratamiento que ha generado preocupación en el país y llevado a varias intervenciones monetarias previas, se produjo tras la publicación de los datos de inflación en Estados Unidos.
La tasa de inflación en Estados Unidos volvió a caer en enero, tres décimas, hasta el 3,1 %, pero la desaceleración fue menor de lo esperado por los analistas, lo que atenuó las expectativas de que la Reserva Federal (Fed) acometa un recorte de tasas temprano.
El banco central estadounidense ha manifestado su intención de empezar a bajar los tipos de interés en algún momento de este año si los precios siguen descendiendo al ritmo deseado.
Este tenue revés acentuó la caída del yen, que se viene asociando con la divergencia entre las subidas de tipos de interés que Estados Unidos aplicó en meses previos y la política monetaria del Banco de Japón (BoJ), partidario de mantener medidas de estímulo que incluyen tasas ultrabajas y tipos de referencia negativos.
Un yen débil beneficia a la facturación en el extranjero de las empresas japonesas, que ven infladas sus remesas al repatriarlas, y mejora la competitividad de sus productos, pero también repercute negativamente en las cuentas nacionales al encarecer las importaciones en un país altamente dependiente de ellas.