Antakya busca mantener su alma histórica mientras sobrelleva la reconstrucción del seísmo

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Antakya (Turquía), 4 feb (EFE).- Los terremotos del 6 de febrero de 2023 arrasaron el histórico casco viejo de la ciudad turca de Antakya, la bíblica Antioquía, donde unos pocos vecinos intentan mantener ahora una mínima vida local de artesanía y tabernas, como en los viejos tiempos.

El temblor, que causó 24.000 muertos solo en esta provincia, sorprendió a la ciudad de madrugada y, en pocos minutos, arrasó no solo con la parte moderna, en la margen derecha del río Orontes, sino también con todo el casco viejo en la izquierda, incluidas dos mezquitas centenarias y la gran iglesia ortodoxa.

Durante muchos meses, las intrincadas callejas de la ciudad antigua, fundada en el siglo IV a.C., quedaron completamente inaccesibles entre cascotes, hierros torcidos y tejados derrumbados. Algunas aún lo son.

La recogida de escombros avanza aquí mucho más lentamente que en la parte moderna, porque las autoridades turcas intentan preservar el legado histórico y cada edificio debe ser catalogado y analizado antes de que se retiren los escombros.

En varias construcciones se distinguen carteles con códigos y números que dan testimonio de que la labor de recuperación al menos ya ha llegado a la primera fase, la de identificación de los restos.

"Las piedras que se recogen aquí se etiquetan y se llevan a un terreno separado, para poder utilizarlas, en la medida de lo posible, en la reconstrucción de los edificios históricos", explica Betül Kiminsu, vicedirectora de Bienes Culturales del Ministerio de Cultura turco, en un encuentro con un reducido número de medios internacionales y turcos.

Otros edificios menos dañados se han reforzado con vigas de hierro para garantizar su estabilidad, agrega la experta.

Kiminsu se encuentra con la prensa en un pequeño hotel del casco antiguo, que desde fuera ofrece un aspecto preocupante, con muros semiderruidos, pero que por dentro no parece haber sufrido daños y conserva intactos los cristales decorados con pintura Art Déco.

No falta un bar, donde algunos vecinos toman una copa, recordando que hasta el sismo, el centro antiguo de Antakya, con sus tabernas, restaurantes y bailes, atraía mucho turismo local y gozaba de la fama de ser un lugar alegre y despreocupado.

A diferencia de la vecina Anatolia, la impronta del islam prácticamente no se notaba en esta ciudad, donde han convivido siempre musulmanes, alauíes, cristianos ortodoxos y armenios y judíos, entre mezquitas, iglesias, sinagogas, bares y bodegas.

La gran pregunta es si tras los años que durará la reconstrucción, regresará esta población, que marcó el carácter de la ciudad y que evitaba disputas religiosa con el lema "todos somos antioqueños", o si cederá su lugar a una sociedad más homogénea.

Unos pocos lugareños intentan por ahora recuperar la vieja Antakya, habitándola en la medida de lo posible, aunque quienes lo hacen saben que es temporal, ya que el trabajo de reconstrucción los desterrará de nuevo.

Justo frente a la derruida mezquita de Sarimiye, edificada en el siglo XVI y de la que ahora apenas quedan los cimientos, una chimenea humeante indica que un panadero ha vuelto a poner en marcha el horno, aunque rodeado de escombros.

Unos pasos más adelante, el zapatero Ahmet Kalbi remienda botas en su minúsculo taller, rodeado de cuero y maquinaria.

"He trabajado aquí 27 años, desde que era un crío y mi padre me enseñaba el oficio", dice el maestro.

Tras el temblor, tuvo que cerrar el local y buscar trabajo en otras provincias, pero al cabo de nueve meses volvió y se estableció de nuevo en su taller, pese a que el edifico muestra preocupantes grietas en el piso de arriba.

Dentro de pocos días, explica, tendrá que abandonarlo y trasladarse a un local en un asentamiento de casetas prefabricadas, porque las autoridades vendrán a derribar el inmueble.

Cuando se reconstruya, lo recuperará para continuar con la tradición de su oficio, pero cuándo podrá ocurrir esto es difícil de saber. Quizás pasen años.

Ilya U. Topper

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