Edurne Morillo
Osaka (Japón), 27 dic (EFE).- Los kofun, túmulos funerarios que datan desde el siglo III al VI después de Cristo, suponen uno de los secretos mejor guardados de Japón, ya que sus complejas formas -a veces en forma de cerradura- sólo pueden verse desde el aire y su acceso está prohibido al público e investigadores.
Estos montículos de tierra se caracterizan por estar cubiertos por una densa vegetación, suelen estar rodeados por un foso y, en algunas ocasiones, tienen forma de ojo de cerradura, un aspecto muy particular que resulta de combinar un círculo y un rectángulo y se cree era para facilitar el acceso a los mismos.
"Las tumbas en forma de ojo de cerradura tienen una forma característica que sólo se encuentra en Japón y atestiguan la estructura sociopolítica, la estratificación social y el sofisticado sistema funerario de la época", detalla la Organización Nacional de Turismo de Japón (JNTO, por sus siglas en inglés), en su web.
Consideradas obras maestras de la arquitectura, estas tumbas, en su momento destinadas a emperadores o personas importantes, se pueden visitar en ciudades como Osaka y Sakai (al oeste de Japón), donde varios de sus túmulos fueron inscritos en 2019 en la lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO.
Una de las más espectaculares estructuras de este tipo es el Mausoleo del Emperador Nintoku, que mide 486 metros de longitud y 34,8 metros de altura y es considerada una de las tres tumbas más grandes del mundo, junto con la del primer emperador Quin en China, y la Gran Pirámide de Giza en Egipto.
Se estima que durante el Período Kofun se construyeron unos 20.000 túmulos en todo el país, que también dieron lugar a ritos funerarios únicos, como por ejemplo, la inclusión de unas piezas cilíndricas de barro llamadas "haniwa" alrededor de los mismos para delimitar su forma.
Estas piezas de arcilla se hacían siguiendo la forma de caballos, armamento u otros elementos importantes de la figura del fallecido y se colocaban en el exterior, mientras que, junto con los restos, se añadían objetos de la persona como armaduras o espadas de hierro.
Se estima que para la construcción del mausoleo del emperador Nintoku se necesitaron cerca de 16 años y se movilizaron a más de 2.000 obreros cada día.
Al estar catalogados como tumbas y mausoleos por la Agencia de la Casa Imperial, no se permite su acceso, aunque sí es posible verlos desde el aire o en observatorios distribuidos en rascacielos de Osaka y Sakai.
Estas estructuras también están fuera del alcance de los investigadores, ya que la Agencia de la Casa Imperial sólo ha permitido visitas guiadas a sus exteriores por parte de académicos y periodistas en ocasiones especiales.
Este fue el caso en 2014, cuando se permitió la visita al exterior del kofun de Tannowa Nisanzai, una estructura de unos 170 metros de largo, a un grupo de reporteros e investigadores, ante la presión de los mismos para una mayor apertura con respecto a los kofun.
Al tratarse de una tumba imperial, la familia real japonesa impide su entrada al público general y realiza sus propios trabajos de excavación y mantenimiento desde 1967, en medio de las críticas de arqueólogos por su exclusión.
Durante estos trabajos se encuentran con frecuencia importantes elementos culturales para entender la historia antigua de Japón, como son vasijas, cerámicas u otros objetos utilizados con fines ceremoniales.
En años recientes se ha permitido la excavación de algunos kofun, como el de Tomiomaruyama, en Nara (oeste), lo que ha permitido entender mejor el estatus de las personas allí enterradas a través de los objetos que se encuentran junto a los restos, como es el caso de un individuo al que se había enterrado con una espada y un espejo de largas dimensiones.
A pesar de estos descubrimientos recientes, todavía existen muchas incógnitas sobre los kofun que todavía permanecen intactos -unos 50 sólo en Osaka y Sakai- y se desconoce con exactitud cómo se construyeron y a quién pertenecían la mayor parte de las tumbas.