Kiev, 24 dic (EFE).- El estancamiento del frente y las dificultades de sus aliados para aprobar nuevas partidas de asistencia en Estados Unidos y Europa han puesto en una situación complicada al presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, que ve desgastarse su imagen y es criticado en público cada vez más a menudo después de meses de tregua política interna.
La voz más influyente que se ha alzado contra algunas de sus decisiones es la del jefe del Ejército, Valeri Zaluzhni, que esta semana le ha afeado de manera implícita a Zelenski que cesara en bloque a los militares responsables del reclutamiento en todas las provincias de Ucrania.
Zaluzhni calificó de “profesionales" a los cesados -fulminados en agosto tras revelar la prensa casos de sobornos, que el trabajo del servicio secreto está demostrando masivos, a cambio de librar de ir al frente a varones en edad militar-, y pidió que se recupere la forma de reclutar del principio de la guerra.
Poco después, Zelenski acusó públicamente, de forma indirecta, al general de hacerse la víctima y buscar protagonismo, y le pidió “resultados” y planes más específicos sobre la movilización de nuevos combatientes y otras cuestiones sensibles.
El presidente ucraniano planteó, asimismo, una disyuntiva, inédita desde el principio de la guerra, entre los intereses del Ejército y los de la población civil, al advertir del elevado coste financiero de ampliar el número de soldados y subrayar que se necesitan seis contribuyentes para pagar los gastos que genera cada militar.
Zelenski se enfrenta también a un adversario mucho más natural: la oposición parlamentaria liderada por el expresidente Petró Poroshenko tras la ilegalización, al comienzo de esta guerra, de los partidos prorrusos.
Desde el inicio de la invasión, las autoridades ucranianas han prohibido varias veces a Poroshenko salir del país, tras cuestionar la legitimidad del motivo de sus viajes. El último de estos incidentes tuvo lugar el 1 de diciembre, cuando la guardia de frontera ucraniana le impidió el paso por órdenes del Servicio de Seguridad de Ucrania (SBU).
El servicio secreto justificó la medida en que el expresidente iba a reunirse con el primer ministro húngaro, Víktor Orbán, que desde el inicio de la invasión se ha posicionado sistemáticamente contra Ucrania. Según el SBU, el encuentro iba a ser utilizado por los servicios secretos rusos para montar una operación psicológica.
La prohibición de salir a Poroshenko ha sido tachada de abuso por los detractores de Zelenski, que también le recriminan que no haya hecho más para hacer cambiar de opinión a los escépticos con la causa ucraniana en Europa y en el Partido Republicano de EEUU.
Pero las divergencias entre ambos no se deben sólo a los viajes.
Al tiempo que Zelenski insiste en que no hay alternativa a recuperar por lo militar todo el territorio ocupado por Rusia, su predecesor en el cargo afirmó esta semana que Ucrania “no lucha sólo por territorio”, sino también por su gente, por su supervivencia como Estado y su ingreso en la UE y la OTAN.
Las palabras de Poroshenko sugieren una apertura a posibles soluciones que impliquen ceder territorio a cambio de consolidar el Estado con la entrada en las estructuras euroatlánticas.
Fuera del Parlamento, el mayor azote de Zelenski es su propio exasesor Oleksí Arestóvich, que ha venido reprochándo al presidente sus políticas en casi todos los campos desde que dimitió de su cargo de consejero en enero de este año.
Entre otras cosas, Arestóvich recrimina a la administración de Zelenski la estrategia militar elegida para la última contraofensiva, una política lingüística que considera discriminatoria para los ucranianos rusófonos o un estilo de comunicación que califica de demasiado agresivo y autocomplaciente.
El exasesor de Zelenski es una de las pocas figuras de peso que pide que se organicen elecciones en Ucrania durante la guerra, y este mes de noviembre, desde fuera del país -por temor, según dijo, a ser detenido tras ser acusado desde el poder de espía ruso- anunció su intención de concurrir a esos comicios cuando se celebren.
Igual de duro con Zelenski ha sido el alcalde de Kiev, Vitali Klichkó, que en una entrevista reciente acusó de “autoritarismo” al presidente y aseguró que el país se parece cada vez más a Rusia bajo su mando.
La enemistad entre ambos políticos viene de más lejos. Zelenski ha señalado varias veces a Klichkó durante la guerra por incurrir en presuntos gastos superfluos durante el conflicto y por su supuesta responsabilidad en las deficiencias que presentarían los refugios antiaéreos de Kiev.
por Marcel Gascón